- "Santa Rufina", la obra velazqueña. La pintura regresa a España (a Sevilla, adquirida por la Fundación Focus-Abengoa), pero no integrará el patrimonio nacional. ¿Los altos gestores públicos suelen tener escasas luces para eso del arte?

- Últimamente se ha producido un comportamiento bastante generoso. El Estado ha adquirido, a un alto precio, una serie de obras de primera magnitud, de Velázquez a Goya. Incluso muchas cosas de pintura contemporánea. Eso ha ocurrido recientemente. Es cierto que las instituciones pudieron hacer más para la compra de esa obra. La razón de esa inquietud se ha debido a los criterios mantenidos por Jonathan Brown y Enriqueta Harris, así como otros profesionales españoles, que han mostrado una actitud negativa. La existencia de controversias... Sin embargo, la Administración del Estado tenía referencias para discernir sobre el asunto. Los fondos se dedican, así, a otras cosas.

- Ahora casi todos aceptan su tesis sobre la autoría del sevillano. ¿El reconocimiento produce alegría o, por la tardanza, le causa cierta tristeza?

-La atribución a Velázquez ha sido cosa mía. Es mi opinión. Asimismo, se han expuesto criterios en la misma línea, aunque con posteridad a mi informe oficial. Me he encontrado en muchísimas situaciones similares. Y con cuadros de las mismas magnitudes... Constituye una satisfacción que se aprecie el esfuerzo por revelar -algo que también es investigación- la autoría de una obra. Mi opinión fue de las primeras. Lo curioso del caso es que, en el momento de la adquisición, mi nombre no aparecía por ninguna parte.

- ¿Alfonso Pérez Sánchez se cuelga medallas que no le corresponden?

- No. Él realizó un trabajo ante unas consultas que se le hicieron, casi en las mismas fechas que a mí. Y la prensa lo ha divulgado más que en mi caso. Eso es una cuestión muy normal.

- La "Santa" ésa: 12,4 millones . ¿Están bien pagados?

- Sí. Como están las cosas hoy día, es una cantidad bastante correcta. Si uno coteja estos precios con lo que se paga a tantos futbolistas y a tantos del mundo del deporte y del espectáculo, creo que es bastante correcto.

- ¿Teme pasar a la historia del arte por restituir la autoría de la "Inmaculada" de Felipe IV a Rubens, con olvido de todo lo demás?

- Yo creo que no. La cuestión de la «Inmaculada» está envuelta en un ambiente simpático, incluso en una época juvenil. En un descubrimiento van muchas cosas unidas: problemas de restauración, de documentación, de estética... Pero yo he encontrado varias obras en las mismas circunstancias. Muchas veces se valora un descubrimiento por la categoría del autor de la pieza. Y no creo que eso sea justo. Es mucho más difícil encontrarlo en pintores que consideramos, muchas veces, segundones, de tercer orden. Y eso constituye un enorme avance en el mundo de la investigación.

- Con sus atribuciones habrá hecho rico a más de uno.

- Es una cuestión que nunca me ha pasado por la cabeza... A la par, también he dado opiniones negativas, que son la inmensa mayoría. Casi siempre uno cree que tiene cosas realmente buenas, y no suelen ser así.

- No vemos una sola obra de arte en su casa.

- Porque yo soy un funcionario, y no podemos disponer de mucho.

- Más que eso. Un experto e investigador.

- Podría realizar un esfuerzo. Pero prefiero emplear eso en viajes, en lo que sea, más que en obras de arte.

- Imagínese que los imposibles son posibles. ¿Qué obra del Prado se llevaría a su domicilio para contemplarla y admirarla una y otra vez... por un día?

- Ninguna. Es un capricho que yo cambiaría por otro ejemplar. O por otro tipo de pieza... Los museos están hechos para crear el ambiente, y la contemplación de las obras es lo adecuado. Sobre todo, con la compañía del silencio.

- Usted ha coordinado varias obras de Editorial Prensa Ibérica (EPI) sobre los grandes pintores flamencos. Ha publicado "El siglo de Rubens en el Museo del Prado" y prepara "Van Dyck en España".

- Es un espacio desconocido, y no pasaba por mi mente que Van Dyck, que resulta un coloso, pudiera tener presencia en España. Hay obra suya aquí, adquirida en distintas circunstancias. Se cumplió el cuarto centenario de su muerte, y se perdió la oportunidad de celebrarlo en nuestro país. Sin embargo, hubo un reconocimiento mundial, con estudios. En España, ni lo más mínimo. Yo había recogido atisbos en mi tesis doctoral, y Van Dyck tiene un gran espacio, mayor de lo que imaginamos, aquí.

- ¿Cuáles son las características de la obra?

- El intento primero destaca la presencia de Van Dyck en Europa, que es deslumbrante. Después viene su presencia en España, con las piezas adquiridas por la Corona y los grandes de España. Hay algo más que la cantidad de pinturas. Existe algo de mayor profundidad, que lo tenía cogido desde los años de mi tesis.

- ¿Y es...?

- Se trata de una serie de cartas que se cruzan el Cardenal-Infante (Fernando de Austria), archiduque en Flandes, con su hermano el Rey Felipe IV. Es lástima que los historiadores no se hayan aprovechado de tantas noticias interesantes. Uno se sorprende ante el conocimiento y la pasión de muchas de aquellas gentes. El Infante es un guerrero, un hombre inteligente -más que su hermano-, y existe una carta donde se responsabiliza de todos los encargos hechos a Rubens. Yo me siento sorprendido de las palabras técnicas que utiliza. Los juicios y observaciones no solamente causan admiración, sino que percibimos, en un momento, que Rubens está trabajando, y casi agonizando, para España. Nos lo va reflejando: «Ha tenido un bajón», cuenta. Y última carta: «Estoy desolado». Epístola que viene a continuación: «No sé a quién encargárselo». Se piensa en varios nombres. «La persona más adecuada», comunica a su hermano, «es mi pintor de cámara».

«La obra revela la relación del pintor con España, desconocida hasta ahora»

Y se fija en él para continuar la obra. En una segunda carta al Rey, señala: «Me he enterado de que Van Dyck viene de Londres. Se lo encargaré a él, que la hará lindísima».

- ¿Y cómo se presenta, a través de esa correspondencia, el pintor?

- Como un divo. Cuando hablan de los desgraciaditos pintores... Nada de eso. Se permiten ningunear a archiduques, cardenales... Dice una cosa, después otra. «Está loco de remate», se indica. Iba a venir al circuito español. Pasan unos meses y muere el cardenal. Y poco después fallece Van Dyck. Las mejores obras fueron adquiridas por el cardenal-infante a la muerte de Rubens. Y son las que tenemos en España... Es un interesante proyecto editorial de Prensa Ibérica.

- Seguro que Matías Díaz Padrón puede ofrecer un adelanto de algún hallazgo o reatribución de obra.

- El cuadro de Carlos I de Inglaterra, a caballo, que estaba en los depósitos del Museo del Prado como copia desde Fernando VII, que se conocía así desde Felipe V, es idéntico al existente en la National Gallery de Londres. Y el que se encuentra en el Prado resulta tan auténtico como el otro. Existían dos, idénticos... ¿Algunos capítulos de esta obra? Los coleccionistas españoles admiradores de Van Dyck, las fuentes de inspiración, las influencias en la pintura hispana de su tiempo (incluso en Velázquez, aunque parezca sorprendente) y, por el contrario, las presencias de España en él, la admiración hacia Rubens a través de las fuentes literarias... Se trata de un intento ambicioso.

- "Van Dyck en España" dibuja a un artista, en muchos aspectos, desconocido. ¿Qué es eso de su relación con María de Médicis?

- Hay un espacio totalmente desconocido, que es el de su vinculación con España. Hubo un intento de María de Médicis por traerlo a este país. Existió ese momento. Aquélla quiso que le acompañara. Posiblemente, con el mismo carácter que se dio con Rubens.

- No es historia-ficción. Pero habría que plantear una hipótesis. ¿Qué hubiera sucedido si Van Dyck se encuentra, en ese momento, con Velázquez en Madrid?

- Yo también me formulo esa pregunta en mi trabajo: ¿Qué hubiera sucedido...? Velázquez, joven, se vio con Rubens. Es de suponer que se quedaría deslumbrado de su personalidad. Y podría haberse visto con Van Dyck. Debían conocerse por referencias, pues disponían de amigos comunes. Si hubiera ocurrido eso, Velázquez -tipo de extraordinario equilibrio, de bondad, que mostró en muchas cosas- seguramente habría hecho todo lo posible por dejarle sitio. Lo aceptaría. Los dos congeniarían. El sevillano no era hombre de envidia, aunque sí la sufrió. De colegas españoles y, sobre todo, de italianos. Velázquez y Rubens hablan uno del otro con enorme consideración. Francisco Pacheco dice que el flamenco no trató con nadie en Madrid, excepto con Velázquez. Sin embargo, veía con cierto desdén el ambiente, lleno de rencillas, de la Corte de Madrid. Los dos están de espaldas a ese mundo de rastreos. Ellos se encuentran por encima de eso.

- ¿En qué le gana la partida Van Dyck a su maestro Rubens?

-En el retrato y, dentro de él, en la distinción. La elegancia es su característica suprema. Ningún pintor en el mundo, de todos los tiempos, ha llegado a conseguir en el retrato, tanto en el masculino como en el femenino, la finura, el alma del representado. Y no es una adulación superficial. Si lo quiere, impone una fuerza del mundo interior similar a Velázquez y Rubens. A veces llega a ponerse al lado de Rembrandt en la captación de ese mundo interior. Tiene un sólido, un fuerte potencial expresivo.

- ¿El artista flamenco más flamenco...?

-Jordaens. Los demás eran demasiado refinados. Es decir, internacionales. Aquél resultaba más feroz, consecuencia de la enseñanza de Flandes que no viajó. No se «contaminó» con la perfección de Italia, que dio la grandeza, precisamente, de Rubens y de otros, con esa imponente mundología. Jordaens se quedó y cogió lo que era su patria: una enorme vitalidad.

- ¿Antonio López es el Velázquez de este tiempo?

-No. Nada de eso. No solamente hay que realizar las cosas como existen, sino que deben cargarse de fuerza y de imaginación.