Satoru Iwata, Presidente de Nintendo ha fallecido. La gran empresa japonesa de videojuegos pierde a una de las figuras más importantes en su historia, si no la más. Sus decisiones de mercado llevaron a la compañía a vender cientos de millones de videoconsolas y videojuegos con Nintendo DS y Wii; a establecerla como la gran alternativa a la ‘guerra’ entre Sony y Microsoft; y, más recientemente, a convertirla en una empresa más simpática en la que sus ejecutivos se convertían tiraban de humor, memes o marionetas para presentar sus novedades.

Según el comunicado de prensa oficial, Iwata ha fallecido el pasado 11 de julio por un crecimiento de las vías biliares. Sus problemas de salud ya se habían mencionado previamente en 2014, cuando no pudo asistir personalmente a la feria del E3 tras haberse sometido a una cirugía para extirpar un tumor en el conducto biliar.

Tras de sí, deja un montón de títulos para la historia del videojuego. Hijo del alcalde de la ciudad de Sapporo, en Japón, los intereses de Iwata iban por un camino muy diferente. Desde niño se interesó por la programación y los videojuegos, que ya producía durante sus años en el instituto. Más tarde, se titularía en Ciencias de la Computación y empezaría a trabajar en HAL Laboratories como programador freelance.

Su relación con Nintendo empezó ahí, pues HAL trabajaba muy de cerca con la empresa. En 1983, se convirtió en el coordinador de software de HAL y trabajó en sus primeros grandes éxitos: Balloon Fight, EarthBound y creó a Kirby, ese simpático monstruo rosa que se lo come todo y que a día de hoy sigue publicando videojuegos (Kirby y El Pincel Arcoíris, el último de momento, se publicó en Wii U el pasado mayo). En 1993, con HAL al borde de la quiebra, fue designado presidente y consiguió estabilizar sus cuentas. En 1995, aún fuera de Nintendo, participó en el desarrollo de Pokémon Oro y Plata para Game Boy (creó un set de compresión para meterlo en los limitados cartuchos de la época) y de Pokémon Stadium para Nintendo 64.

El salto definitivo de Iwata a Nintendo se produjo en el año 2000, cuando empezó a dirigir la división de estrategia de la empresa. Duraría poco en este puesto, pues en el año 2002, fue designado para sustituir al histórico Hiroshi Yamauchi, convirtiéndose en el cuarto presidente de la compañía y el primero ajeno a la familia Yamauchi. Bajo su mandato, Nintendo se recuperó de las bajas ventas de Game Cube y volvió a ser un gran contendiente con Nintendo DS y luego con Wii, que suman entre ambas unos 255 millones de dispositivos vendidos en el mundo y que llevaron los videojuegos a otras personas más allá de los jugadores habituales.

Iwata deja atrás una compañía muy diferente a la que recibió. Nintendo sigue siendo la reina de las portátiles con Nintendo 3DS, aunque su imperio se haya mermado debido al avance de los smartphones. En la sobremesa, Nintendo es la alternativa a PlayStation 4 y Xbox One con Wii U, que no ha replicado el éxito de su predecesora, pero que ha servido de campo de prueba para los Amiibo, unas figuritas de plástico que representan a diferentes mascotas y personajes de Nintendo que usan un chip NFC para comunicarse con las consolas y que han vendido ya cerca de 10 millones de unidades.

La medida más importante tomada por Iwata, sin embargo, en los últimos meses ha sido el anuncio de que Nintendo desarrollará videojuegos en paralelo para sus consolas y para dispositivos móviles con ayuda de la empresa japonesa DeNA. Fue algo que muchos encontraron peligroso y que mermaría la calidad de los títulos y de la imagen de la empresa, pero que aún está por ver. Sin duda, este es el legado más reciente de Iwata a nivel empresarial.

A nivel humano, Iwata ha dejado detrás un gigantesco número de estampas cómicas. Ya fuera de manera voluntaria o involuntaria, el presidente de Nintendo se convirtió en un ‘meme’ en sí mismo gracias a sus Nintendo Direct y sus entrevistas con desarrolladores de la empresa en ‘Iwata Ask’, donde mostró su lado más de programador y gamer que parecía haber dejado atrás tras tantos años como CEO de Nintendo.

Ya fuera por su acento hablando en inglés, por pelear contra su semejante, Reggie Fils-Aime, Presidente de Nintendo América; por salir a hablar de Donkey Kong con unos plátanos en la mano; o por convertirse en una marioneta, como ha hecho en la pasada feria del E3; Satoru Iwata consiguió desquitarse de esa imagen de ejecutivo estirado que tanto abunda en la industria del videojuego y pasar como un jugador más que hace chistes sobre sus obras, anunciándolas con gracia y sabiendo reírse de uno mismo.

El futuro de Nintendo es ahora incierto tras su muerte. Junto con la confirmación del desarrollo de videojuegos para smartphones, Iwata también anunció una nueva plataforma de videojuegos, que de momento se llama solo Project NX, pero que iba a aunar una nueva plataforma de servicios heredera del Club Nintendo con un desarrollo conjunto con smartphones. Los rumores decían que iba a ser una consola Android, pero luego se desmintieron, así que NX sigue envuelta en el misterio.

Las reacciones a su muerte no se han hecho esperar e Internet ya está lleno de muestras de cariño hacia el creador de Kirby y el presidente que sacó a Nintendo del ‘bache’ de Game Cube para volver a convertirla en la compañía que impresionó al mundo con un nuevo juego de Mario, con nuevas formas de jugar y con un catálogo único y hecho de una manera que ahora casi parece tradicional: sin excesivos contenidos descargables, más centrados en jugar en el salón con amigos que mediante conexiones online y con personajes regordetes, coloridos y no violentos que contrastan con la apabullante popularidad de sagas como Call of Duty.

Muchos dicen que Satoru Iwata fue una rareza como CEO de Nintendo porque era programador en origen, pero como él mismo decía, era un gamer en el corazón; y eso parece haber tenido más peso durante sus últimos años a la hora de comunicarse con la enorme base de seguidores de Nintendo. Su pérdida es una auténtica tragedia para la industria, no solo por su juventud, también por tratarse de un sector que no está todavía acostumbrado a perder grandes figuras.