Dice un viejo proverbio italiano que una buena reputación es como un ciprés que, una vez cortado, jamás da ya ramas. Eso es lo que pasa en las redes sociales, donde algunos famosos están tirando por la borda la imagen pública que se habían trabajado durante años.

Otras celebridades, en cambio, saben gestionar su imagen personal con sabiduría, lo que les está proporcionando la satisfacción de comunicarse sin intermediarios con decenas de miles de seguidores ávidos de conocer cualquier aspecto de su vida privada o profesional, pero también de hincarles el colmillo al menor desliz.

La cuestión es que las redes sociales están permitiendo que algunos famosos sean más accesibles que nunca, de tal modo que cualquiera puede fisgonear en internet y observar a Lady Gaga fotografiándose sin maquillaje con su BlackBerry; al director de cine Álex de la Iglesia, confesando que tiene falta de riego y borrachera de sobremesa, o a Gerard Piqué, exclamando que hacía años que no disfrutaba tanto con una película como con Intocable, lajavascript:cargarFckEditor('pTexto'); comedia francesa protagonizada por François Cluzet.

La pregunta que queda en el aire es si los famosos españoles son conscientes de la importancia que han adquirido las redes sociales y, también, si están gestionando adecuadamente su buen nombre en internet. "Que las celebrities tengan muchos seguidores en las redes sociales es normal. No los tienen por hacerlo muy bien, sino simplemente por ser famosos", lanza Pedro Rojas, profesor universitario de marketing digital y uno de los mayores expertos en este campo.

Y es que, prosigue este experto, "lo que acaba llegando a la opinión pública son anécdotas pintorescas tintadas del mismo amarillismo que crea audiencias millonarias en televisión; hay gente que aguarda pacientemente a que un famoso se equivoque para difundir su error y verlo caer", comenta el autor de Community management para dummies (Planeta) con relación a las polémicas que han salpicado, entre otros, a Alejandro Sanz (tras escribir "buestra" en lugar de "vuestra"), Paulina Rubio (muy criticada también por sus faltas de ortografía), Arturo Pérez Reverte ("Por cierto, que no se me olvide. Vi llorar a Moratinos. Ni para irse tuvo huevos", anotó) o a Jordi González ("Telebasura, tu puta madre, guapa", contestó a una de sus seguidoras en Twitter, aunque luego se disculpó).

Otras caras conocidas, en cambio, no han pasado por este vía crucis y están disfrutado de la cara amable de las redes sociales. Muchas de ellas, incluso parecen estar pasándolo bien, caso de Risto Mejide, a quien el lema que emplea en Twitter ("Si cuando hablas nadie se molesta, eso es que no has dicho absolutamente nada") le ha procurado 800.000 seguidores (a fecha de mediados de mayo) en esta red social.

Mejide se muestra condescendiente con hacer publicidad en las redes sociales, siempre que no sea encubierta, algo cada vez más habitual. Al respecto, tanto en EE.UU. como en Gran Bretaña, se ha puesto de moda que las celebrities cedan sus cuentas de Twitter a cambio de grandes sumas de dinero. Según The New York Magazine, la actriz Kim Kardashian se embolsa 7.600 euros por cada minimensaje en el que recomienda un producto, y el rapero Snoop Dogg cobra 6.100 euros por un anuncio que no lo parezca. Mejide encadena una serie de reflexiones. La primera de ellas es que las redes sociales "se están convirtiendo en el sexto poder (el quinto, a decir de muchos, sería internet)". "Yo mismo –asegura– vendo más que muchos periódicos". La segunda idea es que cada persona es al mismo tiempo una marca: "La cuestión es si decides gestionarla tú mismo o dejas que te la lleven los demás".

De esto último se ocupa, por ejemplo, Xavi Menós, quien se encarga de administrar la reputación digital de la cantante Shakira, de la experta en moda Nina García y de la escritora Elvira Lindo. Cuando Menós se hizo cargo de los contenidos digitales de la creadora del Waka waka, hace alrededor de cuatro años, la cantautora colombiana tenía 150.000 seguidores en Facebook y no disponía de cuenta en Twitter. Ahora, Shakira dispone de 43 millones de fans en Facebook y otros 16 millones de seguidores en Twitter.

Según explica Menós –quien además es un excelente fotógrafo y autor del documental 'El héroe', donde repasa las vivencias de las madres de los soldados hispanos muertos en la guerra de Iraq–, su trabajo consiste en estar conectado 24 horas, siete días a la semana. "Mi trabajo consiste en ser un camaleón y transformarme en alguien en concreto. La clave es saber en qué momentos del día cada tipo de contenido (consejos, fotos, vídeos, etcétera) tiene más éxito y también medir sus consecuencias para perfilar mejor los siguientes mensajes", apunta Menós.

"Si tuviera que definir en pocas palabras qué es un community manager, diría que viene a ser una mezcla entre el pregonero de toda la vida, caso de mi abuelo, que fue alguacil en Sudanell (un pequeño pueblo de Lleida), y un periodista electrónico", señala Menós sobre una profesión que ha pasado a ser el sueño de muchos jóvenes y que viene a ser una evolución natural de los antiguos jefes de prensa, pero también de los tradicionales asesores de imagen y de los relaciones públicas.

Algunos sociólogos y psicólogos ya han llegado a la conclusión de que no somos lo que creemos ser, sino lo que los demás piensan que somos. Es el caso de K. Ann Renninger y Wesley Shumar, quienes, en el libro 'Building Virtual Communities', constatan que asumir múltiples identidades y máscaras en internet se está convirtiendo en algo más que una moda.