El mindfulness es una de las tendencias en alza en la actualidad para todos aquellos que buscan una vida más equilibrada y feliz. Muchos han llamado a esta disciplina la 'meditación occidental', por compartir muchas de las ideas de armonía y equilibrio físico, mental y emocional que constituyen la base de esta práctica milenaria en las civilizaciones asiáticas.

El mindfulness tiene como objetivo alcanzar un estado de concentración o conciencia plena del momento. Mediante el uso de diversas técnicas y herramientas, podemos aprender a prestar una atención total a nuestro cuerpo y lo que le ocurre. Dolores físicos, tensiones emocionales, sentimientos agradables o desagradables que nos acompañan en cualquier momento de nuestra vida diaria. La práctica del mindfulness nos enseña a observar esos sentimientos y nos dota de las habilidades psicológicas necesarias para manejar esas situaciones.

Mindfulness y meditación

El mindfulness requiere, pues, un profundo conocimiento de nuestro mundo interior. El primer paso parece sencillo: observar y reconocer nuestras emociones. La cuestión no es valorar si esas emociones son adecuadas o no. Los sentimientos no tienen un contenido de valor en sí mismos, se los otorgamos las personas con nuestros actos.

Esto nos lleva directamente al segundo paso del mindfulness: aprender a controlar nuestras emociones, buscando un equilibrio mental para una vida mucho más saludable. En este sentido, debemos tener en cuenta que el mindfulness trabaja con un concepto de control distinto al que estamos habituados. Sin embargo, es una de las ideas más básicas para aprender a disfrutar de una vida más feliz.

La premisa es simple: como persona, carezco de control sobre las acciones, opiniones o sentimientos de los demás. Si no entiendo esta afirmación y trato de cambiar este hecho, es muy normal que aparezcan sentimientos de frustración, ansiedad, insatisfacción o incluso culpabilidad. No podemos controlar a los demás, pero si tener control sobre las propias emociones. Desde esa perspectiva calmada, podemos decidir qué hacer cuando las acciones de otras personas nos incomoden, por ejemplo, y pasar a la acción siendo totalmente conscientes de la situación.

Esta observación sin prejuicios ni valoraciones morales acerca mucho al mindfulness a la meditación tradicional. Volver la mirada hacia el interior siempre es el primer paso. La meditación nos enseña a conocernos a nosotros mismos, pero la decisión de qué hacer al respecto con esa realidad es totalmente nuestra.

¿Puede ayudar el mindfulness a los niños?

Estos conceptos de inteligencia emocional pueden parecer demasiado complejos, pero estudios recientes han demostrado su eficacia en niños desde cuatro o cinco años de edad. Según Rodrigo Pérez Galindo, vocal de la Asociación Española de Mindfulness y Compasión (AEMIND), "la aplicación del Mindfulness en Educación tiene el potencial de mejorar la atención de los alumnos y la capacidad para focalizar, mejorar la memoria, la autoaceptación, habilidades de autogestión y autoconocimiento".

En España, esta asociación impulsa el proyecto Escuelas Conscientes (ECC), centrado en la aplicación del mindfulness en la infancia. También encontramos iniciativas a nivel europeo como el Mindfulness in School Project (MisP), iniciado en 2007 y presente ya en 12 países. Incluso la prestigiosa Universidad de Cambridge cuenta con un centro específico dedicado a esta disciplina, el Oxford Mindfulness Centre.

Pero, ¿cómo pueden entender los niños conceptos tan abstractos? En primer lugar, pone una gran atención sobre el lenguaje no verbal y en este aspecto, los niños son auténticos expertos, recuerdan desde Sapos y Princesas.

Cuando hablamos de mindfulness para público infantil, el terapeuta debe prestar especial atención a sus palabras -así como a otros elementos no verbales como el tono, la expresión, los gestos, etc.- para conseguir transmitir el mensaje de forma adecuada.

Aprender a vivir sin estrés

Para terminar, recordemos que el mindfulness, en el fondo, nos habla de un consejo muy antiguo: tomarse las cosas en su justa medida. Las emociones tienen el poder que nosotros las otorgamos. Aprende lo que puedas de las malas experiencias, pero no las conviertas en un fracaso personal. Disfruta de los buenos momentos y preocúpate solo lo necesario, por aquellas cosas que sí puedas solucionar y que sean realmente importantes.

No olvides que, en ambos casos, se trata de etapas o momentos puntuales dentro de una trayectoria vital mucho más amplia. Vive el momento. El secreto de la felicidad está en la sencillez.