Un estudio reciente sugiere que la estructura familiar, incluyendo un horario regular para acostarse y comer, y limitación del tiempo que se pasa frente a los dispositivos de pantallas, parece estar vinculada a una mejor salud emocional en niños en edad preescolar, lo que podría reducir las posibilidades de obesidad.

"Este estudio proporciona más pruebas de que las rutinas para los niños en edad preescolar están asociadas con su desarrollo saludable y podrían reducir la probabilidad de que estos niños sean obesos", afirma la autora principal del trabajo, Sarah Anderson, de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos.

Los investigadores de este estudio -que se publica en 'International Journal of Obesity'- señalan que se trata del primer trabajo que examina las conexiones entre las rutinas de la primera infancia y la autorregulación y su posible asociación con problemas de peso en los años preadolescentes.

Los investigadores evaluaron tres rutinas domésticas cuando los niños tenían 3 años de edad: horarios regulares de irse a la cama y comer y si los padres limitaban el tiempo que pasaban frente a la televisión y viendo películas a una hora o menos diariamente. Luego, compararon esos informes con los de los padres sobre dos aspectos de la autorregulación de los niños a esa misma edad.

Por último, investigaron cómo las rutinas y la autorregulación funcionaron conjuntamente para tener un impacto en la obesidad a los 11 años, definida en base a criterios internacionales. La investigación incluyó a 10.955 niños que forman parte del 'Millennium Cohort Study', un estudio a largo plazo de una población diversa de niños nacidos en Reino Unido desde septiembre de 2000 hasta enero de 2002.

A los 3 años, el 41 por ciento de los niños del análisis tenía siempre una hora normal a la que solía acostarse, el 47 por ciento siempre tenía una hora regular de comida y al 23 por ciento se le limitaba a una hora o menos al día el tiempo dedicado a ver la televisión y vídeos. A los 11 años, alrededor del 6 por ciento era obeso.

Las tres rutinas de los hogares se asociaron con una mejor autorregulación emocional, una medida basada en las respuestas de los padres a preguntas tales como la facilidad con la que el niño se frustra o se excita. Los niños con mayor desregulación emocional presentaban más probabilidades de ser obesos más tarde. "Vimos que los niños que tenían más dificultades con la regulación de la emoción a los 3 años también eran más propensos a ser obesos a los 11 años", afirma Anderson, profesor asociado en el Colegio de Salud Pública de la Universidad de Ohio.

Anderson y sus colegas también detectaron que la ausencia de una hora de acostarse regular en la etapa preescolar era un predictor independiente de la obesidad a los 11 años. El riesgo de obesidad aumentó incluso cuando los niños "normalmente" tenían una hora de acostarse regular, en contraposición a "siempre". El riesgo era mayor para aquellos que registraban la menor cantidad de consistencia en sus horas de acostarse.

La persistencia e independencia de los niños a la edad de 3 años -otro aspecto de la autorregulación- no estaba relacionada con el riesgo de obesidad ni tampoco las rutinas asociadas con estos aspectos de la autorregulación. Estos hallazgos se basan en la investigación anterior de Anderson y sus colegas que muestra una asociación entre la hora temprana de acostarse en los niños en edad preescolar y la disminución de las probabilidades de obesidad más tarde.

Trabajos anteriores publicados en 2010 sobre una muestra nacional de Estados Unidos mostraron que la prevalencia de la obesidad era más baja para los niños que dormían las horas suficientes, tenían límites en el tiempo que pasaban frente a las pantallas y comían las comidas con sus familias.

"Esta investigación nos permite entender mejor cómo las rutinas de los niños pequeños alrededor del sueño, las comidas y el tiempo de visualización de pantallas se relacionan con su regulación de la emoción y el comportamiento -subraya Anderson-. El gran estudio basado en la población 'UK Millennium Cohort Study' ofreció la oportunidad de examinar estos aspectos de la vida de los niños y su impacto en el riesgo futuro de obesidad".

"El sueño es muy importante y es fundamental para los niños en particular. Aunque hay mucho que no se sabe todavía sobre cómo el sueño afecta al metabolismo, la investigación cada vez encuentra más conexiones entre la obesidad y el sueño pobre", afirma.

Aunque es imposible a partir de este trabajo demostrar que las rutinas previenen la obesidad, "recomendar rutinas regulares a la hora de acostarse es poco probable que cause daño, y puede ayudar a los niños de otras maneras, como a través de la regulación emocional", afirma Anderson.

Pero las presiones familiares que compiten con este planteamiento, como los horarios de trabajo de los padres, no siempre permiten la consistencia, reconoce Anderson. "Como sociedad debemos considerar qué podemos hacer para facilitar que los padres interactúen con sus hijos de manera que apoyen su salud y la de sus hijos", propone.