En Europa se comunican anualmente alrededor de 40.000 casos de intoxicaciones alimentarias, que causan unas 3.300 hospitalizaciones y alrededor de 20 fallecidos, explica la doctora Julia Ocón, miembro del comité gestor del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Con el comienzo de las vacaciones estivales aumentan las toxiinfecciones por el aumento de las temperaturas y descuido en el almacenamiento y preparación de los alimentos.

La doctora, que es especialista de Área del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza, recuerda que "en la mayoría de los casos son consecuencia de un tratamiento incorrecto de los alimentos durante su obtención, trasformación, almacenamiento y preparación".

Las intoxicaciones alimentarias son enfermedades causadas por el consumo de agua o alimentos contaminados por gérmenes patógenos que, además de reproducirse, pueden producir toxinas.

Los principales grupos de microorganismos causantes de toxiinfecciones alimentarias en nuestro medio en el verano son la 'Salmonella', 'Campylobacter', 'Escherichia Coli', las toxinas bacterianas del 'Bacillus, 'Clostridium' y 'Staphylococcus' y algunos virus como el grupo de los norovirus.

"Se consideran alimentos de alto riesgo a aquellos alimentos frescos que contienen gran cantidad de agua como las frutas y verduras y los alimentos ricos en proteínas como las carnes, pescados, mariscos, huevos, mayonesas, lácteos y derivados como cremas y natas", añade.

Grupos vulnerables

Hay que extremar la precaución con los lactantes, niños pequeños, mujeres embarazadas, ancianos, pacientes con enfermedades crónicas y/o con el sistema inmune deprimido, ya que es la población más vulnerable a la sintomatología son los que presentan mayor índice de morbimortalidad.

El periodo de incubación puede variar de entre 12 y las 72 horas, con una duración del proceso muy variable que puede producirse en cuestión de horas hasta una semana, dependiendo del germen causal.

Síntomas

Los síntomas también varían, aunque fundamentalmente son problemas digestivos: nauseas, vómitos, diarreas, dolor abdominal y a veces también es frecuente que aparezca fiebre. En muchos casos, según esta experta "es precisa la hospitalización debido a una situación de deshidratación, alteraciones electrolíticas, insuficiencia renal, afectación sistémica y 'shock' que, incluso en casos extremos, pueden llegar a ser mortal".

Tratamiento

En caso de padecer alguno de estos síntomas, se debe acudir al médico de Atención Primaria para realizar una evaluación clínica general, valorar la severidad del proceso y el posible traslado a un hospital, prescribir un tratamiento médico y tomar muestras para análisis de microbiología (coprocultivo).

Uno de los principales riesgos a tener en cuenta es la deshidratación, "por lo que el tratamiento irá encaminado a prevenir o corregir la deshidratación con una rehidratación precoz, si es posible por vía oral en el domicilio o por vía venosa en el hospital", señala.

El tratamiento se centra en la dieta, ya que es importante reducir la estimulación de las secreciones gastrointestinales y ralentizar la velocidad del tránsito intestinal. "En las primeras horas se aconseja cierto reposo digestivo aunque el aporte alimentario debe mantenerse, en particular en el sujeto desnutrido", añade.

Asimismo, se deben suprimir los alimentos que contienen fibra insoluble (frutas, verduras, cereales integrales y legumbres), leche, grasas, café, alcohol, chocolate y zumos de frutas muy azucarados. Se recomienda el consumo de alimentos como el arroz, patata, zanahoria, manzana no cruda, yogur, pescado, pollo y pavo hervido.