Los ronquidos y las apneas del sueño en la infancia son dos trastornos que deberían ser motivo de preocupación para los padres, debido a las graves consecuencias en las que pueden desembocar si no se tratan adecuadamente.

Son causados, principalmente, por la presencia de vegetaciones (adenoides) o por amígdalas hipertróficas, que obstruyen el paso del aire por la nariz o la faringe, dificultando la respiración.

"Si el problema persiste en el tiempo, ocasiona un sueño desestructurado: el niño duerme mal, se levanta cansado por la mañana y puede tener dificultad para concentrarse", explica el doctor Manuel Estévez, otorrinolaringólogo del Hospital Meixoeiro de Vigo, licenciado por la Universidad de Navarra y especialista, entre otros ámbitos, en otorrinolaringología infantil y otoneurología.

El hecho de respirar con la boca abierta de forma continuada por un problema obstructivo puede originar, además, una deformación del paladar y la estructura facial. "Son niños que tienen un paladar ojival y lo que denominamos facies adenoidea; es decir, caras muy alargadas con las arcadas dentarias cerradas y el paladar duro hundido. Normalmente, cuando les sale la dentadura definitiva, las piezas quedan montadas, lo que acarrea la necesidad de colocar una ortodoncia por haber respirado mal durante el periodo en el que se ha estado formando el maxilar superior", añade el doctor Estévez.

Alteraciones hormonales

En el caso de las apneas del sueño (interrupciones del flujo respiratorio que duran segundos pero producen desaturaciones de oxígeno en sangre), pueden incluso provocar alteraciones hormonales, concretamente un déficit en la segregación de la hormona del crecimiento, ya que su producción se lleva a cabo fundamentalmente en las fases más profundas del sueño.

Para tratar estos trastornos, es preciso individualizar cada caso para conocer la causa precisa y aplicar la solución correspondiente. "Cuando se trata de una causa obstructiva clara, como son las vegetaciones o las amígdalas hipertróficas, la mejor opción es la extirpación. En este caso se puede hacer una exéresis completa de la amígdala o bien una reducción de su tamaño mediante un bisturí de radiofrecuencia. Este bisturí produce un corte no mecánico y sus ventajas fundamentales son un menor sangrado intraoperatorio, menos dolor postoperatorio y una recuperación más rápida", describe el otorrinolaringólogo.

Si, por el contrario, el trastorno es causado por una rinitis alérgica, el tratamiento irá orientado a tratar dicha alergia con antihistamínicos y esprays para la nariz.

En la infancia es frecuente padecer de otitis por repetición, sobre todo durante el otoño y el invierno por la gran incidencia de procesos catarrales. La causa de esta dolencia es, principalmente, la acumulación de moco en el oído, que también puede desembocar en un problema de hipoacusia "leve y, además, reversible".

La acumulación de moco dentro de la caja timpánica ocasiona una amortiguación del paso del sonido, de tal forma que la onda sonora que llega al oído interno llega muy disminuida. "Esta hipoacusia es transitoria, y cuando desaparece el problema que la está originando, se recupera totalmente la audición -señala el doctor Estévez-. Sin embargo, hay que tener en cuenta que entre los 2 y los 4 años se da la fase de adquisición del lenguaje, por lo que es fundamental que el niño tenga una buena audición para adquirir un adecuado desarrollo del lenguaje y una buena dicción. Muchos niños que tienen dificultades para pronunciar o un retraso del lenguaje tienen problemas de mala audición que en muchos casos están causados por la acumulación de moco en el oído".

Cuando el moco en los oídos es puntual, derivado de un proceso catarral, se trata a través de lavados nasales con suero fisiológico o agua marina, y en ocasiones con esprays nasales o antihistamínicos. "Si permanece durante un largo periodo de tiempo, en ocasiones hay que recurrir a la colocación de drenajes transtimpánicos para conseguir evacuar el moco del oído y que de esta forma ventile de forma natural. Son unos pequeños tubos que se colocan en los tímpanos y caen por sí mismos en un periodo de tiempo de entre seis meses y un año", aclara el otorrinolaringólogo.