Será porque en España, dicen los expertos, buscamos la mitad de curvas que en Estados Unidos, porque antes de llevar una tanga a la playa hacemos topless, o porque no me cuadra con la que está cayendo, pero lo cierto es que el último éxito en retoques me ha dejado con la boca abierta.

Todas quieren un Brazilian Butt-lift. O lo que es lo mismo, un culete respingón. Aunque la técnica lleva un tiempo, confieso que jamás pensé que el aumento de glúteos cuajara en nuestro país, que, aunque en otros aspectos no goce precisamente de discreción, en cuestión de estética está en el top del ranking.

Cierto es que desde hace años proliferan los aumentos de mama, pero la talla deseada no supera una 90 de media, frente a la 100 habitual al otro lado del charco; o que más de un doctor aumentó unos cuantos labios con demasiada alegría, pero alejadas de las bocas amorcilladas de otros países. De ahí a ponernos un señor culo, hay un trecho.

Sin embargo, la técnica que se ha disparado en los últimos meses según el Dr. Federico Pérez de la Romana, Cirujano Plástico de Alicante es retocarse la retaguardia y lucir un trasero a lo J Lo o Kim Kardashian. El procedimiento poco tiene que ver, dicen los expertos, con colocar unas prótesis evidentes y a menudo poco naturales: con o sin ellas, lo que hoy se hace es poner grasa. Grasa propia, la que sobra, extraída mediante una liposucción de allí donde molesta (abdomen o caderas. Delgadas, abstenerse), para matar dos pájaros de un tiro, con el objetivo de agrandar, levantar, o los dos. Es lo que se llama Lipofilling.

El cirujano aconseja de 200 a 400 gr de grasa por nalga, aunque si se combina con prótesis (existen las dos opciones), la cantidad podría reducirse a la mitad. Lo mejor, dicen, es la naturalidad a la vista y al tacto. Los precios dependen de la técnica: de 5.000 a 7.000 euros.