Son muchos los parásitos que pueden afectar a nuestro gato y causarle auténticos problemas. Obviamente, el riesgo de contagio es mucho mayor en el caso de los gatos callejeros, pero esto no significa que aquellos que permanecen en el interior de las viviendas estén exentos de peligro.

Los más habituales son de tipo externo, como pulgas y garrapatas, los cuales les provocan importantes picores que pueden derivar en heridas en la piel, en el caso de no detectarse a tiempo. Sin embargo, también es posible que estos pequeños compañeros felinos sean víctima de parásitos internos, cuyo descubrimiento puede ser más complicado.

Es el caso de las tenias y las lombrices. Las primeras se contagian a partir de las pulgas, mientras que las lombrices intestinales son transmitidas por la gata madre a sus pequeños. Es a través de las heces como los gatos infectados hacen proliferar este tipo de parásitos, los cuales pueden apreciarse al tratarse de pequeños filamentos blanquecinos.

Dado el alto riesgo de contagio es necesario prestar mucha atención a nuestros gatos y a sus deposiciones, además de adoptar medidas preventivas a través de comprimidos o pipetas. En el caso de creer que nuestra mascota puede estar afectada, hay que deshacerse de ellos lo antes posible para evitar malos mayores.

Tos, dificultad para respirar o incluso vómitos y diarrea son algunos de los síntomas ante los que debemos alertarnos. También en el caso de que el gato tenga la barriga hinchada o presente un aspecto desaliñado. En cualquiera de estas situaciones hay que acudir urgentemente al veterinario para que le realice un chequeo completo y nos indique cuáles son los medicamentos a los que debemos recurrir.