El anuncio del nuevo disco despertó la curiosidad de sus incondicionales. María Nieves Rebolledo, Bebe, la cantante y actriz extremeña que arrasó hace diez años con 'Malo', su grito contra el maltrato, o 'Ella', toda una inyección de autoestima femenina, la que cautivó con sus letras sinceras y su voz desgarrada y acabó superada por el éxito, volvía a la carga.

Su cuarto álbum, de elocuente título, 'Cambio de piel', y la nota de su discográfica avanzaban "una Bebe diferente". Eso, que suena a tópico en tantos lanzamientos musicales, añadía interés en el caso de esta mujer temperamental, cuya impulsividad le ha acarreado algún disgusto en el pasado. En diciembre del 2011, la presentación de 'Un pokito de rock and roll' acabó con insultos a los periodistas presentes, lo que encendió las redes en su contra e hizo que el disco pasara inadvertido. La polémica queda lejos y a ella no le apetece removerla, pero lo cierto es que desde entonces no ha ofrecido nuevos temas.

La artista llega a la cita con el Magazine, en un céntrico hotel madrileño, con su hija Candela, de 5 años, casi una réplica suya, con igual melena larga y oscura y similar aire desenfadado. Sonríe, saluda afectuosa y desde el primer momento se muestra cauta al responder: "La gente malinterpreta las cosas... hay que ir con cuidado".

-¿Qué le llevó a reaccionar así contra la prensa? ¿Estaba desbordada y estalló?

-Qué va, yo estaba a gusto, me sentía entre amigos. Pero acababa de cantar cuatro temas, estaba con la adrenalina arriba. No era momento para preguntas de la prensa. Siempre pido un margen de unos 20 minutos, para rebajar esa energía del directo. Luego, cuando vi las imágenes, me di cuenta: yo estaba fuera de mí totalmente. Pensé en mi madre, que siempre me ha dicho: ten cuidado con el rostro, que a veces no expresa lo que sientes realmente. Pero ya pasó. No quiero darle más caña a este tema.

-De todo se aprende.

-Todos nos equivocamos, y más si estamos expuestos. Uno debe darse cuenta de que a veces comete errores sin intención. Madre mía, si yo no pretendía insultar a nadie.

-El disco sufrió las consecuencias€

-Sí, nadie hablo de él.

-¿Eso la impulsó a hacer cambios en su vida? ¿Esa renovación de la que habla?

-En estos tres últimos años han pasado muchas cosas en mi vida. En parte, a raíz del incidente, necesité hacer un cambio total, empezar de cero, pero de verdad. Y es lo que siento que hecho. Miro de conseguir la calma, la templanza, y cada vez lo logro más. Eso te lo dan los hijos. Aprender a relativizar, a tomar perspectiva de las cosas.

-¿Demasiado intensa?

-¡Uy, ja ja, demasiado! Tiene sus pros y sus contras. Las cosas duelen, y no puedes evitarlo. Como la ruptura con alguien amado para ti; cuando hay hijos es difícil y doloroso. Estás unido de por vida.

-¿Siempre se desnuda en sus letras?

-Sí, sí, son mis reflexiones, lo que yo siento. Mis canciones son una cura, una terapia€

-¿Este disco refleja más alegría?

-Sí, porque desde que tuve a mi hija para mí es importante lo que expongo. Si cuando sea mayor quiere hacer una lectura de todo esto, quiero que sepa quién soy. Cada disco es fruto de un momento, y en este me apetece liberar peso. En el segundo disco, mi voz era susurrante; en el tercero tenía más rabia, y en este las canciones se abren, sin pudores, sin prejuicios. Me he dicho: ¡vale ya, vamos a relajarnos!

-¿Quiere disfrutar más, con menos presión?

-La autocrítica a veces es demasiado dura, cuando no es constructiva. Nosotros podemos ser nuestros mayores enemigos. Y yo estoy muy feliz. Bueno, siempre lo he sido.

-No daba esa imagen.

-Pero es que la imagen... Cuando conversas con periodistas, te desvías y a veces hablas de cosas que no deberías... Pero eso ya pasó. Estoy contenta y tranquila... ¡Dentro de lo tranquila que puedo estar con todo esto!

-¿Intuye que el disco será bien recibido?

-No lo sé, nunca he tenido pálpitos con estas cosas. Estaba satisfecha con el anterior, y ya ves... Ante todo quiero estar serena, no estropearlo, porque yo soy muy impulsiva y a veces las emociones pueden traicionarte. Espero que me miren con menos prejuicios, eso sí, como yo miro a los demás.

-¿Le cuesta componer?

-En absoluto, para mí escribir es una necesidad vital, desde niña. Sacas tus ideas fuera y toman otra perspectiva. Es perfecto para comunicarse con uno mismo. El proceso del estudio es distinto; me meto de lleno para lograr el mejor sonido. A veces, una canción cuesta, y otras, oyes dos notas y ya fluye. Con Todo lo que deseaba, mi chico tocaba en el coche cuando íbamos hacia nuestra nueva casa y surgió, sin más. De Respirar, en cambio, hicimos varias versiones y al final elegimos la primera.

-¿Siempre tuvo clara su vocación?

-La música siempre estuvo presente en mi hogar, tanto mi madre, maestra, como mi padre, que trabajaba en banca, eran aficionados. Pero yo nunca dije: quiero hacer esto, de hecho primero estudié arte dramático, es algo que fue surgiendo. La verdad es que soy afortunada. Siempre me he sentido así. Con mi familia y con la música, aunque al principio todo fue muy rápido.

-Su debut, Pafuera telarañas, vendió 800.000 copias, fue disco de oro en varios países; usted se llevó el Ondas, el Grammy y fue nominada al Goya como actriz y cantante. ¿Todo ese éxito la desbordó?

-Me superó, sí. Tuve que marchar una temporada sola, lejos, para sentirme anónima y nutrirme de nuevo. Fue una locura, tres años sin parar, no sabía en qué día estaba.

-Le crearon una imagen de mujer reivindicativa y políticamente incorrecta. ¿Al ver que no se ajustaba exactamente, que iba por libre, empezaron las críticas?

-Así fue, sí. Yo luchaba por mantener mi normalidad. Soy muy tímida, aunque no lo parezca. Con el tiempo todo se calmó, pero en aquel momento eran tantas las emociones que me desbordaron. Aunque todo lo que te pasa te hace ser como eres. Volvería a repetirlo todo. Soy un poco bruta, y equivocándome es como más aprendo.

-La llamaron perroflauta, drogadicta€ ¿Qué le ha dolido más?

-Que afectó a mi familia. Mi hermana me decía: "¿Por qué hay que aguantar esto?". Lo más gracioso fue lo de perroflauta. Ja, ja, ja. Nunca he sido de una tribu urbana. Me encanta la ropa y me arreglo más de lo que parece. También me han dicho punky, y eso sí lo soy, al menos de corazón.

-¿Cómo es Bebe en realidad?

-La gente cree que soy alocada, que no pienso las cosas... Soy mucho más clásica en mi corazón, en mi educación, de lo que parece. Pero cada uno interpreta lo que quiere. Mira, en una de las fotos del disco, llevo sólo un poncho y las piernas desnudas. Pues un buen día va y leo: "Esta chica siempre abierta de piernas". Buf, me quedé helada.. Nunca pensé en dar esa imagen, hay que ser rebuscado para interpretarlo así.

-¿En cualquier caso, el balance es positivo?

-Por supuesto¡ En realidad sólo tengo buenos recuerdos. ¡Cómo me voy a quejar¡ Si puedo viajar, y mi música se escucha en lugares que jamás imaginé. Aún me sorprende que lo que escribes en tu intimidad más absoluta llegue tan lejos y otros lo hagan suyo. Con el tiempo lo valoras aún más. Una amiga me hizo llegar un vídeo de un local, en China, donde se escuchaba Siempre me quedará. Eso me emociona.

-¿Qué disfruta más?

-El proceso de escribir, de grabar, me encanta. El directo lo disfruto si no es excesivo. Ahora quiero presentar el disco en teatros, con calma. Me apetece hacerlo bien, disfrutarlo, cuidar los detalles, lo que antes no pude hacer. He cambiado de mánager, de discográfica, de banda. Y me he quitado intermediarios, mejor tener las riendas de tus cosas. Prefiero ganar menos, pero saborear lo que hago. A mí me gusta mucho el orden. Para caos ya estoy yo.

-¿Qué es más difícil de afrontar, el éxito fuera de control o el fracaso?

-Pero ¿qué es el éxito y qué es el fracaso? Yo no considero que la gente a quien no se le oye tanto sea fracasada. Sólo uno mismo puede saber lo que desea en su vida.

Irrumpe en la sala Candela, corriendo, y Bebe se ilumina. "Te quiero, preciosidad", le dice Bebe. Es la hora del almuerzo, y le preocupa la comida de su hija, así que pide para ella "un pescadito a la plancha" mientras la cría sigue entretenida por el hotel.

-¿Tenía ganas de ser madre?

-¡Muchísimas! Me muero de amor por ella, la disfruto muchísimo. Y quiero más hijos.

-¿Qué le ha aportado la experiencia?

-Te das cuenta de lo esencial, dejas de mirarte el ombligo. Te ordena muy bien, de repente los días tienen más horas. Verla crecer me da una fuerza que no tenía. Con los niños no es posible rendirse.

-Cantó a la mujer maltratada. ¿Qué opina del resurgir del machismo entre jóvenes?

-Terrible. Lo he leído en algunos medios y no lo podía creer. Chavalas de 15 años a las que sus novios quitan el teléfono, controlan sus movimientos, les dan guantazos. Me quedé sobrecogida. Me parece superbárbaro que se trate así a la mujer. Eso se alimenta desde la educación. Hay que vigilar con lo que se inculca a los críos. Y nosotras también tenemos una responsabilidad.

-¿En qué sentido?

-Por cosas que permitimos a nuestras parejas. Cuando nos enamoramos somos superpermisivas. Claro que hay hombres maravillosísimos, que te aman y te cuidan, pero son más practicos, van a lo suyo. Nuestro ADN es distinto. Tenemos instinto de conservación, hemos nacido para dar vida; Su instinto es poner una semilla y guerrear. Yo tengo muy buenas amigas. Eso nos salva a las mujeres. Los hombres entran y salen, y entre nosotras debemos cuidarnos.

-¿Le duele la situación del mundo?

-Siempre me ha dolido. Todo es tan fuerte, tan injusto, tan salvaje...

-¿La ha sensibilizado aún más el ser madre y su relación con Hernán Zin, el periodista y escritor con quien produjo Nacido en Gaza, el documental nominado a los Goya?

-Al ser madre la sensibilidad se te abre a lo bestia. Hay cosas que ya no puedes ver ni leer, que te superan. Hernán ha conocido situaciones de pobreza extrema. Cuando filmaba en Gaza y veíamos las imágenes, yo le explicaba a Candela la situación, a su nivel, claro. Pero sí debe saber que no todos los niños tienen la suerte de vivir como ella.

-¿Es posible cambiar el mundo con la acción individual?

-Es la manera. Cada uno de nosotros debe ir moviendo las cosas, sembrando valores y cultura en su entorno. La educación es la base para cambiar el mundo. ¡Es tan tremendamente importante! La ignorancia es un arma terrible en nuestra contra. Que nuestros hijos no tengan acceso a buenos colegios, a la cultura, crea diferencias, y así estamos en manos de unos pocos. Los niños son quienes pueden cambiar el mundo.

-Su primera medida si fuese política.

-No, no, de política nada. Yo he venido a hablar de mi libro. Yo sólo tomo decisiones en mi casa. Es evidente que el tema de los refugiados me parece una locura. Hernán ha estado con ellos diez días en Hungría y Serbia y ha llegado muy tocado. Es un drama, como otros tantos de los que no se habla. Pero ya sabemos por qué no se resuelven.

-Por negocio.

-Pues eso.

-Y en cuanto al panorama musical, ¿que le falta y qué le sobra a este país?

-No soy nadie para decir a la gente lo que debe escuchar. Este es un país musicalmente muy vivo, aunque añoro buenos programas, como los de cuando yo era chica, tipo Tocata. Falta cultura musical, y encima la van quitando de las escuelas. La música es sanadora y no se valora como merece. Te vas a cualquier país centroeuropeo y hay bandas en la calle. Aquí, para empezar, no está permitido. Antes era distinto. ¿Qué nos pasa? Claro, la música mueve la cabeza; es educación al fin y al cabo.

-¿Qué le pide a la vida?

-Tan sólo€ seguir despertándome cada día con mi hija. (La voz se le quiebra al responder). Disculpa, es que para mí... Cada día es el último. (Le cuesta seguir. Emocionada, explica que ha vivido una pérdida familiar reciente, "repentina y terrible").

-Llorar alivia€

-Yo lloro mucho. Es muy sano, te hace ver mejor las cosas. A mi niña le digo: "Si tienes ganas de llorar, dímelo y te ayudo, te relajo€ ¡A ti que no te diga nadie que no llores".

-¿Siente miedo a la muerte?

-Yo siempre he sido superconsciente de ella, desde niña. Siempre me he dicho: "Igual me tropiezo hoy mismo, me doy un mal golpe y ya está". No temo morirme yo, sino el vacío que dejan los demás. Doy gracias a la vida por despertar cada día y estar sana.

-¿En qué cree?

-En la vida, en que el amor puede ablandar a la gente, puede reconciliar, pero para ello hay que querer mucho, ser generoso, cuidar el alma, cuestionarse y perdonarse. A mucha gente no se lo han enseñado. Mi familia, más que católica, ha sido muy espiritual y nos ha cultivado en ese sentido, lo que agradezco. En cambio, quien ha recibido desprecio no siempre puede autoeducarse.

-¿Cómo fue su infancia?

-Superfeliz, soy la cuarta de cinco hijos, dos chicas y tres chicos. Ahora lucho para que mi niña sea tan feliz como yo fui. Le digo que sea fuerte, aunque a veces duela. Y a la vez, que es maravilloso que sea tan sensible. Ser así te hace sentir de un modo que no perciben los demás.

-El amor y el sexo inspiran sus discos. ¿Qué lugar ocupan en su vida?

-Yo sin amor no soy nada. "El amor nos da la vida, y su ausencia nos mata un poco cada día", digo en Respirar. Todos lo necesitamos, y en cambio ves a tantas familias desunidas por tonterías. ¡Por eso he cambiado la piel! Y me he despojado de muchas cosas.

-¿Qué despierta ese monstruo interior del que habla en algunas de sus canciones?

La ira. No quiero ira en mi vida. Es un mecanismo de defensa necesario, pero si no la controlas es muy dañina.