Amparo Larrañaga proviene de una larga tradición de mujeres independientes "de esas que a algunos hombres les dan tanto miedo". Su abuela María Fernanda Ladrón de Guevara y su tía Amparo Rivelles no dudaron en hacerlas maletas para buscar nuevos cauces a sus carreras. Su madre, María Luisa Merlo, fue pionera en la puesta en escena de textos controvertidos, y ella gestiona su propia empresa teatral desde los 24 años, con su hermano Pedro. Actualmente encarna a una "cuarentona, pija y neurótica" en Hermanas. Lo curioso es que ella tiene escasa experiencia en el asunto.

"A ver -puntualiza-, tengo una hermana de cinco años-fruto del último matrimonio de su padre, el fallecido Carlos Larrañaga-, con la que no he podido compartir vivencias. Me he movido siempre en un mundo de chicos, y ahí los códigos son muy diferentes. Aunque con mis hermanos somos los mejores amigos y cada uno es el hombro del otro para llorar o compartir alegrías. Igual es que soy yo un poco chico, pero nuestro nivel de confianza es impresionante".

Eso sí, de pequeña lo vivía de otro modo, "porque ellos eran tres. O les comía yo, o me comían ellos. Pero como salí fiera, era yo la que los tenía controlados. Los hombres, de niños, son muy noblotes. Eso me facilitaba las cosas. Claro, lo que no aprendí es a jugar con muñecas, como no fuera a desguazarlas. Jugaba a los indios porque, hace 40 años, que ellos jugasen con muñecas no estaba bien visto; ahora da igual. Y había peleas en las que yo era una más; igual daba que recibía. Pura supervivencia".

Todo ese bagaje la ha ayudado al educar a sus dos hijos, varones. "Estoy muy orgullosa de los hombres de mi vida. Empezando por mi padre, con el que he vivido muy de cerca sus últimos diez meses de vida, que ha llevado con una dignidad impresionante. Para sus hermanos -Pedro, Luis Merlo, "pura sensibilidad y talento", y Kako- no tiene más que buenas palabras. Pero, subraya, como necesitaba una parte femenina de su edad, se buscó amigas "y tengo muchísimas. Incluso las ex de algunos hombres de mi familia. Yo a mi cuñada Maribel (Verdú), por ejemplo, le cuento cosas que no cuento a mi hermano Pedro, su marido. El hombre es menos expresivo, tiende más al secreto en sus cosas. Por carácter o lo que sea, hasta oculta sus dolores. No es que no lloren, pero lo hacen a escondidas. La comunicación entre chicas es más fluida".

Tal es así que, afirma sin complejos, se lleva mejor con las actrices. "Las mujeres creamos pocos problemas, en general, a la hora de trabajar. Los tíos son más raros, más especiales, algo más difíciles. Nosotras encaramos el trabajo de otra manera; nos distraemos con pocas tonterías".

A su juicio, la gran diferencia entre sexos se halla en la gestión del mundo emocional. "Ellos lo tienen todo en departamentos, como en cajas, y nosotras somos todo conexiones". Sobre la promiscuidad, "puede ser que el hombre lo sea más; le sale el rol cazador". Piensa que la mujer tiende a la espiritualidad, a la vida más tranquila. Y eso que las de mi edad nos la hemos complicado: trabajamos fuera; algunas con cargos importantes, atendemos a la familia. ¡Un sinvivir!".

A partir de cierta edad, afirma, la mujer, en materia amorosa y sexual, "empieza a jugar en otra liga", pero el hombre, en muchos casos, hasta mejora. "De hecho, me gustan más los de 50 que los de 20. En todo caso, eso de la invisibilidad de la madurez no me afecta mucho. El ser actriz y conocida produce en los tíos curiosidad y cierto morbo que viene muy bien y me evita esos agobios que veo en mujeres que se pasan el día con el bótox y los pinchazos. Yo, desde luego, no estoy dispuesta".

Precisamente por esta razón, al hombre de su edad lo ve más seguro que a las mujeres, "pero, en general, siguen siendo grandes inmaduros en muchas cosas, aunque se esfuercen. Han cambiado mucho e intentan adaptarse a los tiempos. Saben que no pueden hacer lo que les venga en gana y lo aceptan. Es lo que tiene la igualdad. Yo defiendo que hay que pagarles una pensión si te separas y ganas más que ellos, porque lo de ser iguales vale para todo, no sólo para lo que nos convenga a nosotras. Pero, vamos, tengo una amiga que dice que son el eslabón perdido. No estoy yo tan convencida".