Verónica Blume. Modelo de 34 años, es también profesora de yoga. Y ahora, bloguera en una web dedicada a temas relacionados con los niños y la crianza, "que es algo muy mío", y en otra de belleza, "pero tratada desde el interior", puntualiza. Madre de Liam, de ocho años –"es el papel que me sienta mejor"–, no tiene pareja y asegura estar aprendiendo a ser más realista y menos soñadora en el amor.

"Yo crecí convencida de que, al hacerme mayor, automáticamente, aparecería un hombre maravilloso, tendríamos un montón de hijos y seríamos felices para siempre", cuenta Verónica Blume. Hasta que la vida real la bajó de la nube. "Reconozco que he tenido fases en que, por desengaños, he estado enfadada con los hombres en general, pero me admira su capacidad para simplificar las cosas. Cuando hacen algo están en eso, nosotras vamos ligando constantemente una cosa con otra, tenemos un ruido en la cabeza que no se apaga nunca". Le gustaría, continúa, aprender del sentido práctico masculino. "Yo soy muy creativa, tengo mil ideas, me monto unos castillos maravillosos en el aire, pero no cojo los ladrillos y me pongo a construirlos".

Al mismo tiempo, esa simplicidad de los hombres puede llegar a resultarle "desesperante", dice. "Si hubiera un manual de instrucciones, el de la mujer sería una especie de enciclopedia, gorda y muy difícil de entender". Dicho así no parece algo positivo del carácter femenino. "Sí lo es, porque el hombre es demasiado básico", afirma.

Actualmente, y desde hace algún tiempo, vive sin pareja. Va aprendiendo, cree, a llevar mejor las relaciones: "Mi misión ahora es volverme más realista en el amor, porque la carga emocional que conlleva te condiciona en el trabajo, en la manera de rendir en la sociedad, en tu grupo de amigos. Las mujeres nos entregamos demasiado, tenemos que despertar".

No sabría explicar los motivos de sus rupturas, seguramente muchos distintos. Lo que tiene claro es que suele enamorarse de un mismo tipo de hombre, "complicado, muy espiritual…, demasiado en el aire, sin los pies en la tierra". Parece que está describiendo a una mujer... "Puede, pero sólo son así en teoría", puntualiza. "En la práctica, unos burracos. No hay nada peor que el ego espiritual; el hombre que va de sensible… (ffff, resopla) acaba siendo sospechoso", concluye.

Confiesa que lo que más le molesta, "tanto que puede llegar a indignarme, es el aspecto animal de la sexualidad masculina y su incapacidad para el compromiso. Ahí es donde la Vero soñadora sufre más. He llegado a aceptar que el hombre no es monógamo, pero me duele".

Es, reflexiona, "como si tuvieran algo ancestral común a todos ellos". Y recuerda la primera vez que con sólo dos o tres añitos le dieron a su hijo algo parecido a una espada de madera. "Tuvo como una especie de conexión con su raíz ancestral, con el hombre guerrero. Estaba fascinado".

Tener un hijo puede haber ayudado –piensa– a entender mejor el universo masculino. "Aún no tiene ocho años y ya le gustan las chicas, el fútbol, la música cañera; encaja en unos moldes estándar". Lo que no le libra de hacer su parte de tareas domésticas, aunque a regañadientes. "Esa es otra de mis misiones, la de mejorar la especie en este aspecto", bromea.

Le fascina, dice, ser mujer, la capacidad de compartir y de dar, la intuición, la sensibilidad, y es firme partidaria de la maternidad. "Para mí, una embarazada es un templo andante –asegura la modelo–. Al ser madre, mi vida empezó a tener sentido".

Ve también notables diferencias entre unos y otras en el terreno laboral. "El hombre se siente amenazado por una mujer que destaque en el campo profesional y económico, porque las armas de esta son más poderosas". Pero "si pretendemos ser como ellos…, resulta un desastre. No ser fieles a nuestra realidad nos crea un malestar interno y culpabilidad. Así no se puede ser creativo".

Blume asegura estar disfrutando más que nunca de su trabajo de modelo, porque "fue un gravísimo error ver a los 15 años que socialmente se te valora por tu físico. Es algo de lo que tuve que desprogramarme".