"¿Y esto quién se lo pone?", se preguntaban miles de personas frente a las páginas de una revista cuando, allá por los noventa, se topaban con las imágenes de un desfile de Galliano, McQueen o Lacroix. Probablemente tuvieran razón; ya no se trataba solo de la cantidad de cifras de la cuenta corriente, también de la profusión de estampados, de los volúmenes imposibles y de las combinaciones...