Hace años que la figura de la escritora Sylvia Plath y el modo en que fue dándose a conocer su obra se han convertido en materia de estudio. Hay pocas vidas literarias más ventiladas que la suya. La estrecha relación de amor-odio mantenida con su madre, su matrimonio con el poeta Ted Hughes, sus depresiones nerviosas, los intentos de suicidio, las crisis y sesiones de electrochoques y, por último, su muerte, en febrero de 1963, abriendo la espita del gas, constituyen un material incombustible si se quiere saber qué motivos empujaron a una mujer de su inteligencia y sensibilidad a quitarse la vida con 30 años.