Es una de esas mujeres pequeñas que parecen altas, con pisada de bailarina, un aire discreto y un perfil de ave delicada que te clava los ojos como chinchetas. Cómo no desear que te mire la Binoche. Que te conceda un minuto de existencia en su visión panorámica, en su mirada fulminante, en su silencioso erotismo, resulta casi una epifanía. Juliette es voluptuosa en silencio, sin que se note, sin maquillaje. En su vida profesional viaja en jet privado pero en su intimidad se descalza, es una mujer de cara lavada, una madre amantísima que educa a sus hijos entre la libertad y los límites. Ha vivido intensamente, ha tenido amores con hombres atractivos, y es capaz de trastocarlo todo cuando estalla su risa gruesa, grave, la de quien asegura que “actuar es la forma más maravillosa de autoconocimiento; una droga maravillosa. Como ser filósofo, pero con tu propio cuerpo”.