La conocí hace tiempo y supongo que nuestras vidas eran otras, la vida siempre es otra, a cada rato o eso me parece a mí. Hablo con ella ahora, y vuelve a sonar familiar y cercana, eso no ha cambiado. Me contesta desde el lago Leman, en Ginebra, y no puedo sino envidiarla, sanamente, a pesar de que estoy en Barcelona, una ciudad radiante que siempre me alegra el día. Está escribiendo un ensayo sobre su buena amiga Zaha Hadid, para un libro que se editará en Zúrich. Está, según me cuenta, en ese pánico del último minuto que tan bien conocemos todos los que nos enfrentamos al monstruo de las entregas. Hablar de una amiga perdida lo hace aún más difícil.