Alberto Francini, propietario, junto con su socio Andrea Boschetti, del estudio de arquitectura Metrogramma, ha diseñado este inmaculado loft situado en Milán, que es su vivienda habitual, como si se tratara de una galería de arte.

La casa, de 200 m2, se organiza en dos niveles alrededor de una escalera central de color negro azabache que contrasta con el blanco predominante tanto en la arquitectura interior como en el mobiliario. El centro de la vivienda lo ocupa el salón, con un techo a doble altura que se comunica visualmente con la cocina, uno de los espacios más importantes del inmueble.

"Desde el balcón de la cocina -concebida como una barrera de acero-, puedes ver a tus invitados en el salón mientras preparas los platos, como si fueras un actor en el escenario de un teatro mirando al público", explica Francini. La iluminación natural está garantizada en toda la casa por un lucernario de vidrio que cubre la construcción.

En la planta baja se sitúa una sala de estar únicamente amueblada con un sofá de líneas rectas y un discreto mueble de estilo minimalista. Además, se puede ver un cuadro y una escultura, que se suman a otras obras de arte diseminadas por diferentes puntos del loft. Una puerta corredera, en blanco inmaculado y utilizada en varios puntos del proyecto como separador de zonas, diferencia este espacio del dormitorio, que cuenta con un espacioso baño con piscina.

Tanto el dormitorio como el cuarto de baño se han concebido como una habitación de hotel y se iluminan con la luz natural que llega del patio que comparte con el salón cuando la puerta corredera está abierta.

En la primera planta están la cocina comedor y un estudio que se comunican visualmente con el nivel inferior. "La vida en mi casa se parece a la vida en una galería de arte. Necesito mucho espacio libre para pensar libremente y concentrado. El blanco es un color que subraya los objetos que desempeñan un papel relevante en mi vida y representa también una especie de fuga de los objetos, que serán añadidos de vez en cuando y sólo cuando son necesarios", indica el arquitecto.

El minimalismo que caracteriza todo el mobiliario se rompe con el escritorio del estudio, una mesa de madera adquirida en una subasta de Villa La Capponcina, en Florencia, originalmente situada en el estudio del poeta, literato y político Gabriele D´Annunzio. Una pieza que está acompañada por dos sillas de sencillos perfiles en blanco y un asiento de policarbonato transparente, para que nada reste protagonismo a esta pieza de museo.