La actividad agrícola de muchos lugares ha modelado paisajes geometrizados que hoy resultan muy atractivos, formados por terrazas escalonadas con bellos muros de piedra para contener los desniveles. En un tipo de paraje así, en la vecina Portugal, se inscribe esta casa, proyectada por el arquitecto Nuno Graça Moura, quien la ha encastrado literalmente entre dos de esos muros en el punto de intersección de un ángulo.

La entrada a la vivienda se realiza desde el nivel de la cubierta de la casa –ajardinada con vegetación autóctona–, mediante una escalera exterior lateral que conduce a la planta superior, donde está la zona de dormitorios. Desde el distribuidor, se desciende a la planta baja, que aloja la sala, el comedor y la cocina. Estas estancias comunes, orientadas al oeste, se abren al paisaje gracias a un largo paramento acristalado que configura la fachada principal de la vivienda, que disfruta de este modo de la cálida luz del sol de tarde.

Desde el exterior, y en el seno del valle, esta fachada principal pasa prácticamente inadvertida, ya que un gran friso de estuco pintado cierra la edificación y procura continuidad a los muros de piedra de mampostería preexistentes. El paramento acristalado que protege la zona de día queda retirado de la línea de fachada, lo que acrecienta esa integración, además de configurar un largo porche desde donde contemplar atardeceres y puestas de sol.

En este valle poblado de robles, pinos y olivos, la acentuada pendiente del terreno da lugar a saltos entre terrazas que pueden alcanzar cinco o seis metros de altura. Para evitar que dos de las fachadas quedaran totalmente ciegas, se abrió un patio a nivel de la planta superior, orientada a levante. Hacia allí se han encarado los dormitorios de la casa, de modo que reciben abundante luz de mañana.

La relación de los dormitorios con ese amplio patio de doce metros de ancho y profundidad variable (entre 5 y 10 metros) es muy próxima, sólo les separa un muro cortina de vidrio que queda protegido por un sistema de porticones realizados con malla metálica que filtra la visión desde el exterior y funciona como un visillo desde el interior. Este patio particular les procura gran privacidad. Pero, también, gracias al tratamiento rústico y asilvestrado que se le ha dado, con suelo de madera y tierra, y la presencia de rocas y vegetación, conecta los dormitorios con la naturaleza y el paisaje.

La inserción de la vivienda en las terrazas del terreno ha dado lugar, finalmente, a una casa donde la zona día y la de noche se abren al exterior en direcciones totalmente opuestas y ambas quedan ciegas por su otra cara. El granito, piedra abundante en la zona, donde tradicionalmente se usa para delimitar los bancales, ha sido empleado en el exterior con formatos diversos: bloques irregulares en el patio y las fachadas o grandes losas para las escaleras de acceso a la vivienda.