Parcelas muy pequeñas, estrechas y alargadas caracterizan el tejido urbano del casco antiguo del barrio de Sant Andreu de Barcelona. Esta vivienda unifamiliar se encuentra, seguramente, en uno de los solares más estrechos de todo el barrio, ya que tiene solamente 3,7 metros de ancho, aunque es muy largo (25 metros). Su situación, entre medianeras y con acceso a dos calles, y su orientación norte-sur condicionaron totalmente el plan de esta vivienda.

El arquitecto Jordi Antonijoan Roset (Ferrolan LAB) intentó asumir "estas deficiencias y convertirlas en virtudes", explica. La poca fachada de que se disponía y la profundidad del solar convirtieron el tratamiento de la luz en la premisa más importante del proyecto.

Antonijoan optó por un desarrollo vertical de la vivienda y logró 350 m2 distribuidos de la siguiente manera: en la planta baja se ubicaron el garaje y una sala de cine. Seguidamente, en un altillo, se proyectaron dos habitaciones comunicadas por una sala-estudio que envuelve un patio ajardinado. En la primera planta, a un lado de este patio, se encuentra el comedor-estar, y en el otro, la cocina, además de una galería que se puede convertir en terraza durante el verano. La segunda planta está ocupada por los dormitorios, y por último, en la cubierta se instaló una terraza con la piscina.

La distribución de las distintas estancias se consigue con grandes áreas abiertas interconectadas de una manera muy diáfana. Los dobles espacios que genera el patio contribuyen a que se comuniquen entre ellas y ayudan a que la vivienda sea muy flexible, reconfigurable y con gran capacidad de cambio.

Las dos fachadas tienen grandes aberturas, pero se resuelven de distinta manera. La que da al sur tiene lamas horizontales orientables que garantizan el control solar y el grado de intimidad, mientras que la norte está formada por grandes piezas de vidrio traslúcido. "Queríamos crear una casa que gozara del exterior huyendo del estrés de la ciudad", resume Jordi Antonijoan.