E l otro día intenté acceder a una aplicación de pago de la que soy socio, pero había olvidado la clave. Inicié, pues un tortuoso recorrido para recuperarla. Finalmente, alcancé una etapa del proceso en la que se me pedía que demostrara que no era un robot. Para ello, tenía seguir unas instrucciones a las que me apliqué con un sentimiento de culpa semejante a aquel con el que atravieso los controles fronterizos, aunque no esconda nada prohibido en la maleta. Lo llevo escrito en la cara de tal modo, que siempre me ordenan abrirla y siempre la abro con el pánico a que aparezca en su interior un quilo de cocaína. Por eso he dejado de viajar, por miedo a que descubran lo que no llevo. A lo que íbamos: intenté demostrar a la aplicación que no era un robot y salió que sí, que lo era. Me quedé perplejo, claro, porque las aplicaciones son muy inteligentes y no se equivocan con frecuencia. Repetí el paso, a ver qué ocurría, y volvió a salir que era un robot. En esto, mi mujer entró en la habitación y yo cerré corriendo el portátil.

-¿Qué pasa? -dijo.

-¿Qué va a pasar? -dije yo.

-No sé -dijo ella-, te has puesto pálido, como si estuvieras haciendo algo malo.

Estuve a punto de contarle lo que me había ocurrido, pero pensé que quizá ella también creyera entonces que yo era un robot. En Blade Runner, casi no hay forma de distinguir a los replicantes de los seres humanos de verdad. En muchas ocasiones, ellos mismos, los replicantes, ignoran que lo son. ¿Podría yo ser un robot sin conciencia de ello?

Ya sé que parece una pregunta retórica. Parece una pregunta retórica cuando tienes poca imaginación. Si te ha ocurrido lo que me ocurrió a mí con una aplicación y has leído los cuatro libros fundamentales de la ciencia ficción, el asunto cambia. Pensé que mi mujer había abandonado mi estudio convencida de que estaba viendo pornografía, lo que me dejó muy mal cuerpo. De modo que la llamé y le dije la verdad.

-Pero tú no eres un robot -dijo entre la negación y la pregunta.

-Claro que no -aseguré.

Y ahí quedó la cosa, pero desde entonces me mira raro.