En alguna ocasión han oído hablar de "dejarse ir", de ese mecanismo real de la mente que muchas personas lo han experimentado en alguna ocasión? Les voy a poner un ejemplo para que lo entiendan: estamos en medio de una discusión, muy enfadados, cuando, de repente, nos percatamos de lo absurdo que resulta la situación y comenzamos a reír; inmediatamente, la presión se alivia. Del miedo, la ira y la impresión de sentirnos atrapados, pasamos a experimentar una repentina sensación de alivio, y a encontrarnos más tranquilos ¿No les parece que sería maravilloso poder hacer esto en todo momento, en cualquier lugar y situación? Estar a cargo de lo que uno siente y no a merced del mundo. La verdad es que llevamos con nosotros un almacén de sentimientos negativos, actitudes y creencias. Esa presión acumulada, nos hace sentirnos muy incómodos y es la base de muchas de nuestras enfermedades y problemas. Lo explicamos como "condición humana" y estamos resignados a ello. Y todo porque nos hemos vuelto muy temerosos ante nuestros miedos internos, debido a que tienen tal capacidad de negatividad, que tememos quedar sobrepasados, si realizamos una observación más profunda. Porque no sabemos manejarlos. Si echamos un vistazo a la vida humana, veremos que es esencialmente una larga lucha elaborada para escapar de nuestros miedos internos y las expectativas que han sido proyectadas sobre el mundo. ¡Cuánto dolor y sufrimiento experimentamos en este planeta Tierra emocional! Y no son los pensamientos, o los hechos, los que nos provocan dolor, sino los sentimientos que los acompañan, los sentimientos que subyacen en ellos. Si pudiéramos entregar la sensación de dolor subyacente, todos esos pensamientos desaparecerían al instante y nos olvidaríamos del suceso. De ahí que la técnica de "dejarse ir", consiste en estar con esa sensación y entregar todos los esfuerzos por modificarla de alguna manera. No resistirse a la sensación, implica ser consciente de un sentimiento, dejar que siga su curso sin querer que sea diferente o hacer nada en relación a él. Permitir que el sentimiento esté ahí y centrarse en dejar escapar la energía tras él. O sea, tener la sensación, sin airearla, temerla, condenarla o moralizar sobre ella. Significa abandonar el juicio y ver que es solo una sensación. No debemos olvidar que es la resistencia la que mantiene activa la sensación. Cuando renunciamos a resistir, experimentaremos un nuevo sentimiento, que será acompañado de una sensación más ligera.