Soltar el lastre del éxito de Papito y Papitwo no era fácil. Pero Miguel Bosé (Panamá, 1956) no sabe parar y ha vuelto con "Amo", título del disco y la gira que le ha hecho cruzar el charco desde Panamá, donde ahora vive, para recorrer España.

-¿Qué es "Amo", además del título de su gira y de su disco?

-Pues es un espectáculo hecho un tercio con canciones nuevas y dos tercios de repertorio de los clásicos puestos al día. En muchos he recuperado los antiguos arreglos. Y lo que pasa en escena es una apuesta radical porque de alguna manera yo buscaba cerrar la historia de Papito, que fue muy potente, muy invasiva en el recuerdo. Había que empezar una aventura nueva, con una actitud nueva, y la idea a nivel tecnológico ha sido definitiva porque a partir de ahí ya empecé a desarrollar contenidos. Desde luego, va más allá de un concierto.

-Su espectáculo comienza con su voz sin música, sin luces, sin micros. ¿Es un riesgo o un regalo para el público?

-Sí, empieza de la nada y luego poco a poco todo eso va creciendo. Lo que sí sabía antes de crear la escenografía es que la historia que quería contar tenía que surgir de la nada, quería un vacío absoluto y total en escena que fuera ganando fuerza. Es una propuesta muy teatral, donde está el musical, la banda sonora, el cine, la arquitectura, la ingeniería, por supuesto, y la música. Es el espectáculo más poderoso que he hecho hasta ahora. Es una idea muy sólida y cuando tienes la suerte de dar con ella puedes desarrollar grandes horizontes.

-Para una época tan complicada como ésta, Miguel Bosé no se puede quejar de conciertos, incluso en España, un mercado del que en ocasiones se ha quejado por tener más trabajo fuera que aquí.

-Bueno, no son los tiempos de entonces, ni lo volverán a ser nunca más. Cada año habrá alguien que se lleve el verano y luego el resto trabajará lo que pueda y como pueda. Pero desde que entró la crisis, el panorama para los músicos es absolutamente dramático. Se han perdido carreras, profesiones, músicos, empresas... de todo. Hacemos lo que podemos, pero lógicamente no tiene que ver con Latinoamérica, que es otra historia. El directo en América es una necesidad.

-¿Cree que algo cambiará con la destitución del hasta ahora ministro de Cultura, José Ignacio Wert?

-Esperanza hay porque peor que Wert no se puede hacer. Cualquiera que venga, con un poquito mejor que lo haga, ya será mejor. Ha sido, a mi modo de ver, el peor ministro, y no solo de cultura, de la historia de la democracia española. Es un señor que no ha entendido nada...

-¿Y cómo afronta este tsunami político que ha habido en España tras las elecciones municipales y autonómicas?

-Pues el cambio es muy positivo. Yo estoy encantado porque está muy bien que los de siempre le vean las orejas al lobo y empiecen a pensar que no son los únicos. Que vean que de la misma manera que ellos fueron renovadores en su momento hay otra gente que al cabo de unas décadas se propone para encabezar una nueva renovación. Este tsunami político no puede hacer más que mucho bien y no hay que olvidar que es una elección del pueblo. Estoy encantado y creo que vamos a pasar un periodo interesante.

-Ahora vive en Panamá con sus cuatro hijos, por motivos de trabajo, y ve España desde el otro lado. ¿Se plantea volver?

-Es que el 90% de mi trabajo está en América y en Panamá estoy en el centro de todo. Estos dos años lo he pasado mal porque ellos estaban aquí y yo me perdía ver cómo crecían y estar con ellos. He pasado dos años con el corazón roto. Ahora estamos en Panamá, que es un país muy bien comunicado y entonces al final gané mucho en calidad de vida y a nivel personal. De hecho, de no haber encontrado una solución me hubiera planteado seguir o no en la música. El proyecto de formar una familia me lo he planteado tarde, de una forma muy pensada y meditada, y no estaba dispuesto a renunciar a ello de ninguna manera.