Durante estas semanas, la iglesia de Santa María de la Horta se ha convertido en un verdadero libro en el que leer curiosos capítulos de la historia de la ciudad, del arte Románico o de la evolución del templo de los Barrios Bajos. Donde antes apenas se podían ver rasgos de un templo más de la veintena de iglesias medievales que jalonan la urbe, ahora aparecen pistas y símbolos de como creció el edificio y ha llegado hasta nuestros días. La intervención de «Zamora Románica» no sólo los ha puesto al descubierto, sino que permite ahora saciar la curiosidad del ciudadano con visitas guiadas por el interior de las obras (martes y sábados, de once de la mañana a dos de la tarde con cita previa).

El viaje en el tiempo comienza en el antiguo claustro del convento de los Caballeros Hospitalarios, ya desaparecido, y cuyo cuerpo se situaba en la zona norte, junto al hoy hotel Palacio del Duero. Una intervención anterior permitió descubrir los restos, arrasados, de parte del complejo monástico del que formaba parte la iglesia, construida en el siglo XII y perteneciente -junto a La Magdalena- a la orden de San Juan de Jerusalén. De hecho, la torre del templo -la más alta de la ciudad junto a la de San Vicente- albergó el archivo de la citada comunidad religiosa hasta el siglo XIX.

Precisamente, en el muro norte aparece la primera sorpresa. Los restos de un epitafio de «cronología medieval, muy deteriorado» en el que aparecen líneas con letras ya ilegibles, tal y como aprecian los responsables de «Zamora Románica». No es habitual en los templos zamoranos encontrar esta clase de registros en el exterior de los muros, si bien los enterramientos en el perímetro del edificio sí que eran habituales. Y es que la sacralización de la vida medieval llevaba a cada cual a reservar un hueco en el paraíso, cuyas puertas de entrada se creían cerca de los templos de Dios en la tierra. El escrito funerario podría estar conectado con los que retratan el interior del inmueble, fechados en los siglos XIII y XIV.

Los andamios permiten continuar con el retroceso temporal para apreciar algunas de las curiosas marcas de cantería que perpetúan las firmas de los albañiles y sus cuadrillas. Tijeras, llaves, caracoles, letras o notas de música componen un diccionario constructivo infrecuente en el resto de templos por su variedad. En «Zamora Románica» prevén recopilar las marcas de éste y del resto de iglesias de la ciudad para saber quiénes levantaron cada edificio y cuándo lo hicieron.

La última parada en el templo medieval se sitúa junto al ábside, cuya cubierta soporta morteros y escombros que han añadido un enorme peso sobre la bóveda que el programa cultural financiado por la Administración regional se propone corregir. Precisamente, la cubierta ganó en altura con las erradas intervenciones, que llegaron a colmatar el óculo de la zona oeste, una sorpresa más dentro de la restauración. El inventario interno de «Zamora Románica» permitió localizar en Santo Tomé -filial durante años de La Horta- cuatro de las dovelas que faltaban en el rosetón y que ahora se disponen a colocar de nuevo. Así, el óculo recuperará su aspecto original y volverá a iluminar el templo como fue concebido, con el único filtro de la vidriera original.