Mariano Rajoy cuenta a sus más próximos colaboradores que su entrevista del lunes en Moncloa no ha servido para aclarar los planes de Rodríguez Zapatero tras de la ruptura del alto el fuego "permanente" por parte de ETA. Pero los hechos son lo bastante elocuentes para saber al menos lo que no hará. Por ejemplo, no movilizará a la Fiscalía y Abogacía del Estado para ilegalizar a ANV antes de que sus más de cuatrocientos ediles retiren sus actas antes de este sábado.

La negativa a intentar la ilegalización de ANV es una de las exigencias del PP desatendidas por el Gobierno. Pero no es la única. También la reactivación del Pacto Antiterrorista, en su actual versión limitada al averiado tándem PSOE-PP, ha caído en el saco roto de Moncloa, a pesar de la demanda expresada reiteradamente por Mariano Rajoy.

Después de la ronda de contactos que el miércoles protagonizó el presidente en el Congreso, tampoco se deduce que el Gobierno piense anular la famosa resolución parlamentaria (mayo 2005) que le autoriza a intentar un "final dialogado" de la violencia terrorista. Sospechan en el PP que eso es como dejar abierta la puerta a una política de mano tendida a ETA, para cuando la banda vuelva a pasar del palo a la zanahoria.

En general, en aquellas cuestiones en las que el PP y PNV (Partido Nacionalista Vasco) discrepan más abiertamente, como la Ley de Partidos Políticos, la ilegalización de Batasuna o la eventual ilegalización de ANV, Zapatero escurre el bulto y sigue dando largas a la cuestión de fondo. La cuestión de fondo, respecto a la que antes o después deberá pronunciarse el presidente del Gobierno, es si busca en el centro del sistema a su aliado preferente en materia de política antiterrorista o si sigue concertado con los nacionalistas vascos de Imaz e Ibarretxe.

Todo esto forma parte de una secuencia cuya moraleja es que Zapatero está encantado con el apoyo que le brinda Mariano Rajoy pero no parece nada predispuesto a cumplir las exigencias del principal grupo de la oposición, las cuales, por otra parte, son consideradas por los dirigentes del PP como la prueba del algodón que acreditaría la presunta política de dureza para "doblegar" a Eta, según anuncio de Moncloa. Y a la vista de semejante ninguneo, la misma secuencia fáctica también nos induce a indagar en el alcance y las intenciones del inesperado apoyo del PP a la política antiterrorista del Gobierno.

Si uno se mete en honduras, la perplejidad aumenta cuando, después de su encuentro con Zapatero, Rajoy sigue diciendo que no sabe a qué atenerse. Una de dos: porque ni el propio Zapatero lo sabe, cosa no descartable, o porque no se lo cuenta. Las dos hipótesis son verosímiles y las dos son igual de malas.