El municipio de Valdefinjas clausuró ayer sus fiestas patronales en honor a San Juan. Entre sus muchas actividades destacaron el lanzamiento de azada, la cata de limonadas por las peñas, las actuaciones musicales y, sobre todo, los festejos taurinos. Si bien el toro cajón y la suelta de una vaca hizo las delicias de recortadores y aficionados durante la madrugada del domingo, hay todavía un aspecto que destacó más en las calles del municipio zamorano: la vida. Sí, la vida, la gente, los chavales jugando, los familiares venidos desde las ciudades? En definitiva, la imagen con la que sueñan la mayoría de pueblos castellanos y que, si todo sigue igual, solo seguirá existiendo en el mundo de lo onírico. Las fiestas patronales de nuestras villas no son solo un éxito en términos de población, llegándose a triplicar en numerosas pedanías, sino que son una evocación de lo que tiempo atrás supuso la vida en el entorno rural.

Las fiestas de San Juan tocan a su fin con un éxito rotundo. A partir de hoy mismo, Valdefinjas regresa a su medio centenar de habitantes, a su población envejecida y a su grito de auxilio; extrapolable a cualquier tierra castellana donde el mundo rural toca a su fin.