Los sevillanos y los toresanos son habitantes de tradiciones, amantes de su tierra y orgullosos de su acervo; solo la forma en que expresan estos sentimientos compartidos los diferencian, pero la pasión es análoga.

Tanto es así, que la ciudad de Toro cada año revive las tradiciones más conocidas de la Feria de Abril en algunos establecimientos del barrio Cuartel-Capuchinos. En esta séptima edición, organizada por la Agrupación de Hosteleros de la ciudad, en colaboración con el Ayuntamiento de Toro y Caja Rural, no han faltado los trajes de faralaes, el flamenco sevillano, los tablaos en las terrazas, las calesas de caballos y los productos típicos del menú de feria: rebujito, vino fino, jamón serrano o pescado frito.

La vía de servicio hace de albero y los bares colaboradores de casetas. Este año el tiempo viene revuelto, y aunque las precipitaciones no amenazan, el frío impide lucir los trajes de flamenca como muchas de ellas quisieran. Precisamente, son las mujeres toresanas las que llevan la mayor parte del peso de la fiesta. Mientras que los hombres se alejan de la estética sevillana y permanecen en un segundo plano, son ellas, incluso las más pequeñas, las que se atreven con los trajes de gitana, los zapatos de tacón, el mantón de manila, el pelo recogido o rizado -adornado por rosas o claveles- y los pendientes a juego. Asimismo, los tablaos colocados frente a los bares también son territorio femenino, pues en su mayoría son las toresanas las que protagonizan los bailes por sevillanas.

La particular Feria de Abril toresana no solo sirve para aunar culturas tan dispares como la andaluza y la castellana, sino que fundamentalmente incentiva el comercio hostelero tras el final de la Semana Santa. Asimismo, el festejo sirve de efecto llamada para aquellos vecinos del alfoz que pasarán el puente en tierras zamoranas.