En estas líneas me gustaría compartir algunos momentos de la relación profesional y personal que me unió al Maestro Jesús López Cobos. Mi intención es la de agradar con su recuerdo a todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerle en vida y, esbozar una pequeña imagen de él a todos aquellos que no tuvieron dicha oportunidad, siempre, desde el respeto y admiración humana y profesional que siento hacia su persona, de una manera sensata, real y sencilla. A priori, tirando de hemeroteca lo más fácil hubiera sido escribir sobre su extensa carrera profesional pero no lo voy a hacer por motivos varios: ya se ha hecho, me quedaría corto o, es probable que algo se me olvidara.

Me enteré de tan fatídica noticia el viernes por la mañana al llamarme dos buenos amigos músicos. Mi corazón se estremeció y me invadió una gran tristeza solo de pensar como una persona que era capaz de transmitir tanta energía nos había dejado. No quise creerlo, aunque, por otro lado, sabía que su estado de salud era bastante delicado.

Debido a mi trabajo como director de la Escuela que lleva su nombre recuerdo el día de la inauguración de la misma, entre preparativos, nervios, protocolo? Llegó el momento de uno de los actos más emotivos y esperados. Ese acto consistió en cederle la batuta para que dirigiera la obra Thannhäuser a los músicos de la Banda la Lira que estaban allí preparados para la ocasión. Aceptó y antes de empezar nos dijo: "Perdonadme, pero no sé si estaré a la altura" y le respondí: "Maestro no diga eso, la semana pasada ha dirigido usted la opera entera en el Real y esto es un fragmento de nada". Sonrió. Se subió al escenario improvisado. Miró a los músicos emanando un torrente de energía, hubo un silencio sepulcral, alzó los brazos y dio la entrada. Ocurrió todo tan rápido y fue tal el grado de obnubilación de los músicos ante su mirada que, en primera instancia, fueron incapaces de emitir una sola nota. Después de esta mágica situación y cuando los músicos bajaron de esa nube a la que les transportó, reaccionaron e hizo que en apenas dos minutos que dura la obra todos experimentásemos sensaciones y emociones inexploradas y de gran intensidad. Solo alguien tan valioso y grande como él era capaz de mostrar ese grado de humildad a pesar de ser uno de los mejores directores del mundo.

Paradójicamente y a pesar de todo, compartí muchos más momentos con él fuera de la ciudad de Toro que en Toro por razones que no vienen al caso mencionar. Recuerdo y siempre tendré grabadas las conversaciones que mantuve tomando café en su hotel o paseando por Campo Grande cuando venía a dirigir a la OSCyL. En una de esas últimas ocasiones, organizando uno de los viajes de sus niños (siempre se refería así a los alumnos de la Escuela de Música de Toro) para que le vieran al frente de la orquesta acababa de llegar de dirigir en el Concurso Internacional de Piano de Santander y hablamos sobre las posibilidades musicales que había fuera de España para potenciar a los músicos jóvenes. Decía y se alegraba al decirlo que había festivales y concursos de una calidad inmensa en otros países con menos recursos que España y no lograba llegar a entender, aunque estoy seguro que sabía los motivos, por qué aquí eran escasos por no decir inexistentes. Claramente, intuí que era uno de sus anhelos y por el carácter y tono en el que lo decía una batalla que daba por perdida.

Otra de las cosas que me hubiera gustado vivir o ver es la cara de felicidad que habría tenido al ver el documental que se ha estado realizando sobre él. En el mismo participaron muchos niños de la Escuela de Música y estará a punto de ver la luz en breve. Siempre se sintió orgulloso de la escuela de música que llevaba su nombre y así lo demostró siendo su mecenas. Prácticamente el 90% del material didáctico e instrumentos musicales de los que dispone la Escuela para desarrollar su actividad docente los donó él.

Antes de finalizar estas breves líneas e imitando esa faceta reivindicativa y luchadora que siempre tuvo a favor de magnificar el arte de la música y su profesión en este país, desde mi humilde posición, me gustaría hacer una petición y espero que llegue a hacerse realidad algún día no muy lejano a nivel Nacional, Autonómico, Provincial o Municipal, y es que se cree un ¡¡¡FESTIVAL!!! de música u ópera en su honor de nivel Internacional, periódico en el tiempo y de gran calidad, organizado por profesionales de la música. También, que se ponga su nombre a un ¡¡¡AUDITORIO!!! de nueva creación, o al menos, a la Sala Sinfónica del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid en la que tantos conciertos dirigió. Todas estas cosas hubiera sido bonito haberlas realizado en vida y que las hubiera conocido, pero, lamentablemente, hemos contado mal los compases de espera y ya no va a ser posible, aunque nunca es tarde si con ello su recuerdo perdura.

Solo queda darle mi último adiós, nunca le olvidaré ¡Maestro!, descanse en paz. Su música y sus palabras siempre las tendremos presentes en nuestra mente al escuchar sus versiones de los grandes de la música. Perdóneme, pero no se si habré estado a la altura. Hasta siempre?

(*) Director de la Escuela Municipal de Música Jesús López Cobos