Parecía que la madrugada lluviosa y desapacible se había puesto de acuerdo con los astros para arrojar, a primera hora de la mañana de ayer viernes, la triste noticia del fallecimiento del Maestro don Jesús López Cobos. Nuestro toresano más universal nos dejaba a los 78 años de edad en la ciudad de Berlín, con un legado y una trayectoria inabarcables para el resto de los mortales.

Mi primer recuerdo del maestro lo tengo a través de la televisión, siendo yo aún un niño, dirigiendo a la Orquesta Nacional de España en uno de los conciertos de La 2 de RTVE. Cuando mi padre me explicó que el señor de la batuta era de Toro, mi futuro y devenir estuvo condicionado siempre a este hecho. Quería dedicarme a la música.

Espejo donde mirarse, el trabajo de López Cobos al frente de las orquestas más prestigiosas del mundo no ha dejado nunca indiferente a nadie. Serio y comprometido con su labor, ha regalado al oyente y a los propios músicos versiones únicas e irrepetibles que pasarán a la historia de la música y permanecerán inquebrantables con el paso de los años.

En Toro, ciudad de músicos, sus enseñanzas y ejemplo han servido para que muchos chiquillos, dentro de los cuales me incluyo, hayan seguido con sus estudios musicales alcanzando unos grandes resultados y dedicándose hoy en día al maravilloso mundo del arte más universal. Gracias a su labor y a su filantropía, comenzó a acercar a principios de los años 80 la música clásica a nuestra ciudad cuando de aquella dirigía a la ONE y se organizaban viajes al Teatro Real o al Auditorio de Madrid de la mano de otro ilustre toresano, José Luis Parra, el cual hoy tocará su contrabajo a la órdenes del Maestro en ese cielo reservado para los grandes, y después pasearán, y tomarán un café de puchero para ponerse al día de tantas cosas, de tanto bueno. Y recordarán aquel homenaje de 1984 cuando López Cobos fue nombrado Hijo Predilecto de Toro. Hablarán del concierto irrepetible en la Colegiata a cargo de la Orquesta y Coros Nacionales, y de una Novena Sinfonía de Beethoven para la historia.

Hombre crítico, sus opiniones comprometidas acerca de la situación de las artes en nuestro país han servido para que organismos y particulares tomen conciencia acerca del tema, no siempre reaccionando para bien, lo cual le granjeó más de un problema. Decía que "un pueblo sin cultura es un pueblo muerto, caduco". Como buen humanista y filósofo, hombre de mundo y universal, López Cobos era un inconformista. Quería lo mejor para los músicos, para su tierra, para las generaciones venideras, las cuales no deben conformarse con cualquier cosa. Hay que luchar por un buen sistema de orquestas en España, por una buena formación en los conservatorios, por una presencia notable de la música en las escuelas. Y si no remamos todos en la misma dirección estaremos destinados al fracaso.

Grandísimo profesional y exigente con todo lo que hacía, Jesús López Cobos ha dirigido a los mejores solistas y a las más prestigiosas orquestas del mundo, bien como director titular o como maestro invitado. Su trayectoria, la más rica y granada de los directores españoles de todos los tiempos nunca le hizo caer en las garras de la vanidad o la soberbia, más bien, todo lo contrario. Siempre afable y cordial, educado hasta el extremo, elegante y prudente, el Maestro colaboraba con todo aquel que le requería y siempre sin perder ni renegar de sus raíces. No hay programa de concierto a lo largo del planeta en el que no figure que su lugar de nacimiento fue Toro.

Además de los grandes recitales a lo largo de los cinco continentes, no debemos olvidar dos grandes regalos a la ciudad de Toro. En 2005, con motivo de las celebraciones del V Centenario de la promulgación de las Leyes de Toro, y cuatro años más tarde al ser nombrado Socio de Honor de la Asociación Cultural que lleva su nombre y tengo el honor de presidir. El primero de ellos al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid en la Colegiata; el segundo, en la Iglesia de Santo Tomás Cantuariense, a cargo de la joven orquesta de Castilla y León. Momentos difíciles de olvidar y que, como siempre, contaron con el respaldo unánime de los toresanos.

No era raro verlo un día cualquiera, siempre que la agenda se lo permitiese, paseando por Toro, dialogando con Jesús de la Sota, respirando aire puro y parándose a saludar a todos los vecinos que se cruzaba por el camino, los cuales le dedicaban palabras de afecto.

Auténtico mecenas, a lo largo de estos años ha dotado a la escuela de música y a la banda de música "La Lira" de nuestra ciudad de varios instrumentos, gesto que le honra y demuestra que siempre se ha preocupado de la formación musical de sus vecinos, sobre todo de los más jóvenes. Siempre, a pesar de la distancia, enviaba algún mail o mensaje interesándose por todo.

Después de coincidir con el Maestro en varios eventos, alguna cena donde hablábamos de música y de la vida, o tocando el órgano de la Colegiata durante alguna visita sorpresa, mi último recuerdo con él fue en 2016. Fue el padrino de mi composición "Alguna vez soñé en Liberalia", todo un honor que siempre guardaré en mi corazón.

El Príncipe de Asturias, la medalla al mérito en las Bellas Artes o el premio de las artes de Castilla y León, sumados a infinidad de reconocimientos mundiales solo han hecho que reforzar la labor de, para mí, una de las grandes batutas mundiales del Siglo XX. Un grande entre los grandes, pero a la vez un vecino más, un amigo, un ejemplo a seguir. López Cobos tenía preparado su último gesto hacia nuestra querida ciudad incluso en su despedida. Por expreso deseo del Maestro, sus restos descansarán para siempre en Toro, un honor que los toresanos sabremos reconocer dándole la despedida que merece y hablándole a nuestros pequeños de quién fue, es y será, el toresano más ilustre que ha dado nuestra tierra.

Un privilegio coincidir con usted en el camino, mi admirado Maestro. Descanse en paz y que la tierra le sea leve.