Alargar la vida de la vid o garantizar la próxima cosecha de uva. Estas son algunas de las razones por las que los viticultores realizan labores de poda de invierno en los viñedos amparados por la Denominación de Origen Toro, una práctica tradicional que permite mejorar la producción y la rentabilidad del cultivo. El director técnico del Consejo Regulador, Santiago Castro, confirmó que estas labores se suelen realizar entre los meses de diciembre y marzo y que, este año, se aplicarán en un total de 5.540 hectáreas de viñedo, destinadas a la producción de las uvas que serán empleadas en la elaboración de vinos acogidos a la Denominación de Origen Toro. Recordó Castro que la poda de invierno consiste en suprimir total o parcialmente ciertos órganos de la vid, principalmente pámpanos y sarmientos, y que estas labores sirven para reducir la carga o producción de la cepa, además de alterar el equilibro entre esos dos parámetros para compensarlos.

De otro lado, el director técnico del órgano vinícola toresano reconoció que la poda de invierno es una práctica muy extendida entre los viticultores de la Denominación de Origen y que con ella persiguen, entre otros objetivos, alargar la vida de la vid, asegurar la cosecha de un año para otro o modificar la forma de las cepas, ya que si se les permite crecer libremente como trepadoras presentan dificultades a la hora de su manejo.

Del mismo modo, precisó que, en la actualidad, "la forma de la viña tiene muchas obligaciones", tales como ajustarla a espalderas para que los pasillos entre filas sean accesibles a personas y maquinaria, aunque también la poda sirve para maximizar la fotosíntesis para que, en función del sistema de conducción, el productor pueda obtener una uva más equilibrada. El director técnico del Consejo Regulador también precisó que la poda de invierno se puede ejecutar, en principio, durante todo el periodo de reposo vegetativo, es decir, desde dos o tres semanas después de la caída de la hoja hasta la última semana que precede al desborre, cuando las yemas todavía son incipientes.

No obstante, Castro subrayó que el amplio periodo en el que se puede practicar la poda de invierno, que se suele prolongar durante cuatro meses, está limitado por varios factores, tales como las heladas durante las que los viticultores deben evitar podar las vides, ya que los sarmientos son entonces quebradizos y los cortes poco limpios y los tejidos expuestos de nuevo al aire son muy sensibles al hielo, aunque también practicar la poda durante las heladas favorecería la entrada de hongos propios de la madera, tales como la eutipiosis y la yesca.

Del mismo modo, Castro matizó que las podas precoces provocan un desborre más rápido de las yemas conservadas y las exponen a las heladas primaverales que, en los municipios incluidos en la Denominación de Origen Toro, pueden producirse hasta principios de mayo, mientras que las tardías tienen el efecto contrario. A la hora de realizar estas labores, como apuntó el director técnico del Consejo Regulador, también hay que tener en cuenta si la viña está en vaso o en espaldera ya que, en el segundo caso, se suelen realizar prepodas mecanizadas. Por último, reiteró que, la poda en la Denominación de Origen Toro se suele realizar entre diciembre y marzo, teniendo en cuenta que en la zona la brotación se produce generalmente a finales de abril y que debe llevarse a cabo siempre antes del desborre o la salida de las yemas.

La poda de invierno es una práctica muy extendida entre los viticultores de la Denominación de Origen Toro, conscientes de que los cuidados que aplican a sus viñedos pueden contribuir a obtener una mayor rentabilidad y, sobre todo, una mejor calidad del fruto final y de los futuros vinos. Junto con la vendimia, la poda de invierno es una de las labores más importantes que se realiza en el campo y con las que, además de controlar la producción, los viticultores consiguen regular el ritmo de maduración, mejorar la aireación y la insolación, e incluso ayuda a combatir algunas enfermedades propias de la madera de la vid.