El árbol y los regalos, las uvas y Ramón García (con su capa, por supuesto), el Tamborilero y Raphael. Hay cosas que nunca cambian, o al menos, como decía aquel, las cosas buenas no deberían cambiar nunca. La Navidad es una festividad con numerosas connotaciones; es familiar, religiosa, fraterna, solidaria y, sobre todo, es época de tradiciones. No hay Navidad sin cabalgata, sin calles abarrotadas, sin que tu tía te vuelva a regalar esas pantuflas, sin los besos de la abuela, sin atracones navideños, sin peleas entre los primos, sin ese cuñado que te resolvía lo de Cataluña en un "pispás" y sin belén, sobre todo sin belén.

En Toro, como ya viene siendo habitual desde hace algunos años, se celebra por estas fechas un concurso de nacimientos en el que toda la ciudad está invitada a participar. Este año, un total de 13 belenes compiten desde el 21 de diciembre por los 840 euros en premios que el Ayuntamiento local repartirá el día 5 de enero. En total se han presentado 13 nacimientos, divididos en dos categorías: públicos y particulares.

En la primera categoría, estas Navidades encontramos un total de cuatro participantes: La Asociación Cultural Banda de Cornetas y Tambores "Bendito Cristo de las Tres Caídas", la parroquia de San Juan Bautista de Tagarabuena, la cofradía de la Virgen del Canto y la escuela infantil Virgen del Canto (esta última solo se podrá visitar el 2, 3 y 4 de enero). Por otro lado, nueve han sido los residentes de Toro que han decidido abrir las puertas de su casa para mostrar sus belenes particulares. Entre ellos, se encuentra el de Octavio Revuelta, ganador del concurso durante la pasada edición. Todos aquellos que deseen más información sobre los nacimientos y los horarios de visita pueden obtenerla en la Oficina de Turismo de la Plaza Mayor.

Este 2017 los misterios, tanto los públicos, como los de los ciudadanos, están divididos entre la coquetería y la magnificencia. Entre los más recogidos y personalistas encontramos dos nacimientos particulares que desarrollan una misma idea: una pequeña representación de la natividad hecha por figuras de galleta. Este es el caso de Purificación González y María Alonso, que se han decantado por una imaginería sencilla y dulce para decorar sus hogares durante los festejos invernales.

Sin embargo, esta edición los toresanos se han decantado por los nacimientos de proporciones titánicas. Estas construcciones en miniatura son verdaderas obras de orfebrería y minuciosidad. No solo ocupan grandes cantidades de espacio, algunas de ellas tienen toda una habitación en los hogares de los participantes, sino que además cubren todo el espectro de detalles que se podría encontrar en la ciudad perteneciente a la tribu de Judá. Pequeños restos de paja y heno para hacer los caminos, papel maché emulando las oquedades naturales, grandes cortinajes y papel de aluminio para dibujar la cúpula estrellada, cientos de figuras, pastores, agricultores, alfareros, herreros, kilos de arena que cimientan el desierto por el que transcurren los magos de oriente, luces artificiales para iluminar el portal, molinos, "guinchas", nubes de algodón, romanos, ríos de agua natural, musgo simulando los pastos, la estrella de oriente y el niño dios.