Desde el inicio de San Agustín, el pasado viernes 18, en la ciudad de Toro es complicado distinguir el paso de los días. Los anocheceres y amaneceres se suceden, pero no está claro si las jornadas festivas transcurren o si todo forma parte de una eterna fiesta hasta el próximo lunes 28 de agosto. Algo así se intuía durante la mañana, por no decir madrugada, de ayer. A las 7.00 horas, ya con la orquesta recogiendo sus enseres, cientos de jóvenes venidos de toda la comarca y alrededores todavía bailaban y gritaban al son de la charanga "El Flow". La misma que se encargaría de conducirlos en procesión hasta la plaza de toros, que hizo las veces de "after" ante el inminente encierro urbano que se iba a presenciar.

Algunos, extenuados por la fiesta, eligieron las gradas del coso taurino para descansar; otros se refugiaron tras las vallas del circuito urbano y los más valientes y avezados, esos que visten camisetas con motivos taurinos y pantalones blancos largos, comenzaron a calentar. La carrera comenzó desde la calle Pina, los cuatro novillos de pelaje negro zaíno ejecutaron un encierro limpio y vertiginoso, de una rapidez espectacular, si llegaron a los dos minutos de espectáculo nadie lo hubiera afirmado. Y la verdad, dejó a la gente con ganas de más. Quizás por ello, posteriormente los mozos se entretuvieron con Alambreto, el toro del cajón, en Santa Catalina durante más de 20 minutos. Antes del desenjaule, la Asociación "Toro y su Tradición" celebró un minuto de silencio en recuerdo a las víctimas del atentado terrorista acaecido en Barcelona el pasado jueves que finalizó con un gran aplauso.

Tras una estruendosa traca, costumbre de este evento, el morlaco de al menos 550 kilos salió con un ímpetu que no perduró durante todo el trayecto hasta el albero local. Los jóvenes se turnaron para llamar la atención del astado en la calle de Santa Catalina, lo que se tradujo en que el animal se distrajo y perdió el ritmo necesario para disfrutar de un recorrido más vistoso. Tras un arduo y eficaz trabajo de los mozos, el de la ganadería de Jesús Ramos recobró el trote y salvó el recorrido de la plaza de San Agustín en menos tiempo del deseado por algunos de los allí presentes. Especialmente peligrosa fue su entrada al ruedo, pues en el último instante giró la cara ante los corredores que iban tras él. Finalmente, el toro del cajón también brilló por su limpieza e incluso resultó algo más lucido con alguno de los improvisados pases, chaqueta en mano, que algunos chavales se atrevieron a brindar ya en el centro de la plaza.

Por último, una vaquilla hizo las delicias de los recortadores, que divirtieron a una plaza a rebosar hasta las 10 de la mañana. En total dos horas de espectáculo taurino en el que no hubo que lamentar heridos, más allá de alguna magulladura.