Tocaban las cinco de la tarde en la ciudad de Toro cuando con una puntualidad inusitada el cielo decidió descargar sobre la localidad zamorana la lluvia con la que había amenazado durante toda la jornada. Este no sería un hecho destacable si no fuera porque para esa misma hora estaba programada una procesión de La Real Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo, a la cual acudieron los presidentes de la Junta pro Semana Santa de Zamora y Salamanca, Antonio Martín Alén y José Cornejo, respectivamente. La peregrinación se había organizado para trasladar al Cristo del Amparo desde la Colegiata, donde había estado expuesto con motivo de las Edades del Hombre, hasta la iglesia de la Santísima Trinidad, sede habitual de la talla. Al evento también estaban invitadas todas las juntas directivas de las cofradías de la ciudad, una pequeña delegación de las Capas Pardas de Zamora y algunas personalidades de la administración.

Las nubes que circunscriben la provincia de la que forma parte Toro están en guerra con la pasión que define a la tierra zamorana en su conjunto. Fue sonar la tuba de un integrante de la comitiva de las capas pardas que abría la procesión y el cielo comenzar a descargar. El cielo, tanto toresano como zamorano, tiene un cuerno de guerra, y ese es el de la tuba melancólica y el golpe del bombo que señala los fondos de los pasos; en el momento que lo oye se apresura raudo a cubrir las procesiones y decorarlas con precipitaciones. ¿Sus armas? Los Chubascos. ¿Su guerra? La pasión de Cristo.

La precoz lluvia puso en jaque por unos segundos la idoneidad de realizar el paseíllo hasta la Santísima Trinidad, pero al instante se confirmó que la procesión iba a seguir su itinerario preestablecido. Una hora antes, la Cruz Roja había recogido alimentos no perecederos cumpliendo también el calendario previsto para el primer domingo de diciembre. A pesar de dichas condiciones, bastantes personas se acercaron a observar el paseíllo de la figura. Especialmente concurrido estaba el tramo que une la Plaza Mayor y el pórtico de la Colegiata.

Esta iniciativa ha sido una compensación de la tradicional procesión que la cofradía realiza en septiembre en el acto de la exaltación de la cruz y en la que este año no se pudo procesionar al Cristo, debido a que se encontraba en la Colegiata con motivo de la exposición de Las Edades. En estas circunstancias, y aprovechado el obligado desplazamiento de la talla hasta su sede habitual, se ha organizado este acto por primera vez en la ciudad de Toro. José Espinosa, en declaraciones previas al evento, no ha querido dejar pasar la oportunidad de declarar "el orgullo y honor que ha supuesto para toda la cofradía que el Santísimo Cristo del Amparo haya estado expuesto en un evento de esta envergadura".

Tras finalizar el camino hasta la iglesia de la Santísima Trinidad miembros de la cofradía y algunos invitados al acto han aprovechado para acudir a la misa que se produce todos los domingos a las siete de la tarde en el templo. Este ha sido el cierre perfecto a un acto de devoción y religiosidad, muestra ineludible del carácter idiosincrático de Toro y de toda la provincia.

Quizás los cielos zamoranos no estén en guerra con la pasión de la provincia, quizás entienden, que para estos actos, siempre acompaña con más gusto y elegancia un cielo sombrío y gris que un sol reluciente. Y es por ello que acuden con presteza a cumplir la estampa necesaria para procesionar en la tierra de zamorana, que no es otra que la del suelo mojado y el cielo cargado.