El pasado 4 de noviembre, en la página de este periódico dedicada a Toro, el actual equipo de gobierno -del PSOE- comunicaba su intención de retirar del nomenclátor urbano nombres de calles y símbolos que se corresponden con el período "franquista". Se alega, como aval de tal decisión, el cumplimiento de la ley de Memoria Histórica que aprobara el Gobierno de Zapatero.

La "urgencia" de tal medida ha sorprendido, no poco, a los propios toresanos. No ven en ello ni necesidad ni oportunidad ni, por supuesto, "urgencia". Unos, porque ello supondría un trastorno innecesario en la documentación tanto personal como de los negocios. Otros, porque la eliminación de esos nombres supondría -paradójicamente- "borrar" de la memoria histórica de la ciudad, nombres de personas que, a lo largo de un dilatado período del s. XX, pueden considerarse "benefactores" de la ciudad y benefactores de un buen número de familias toresanas que, en ese período de referencia, atravesaban situaciones carenciales.

Me refiero, en primer lugar, a las promociones de viviendas populares conocidas como Francisco Temprano o Eusebio Rebolleda que a muchos toresanos humildes les solucionaron la acuciante necesidad de vivienda. Las de "El Carmen" o "las Malvinas" parece que quedan fuera de esta iconoclastia de nuevo cuño.

En segundo lugar, las dos grandes avenidas de la ciudad (Carlos Pinilla y Luis Rodríguez de Miguel) llevan los nombres de dos políticos que, en el momento que les tocó vivir, contribuyeron a mejorar notablemente el urbanismo toresano con visión de futuro para solucionar el problema, entonces incipiente, del tráfico rodado. La ciudad quiso agradecerles su contribución vinculando su nombre a las mismas. Podríamos traer a colación aquí aquello de "de bien nacidos?".

En cuanto a la Cruz de los Caídos, si bien su origen tuvo innegables connotaciones bélico-partidistas, nada impide que mantenga su valor histórico-testimonial transformándola, por ejemplo, en símbolo de la reconciliación que los ciudadanos y la sociedad sí han sido capaces de lograr. ¿No sería mejor transformar ese símbolo, haciéndolo inclusivo, en "Monumento a la Paz" y reconciliación de los toresanos?

Toro, sin necesidad de la ley de Memoria Histórica, ya hizo su corrección, en lo referente al callejero, eliminando los nombres más directamente vinculados al "franquismo". Nadie se rasgó las vestiduras. La "transición", que los españoles supimos hacer de un período histórico a otro, también en esto puede considerarse ejemplar. Desaparecieron nombres que no habían tenido una relación o implicación directa con la ciudad y se habían superpuesto a la nomenclatura tradicional. A nadie le pareció mal; porque no habían dejado huella física en el entramado urbano. Los nombres que ahora se quiere borrar sí que dejaron huella. Lo hicieron, además, en beneficio de la ciudad o de personas necesitadas.

Por eso resulta paradójico que se alegue como justificante la opinión de historiadores cuya imparcialidad y solvencia resulta más que dudosa. ¿Qué valoración nos puede merecer un historiador que aconseja "borrar" huellas o testimonios de la propia historia de la ciudad?