El toresano Pablo Calvo es experto en Gestión del Patrimonio Cultural y, después de trabajar en algunos de los mejores museos del mundo, ha diseñado y materializado el proyecto del Museo del Queso Chillón en Toro. En la actualidad, reside a caballo entre España e Irlanda y se dedica profesionalmente al diseño de proyectos museográficos y a la organización de viajes a España para turistas extranjeros.

-Nacer en Toro, ¿tuvo algo que ver en su decisión de estudiar Historia del Arte?

-Siempre me ha interesado la historia y me ha fascinado el arte. Pasar la infancia y la adolescencia entre templos mudéjares, palacios renacentistas, hitos románicos como la Colegiata o el puente, o ejemplos conventuales como los que tiene Toro, debió tener algún peso en mi decisión.

-Posteriormente decidió especializarse en Gestión del Patrimonio Cultural y dedicó su proyecto de máster al Palacio de las Leyes, ¿qué aspectos analizó del monumento?

-Conocer las variantes de la historia del arte y el legado artístico y patrimonial que hoy día podemos disfrutar no era suficiente. Quise conocer la forma de mantenerlo, de conservarlo, ponerlo en valor y gestionar el acceso de todo el mundo a estos recursos. Respecto al proyecto en el Palacio de las Leyes, fue algo muy especial poder redactarlo, ya que era casi como el patio de mi casa. El Palacio es mi barrio en Toro y fue el lugar donde se reunieron las Cortes castellanas en 1505 para promulgar las 83 leyes que sentaron las bases del actual Código Civil. Se trataba de cubrir el espacio respetando la impresionante fachada y dar lugar a una exposición que mantuviera vivo el recuerdo de las leyes durante 2005, el año de su V Centenario, de forma temporal. Una estructura de cubierta y cierre, climatización y seguridad, un itinerario lógico y breve, y la exhibición de 83 facsímiles de las leyes. De este modo, se homenajeaba de forma simple no sólo al aniversario de esa promulgación, sino también al Derecho en España, a Castilla y León, a la Corona y al poeta Luis Ulloa, y por otro lado, y algo importante también, se ponía en valor un espacio en desuso, sólo apto para ser fotografiado. El proyecto sigue en el papel, sería una alegría que no se mojara y algún día pudiera llevarlo a cabo.

-¿Toro precisa un proyecto integral de gestión de su patrimonio?

-Todos los lugares en los que exista un Patrimonio Histórico-Artístico necesitan ese proyecto integral. Las instituciones no lo han hecho mal hasta ahora, pero es cierto que la palabra integral no puede utilizarse de forma gratuita. Integral debe ser todo, desde actuar en la conservación del puente románico hasta la gestión de horarios de visita y precios de entradas a monumentos, por ejemplo. O desde la comunicación a gran escala de los atractivos de la ciudad hasta la colaboración con comerciantes y hosteleros. El hecho de estar etiquetado como Conjunto Histórico no genera riqueza por si sólo, hay que explotarlo y comunicarlo de forma efectiva y regular a lo largo del año, no solo estacionalmente, creando sinergias con otros recursos, como en el caso de Toro pueden ser los naturales, los vitivinícolas o los gastronómicos. Parece que este año se están observando algunas de estas simbiosis. Que dure.

-Inició su carrera profesional en la colección Thyssen-Bornemisza y en el Museo del Prado, ¿en qué consistió su trabajo?

-Prestaba servicios generales y cada día aprendía algo por los pasillos y las salas: cómo iluminar un espacio, cómo acotar un itinerario, cómo ofrecer información o cómo organizar un evento.

-¿Cuál fue su primer trabajo en el montaje de exposiciones?

-En 2003 ya escribí ese proyecto para dar un uso a las ruinas del Palacio de las Leyes, pero fue en 2007 cuando tuve la oportunidad de colaborar en una exposición itinerante dedicada a Leonardo da Vinci y su relación con la Música. Trabajé desde Madrid para instalarla primero en Valencia y luego llevarla a otros destinos. Diseñé elementos de nueva factura y modifiqué otros que, por casualidad, habían sido ideados por otro toresano, Javier Vila.

-Recientemente ha dirigido el proyecto del Museo del Queso Chillón en Toro, ¿cuál ha sido su aportación?

-En realidad, excepto la estructura arquitectónica y la financiación, he aportado mi trabajo y mis ideas en todas las fases. Las primeras semanas las dediqué a pensar y a darle un sentido orgánico a lo que la familia quería presentar y a elementos con que contaban (espacio y piezas). Una vez establecido eso, encargué la fabricación y realicé el seguimiento de toda la estructura, desde los colores hasta la iluminación. También he aportado el trabajo documental de inventario de piezas y la redacción del plan museológico y del proyecto museográfico. He contado con el trabajo de más de una docena de empresas y profesionales locales que han elaborado, de forma excelente y creativa, los componentes museográficos que se les asignaban.

-¿Qué criterios siguió para elegir las piezas del Museo?

-Teniendo en cuenta el material familiar y etnográfico con que contaban los propietarios, la lectura que hice de la situación fue simplificar y contar dos historias paralelas, una familiar y otra del producto, haciéndolas converger al final del discurso. A su vez, dividí cada historia en tres fases y las fui argumentando con las piezas y documentos que tenía a disposición, complementándolas además con fotografías y elementos fabricados para el museo. La última pieza es una audiovisual que resume estas dos historias. Además aposté por el reciclaje y se le pudo dar valor y uso a algunas piezas familiares que ya no lo tenían y se iban a desechar, como prensas metálicas para el queso o antiguas ventanas muy deterioradas que se han restaurado y se han utilizado como soportes dando un aspecto muy acogedor al conjunto.

-¿El Museo del Queso puede ser el germen para crear nuevos espacios expositivos en Toro?

-Como toresano, estoy a disposición de instituciones y entes privados para ampliar la cultura local en este sentido. Toro tiene productores de queso y de vino, tiene una industria y un comercio que tienen que ofrecer visibilidad turística, no solo vender sus productos. Tiene además un entramado urbano y palaciego único y un entorno natural propio que interpretar, como el río Duero y su fértil vega, sus pinares y barrancos. Tiene además un patrimonio inmaterial de primera calidad, como su folclore, su tradición musical y sus intérpretes, su carnaval, su Semana Santa y su fiesta de la vendimia.

-¿Las Edades del Hombre puede suponer un antes y un después para Toro?

-Por las actitudes emprendedoras que se observan entre instituciones y empresarios parece que sí, pero me hubiera gustado que Las Edades del Hombre no fueran la bisagra del cambio, sino que esta actitud hubiera existido anteriormente y que Aqva fuera solo un elemento más. Cargar el peso del desarrollo de la ciudad en un solo evento temporal puede ser un arma de doble filo. Si las acciones se están haciendo a largo plazo y con miras de futuro, Toro crecerá en todos los sentidos.

-En la actualidad, ¿trabaja en algún proyecto museístico?

-Actualmente estoy inmerso en un proyecto cultural en Irlanda y en las primeras fases de otro en España, pero por el momento no puedo desvelar más.

-Al margen de su trabajo como museólogo, también se dedica a la organización de viajes para turistas extranjeros, ¿cómo surgió este proyecto?

-En 2013, los socios de la agencia Castile vimos una oportunidad y decidimos dejar de ver pasar el turismo frente a nosotros sin obtener rentabilidad de él. Analizamos las posibilidades y el mercado y ahora recibimos a viajeros internacionales que desean alejarse del turismo estándar para vivir experiencias auténticas en España.