El año 2012 la Diputación de Zamora otorgó la Medalla de Oro de la Provincia al toresano don Antonio Vázquez Aldana por su participación en las Cortes que elaboraron la Constitución de 1812, sin embargo son pocos los que conocen quién fue en realidad este diputado, así es que a través de estas líneas pretendemos desvelar esta incógnita.

El apellido Vázquez de Aldana pertenece a uno de los linajes que contribuyeron a construir la historia de Toro, pero durante el siglo XVIII una parte de esta familia abandonó el solar patrio para buscar nuevas salidas profesionales fuera del lugar que les había visto nacer incorporándose a la Administración y a la Milicia, tanto en la península como en aquellos territorios que allende los mares seguían formando parte de la corona española.

Los Vázquez de Aldana habían acreditado su hidalguía en Toro en el siglo XVI mediante la Carta Ejecutoria de Hidalguía otorgada el 7 de agosto de 1591 a favor de Francisco Vázquez de Aldana, vecino que fue del coto redondo de Santa María del Valle, lindante con Toro y perteneciente al conde de Calatrava.

Su descendiente Diego Vázquez de Aldana y Ribera, regidor de Toro y corregidor de Palencia, se encargó como patrono único del gobierno del Hospital de la Inmaculada Concepción y Santa Teresa (de Pobres Convalecientes) fundado, en 1694, por su pariente don Félix Ribera y por su esposa Teresa Sierra y así lo pone de manifiesto Navarro Talegón, J. en el «Inventario y catálogo de bienes muebles de interés cultural propios del Excmo. Ayuntamiento de Toro», como muestra de ello en la iglesia del antiguo Hospital se conserva el escudo de armas de los Vázquez de Aldana.

Don Félix Ribera fue padrino de la boda de don Diego con doña Teresa García de Aguilar, ceremonia celebrada en la iglesia de San Juan de los Gascos el día 21 de enero de1665, matrimonio del que nacieron cuatro hijos Andrés, Antonio, Miguel y Teresa. El primogénito, Andrés, heredó la casa familiar situada en la Rua de Santa Catalina en cuya fachada por suerte todavía hoy podemos contemplar los escudos de la familia a ambos lados de la portada, cada uno de ellos se compone de dos cuarteles, en el de la derecha figura un león y cinco flores de lis y en el de la izquierda un hombre descansando en un árbol con dos lobos y cinco barras, ambos escudos así como el referido anteriormente responden con ligeras variantes al escudo familiar que aparece en la Carta Ejecutoria de Hidalguía de los Vázquez de Aldana.

Escudos que también se encontraban grabados sobre la lápida del sepulcro familiar en la iglesia del convento de San Francisco, el enterramiento estaba situado en la capilla del eccehomo y en ella contiguo a la reja de la capilla mayor, en el lado de la epístola y a los pies del altar de Nuestra Señora de la Expectación.

El tercero de los hermanos Miguel Francisco Vázquez de Aldana García nació el 11 de octubre de 1690 y vivió en Toro, fue al igual que su padre alcalde de la Santa Hermandad por el estado noble, regidor de Toro y diputado del gremio de Herederos de Viñas. Se casó el día 24 de febrero de 1721 con Manuela del Hierro Monroy, la ceremonia del matrimonio la celebró su tío don Antonio Vázquez de Aldana, canónigo de la Colegiata.

Miguel y Manuela y tuvieron tres hijos Miguel Antonio, Elena y José Antonio.

José Antonio Vázquez de Aldana y Monroy, estudió en Colegio Mayor de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca, Colegio del que después fue Rector.

Su actividad profesional lo llevó a alejarse de su ciudad natal y de la península ya que en 1766 fue nombrado Oidor de la Real Audiencia de Guatemala, Audiencia que se encontraba dentro del virreinato de Nueva España, hacia donde partió desde Cádiz acompañado por un criado de origen toresano llamado Luis de Tola.

La Reales Audiencias eran los órganos de justicia del Imperio Español, la Real Audiencia de Guatemala por lo tanto era el más alto tribunal de la Corona española en la zona, en su origen comprendía los actuales territorios de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y el estado mejicano de Chiapas y allí ejerció José Antonio desde 1766 hasta 1771, fecha en la que falleció, como Juez de Censos y Comunidades de Indios y Juez General Privativo del Real Derecho de Tierras.

Actuó como Juez de Residencia del político y administrador colonial Manuel Díaz Freire y certificó que «de no haber resultado caso alguno, la Real Audiencia le debería declarar y declara por buen Ministro y en consecuencia digno de que su majestad le atienda en lo que fuere de su Real Agrado».

A su llegada a Nueva España contrajo matrimonio en la parroquia del Sagrario de Mérida, Yucatán, México, el 26 de noviembre de 1767, con una dama de origen español Manuela de Urriola Arístegui, hija de don Pedro de Urriola que en entre otras servicios a la corona había defendido las ciudades de Portobelo y Panamá de los corsarios ingleses.

La pareja tuvo dos hijos José María y Antonio José , de los que solo sobrevivió éste último.

Antonio José Vázquez de Aldana y Urriola nació en Guatemala el año 1768 y al igual que sus primos toresanos, como veremos más tarde, ejerció la carrera de las armas, ingresó como cadete el año 1786 en el regimiento de Infantería de Nueva España en el que permaneció dos años luego ascendió a Capitán del Regimiento de Infantería del Fijo de México.

Huérfano de padre y madre y siempre protegido por el segundo marido de su madre, don Eusebio Ventura Beleña, oidor de la Audiencia de México, en 1789 pidió licencia para casarse con María Dolores Vidal de Lorca Martínez de Pizón, hija del Gobernador de Nuevo León (México), el Teniente Coronel Melchor Vidal de Lorca, contrayendo matrimonio el 21 de diciembre de ese año.

En 1790 era capitán de la 6ª Compañía del Batallón de Castilla Fijo de Campeche y solicitó el grado de Teniente Coronel el 24 de mayo de 1792 añadiendo a sus propios méritos los de su padre y abuelo, la graduación le fue concedida.

Probablemente un triste hecho acontecido a su familia hizo que su fidelidad a la Corona, como militar español en tierras americanas no se mantuviera cuando en México comenzaron los primeros brotes independentistas, bien sabemos que fueron muchos los militares y civiles criollos que abrazaron esta causa por diversos motivos pero en el caso de Vázquez de Aldana tal vez influyó lo acontecido con su madre que enferma de gravedad y en peligro de muerte en aquellas tierras y aconsejando los médicos su traslado a la península como único remedio para sus males, su segundo esposo solicitó el permiso necesario para efectuar el traslado de doña Manuela en compañía de su hijo José Antonio y de él mismo a España, pero su petición no fue atendida hasta un año después cuando por desgracia la ilustre señora ya había fallecido, por lo que podemos pensar que algo de resentimiento pudo haber en su actitud.

El proceso independentista en Nueva España (México) comenzó en 1810 y tuvo varias etapas en las que se fueron incorporando algunos de los militares que supuestamente debían evitarlo como Vázquez de Aldana que participó y dirigió muchas de las acciones de los sublevados, entre otras en 1813, la liberación de Leona Vicario una de las «heroínas» de la Independencia de México y fue ascendido por el ejército sublevado a Brigadier en 1814.

Sin embargo desconocemos si por arrepentimiento o por conveniencia el 15 de febrero de 1817 figura con otros militares de diversa graduación «implorando la real gracia del indulto» ante el general Manuel de la Concha, gracia que fue concedida generosamente por el último virrey de Nueva España, don Juan José Ruiz de Apodaca.

Su hijo José Antonio Vázquez de Aldana Vidal fue bautizado en la parroquia del Sagrario de Ciudad de México el día 30 de noviembre de 1790.

También militar llegó a Teniente Coronel, su descendencia ha perpetuado el apellido Vázquez de Aldana en México hasta nuestros días.

Pero debemos recuperar a los Vázquez de Aldana toresanos, el hermano de José Antonio, que hemos conocido como oidor en Guatemala, fue Miguel Antonio Vázquez Aldana del Hierro y Monroy bautizado en la iglesia de San Julián el 10 de abril de 1723 a diferencia de José Antonio permaneció en Toro y ejerció los cargos públicos correspondientes al estado noble propios de la ciudad.

El 6 de enero de 1743 se casó con Ana Ramos Muñoz hermana de José Celedonio Ramos Muñoz, abad y canónigo de la catedral de Zamora y de Pablo Ramos Muñoz, colegial que fue de San Salvador de Oviedo en la Universidad de Salamanca, Caballero de la Orden de Calatrava desde el año 1743 y Oidor en la Chancillería de Granada.

El matrimonio tuvo siete hijos Antonio, Ignacio, Félix, María, Manuela, Francisca y Ángela.

Los dos mayores Antonio e Ignacio emprendieron la carrera militar lo que les llevó a alejarse de su ciudad natal y Félix se quedó en Toro trabajando para la Hacienda Real en la Contaduría de la Provincia de Toro, en Rentas Reales.

El segundo de los hermanos fue Ignacio (Ignacio Antonio José Pablo) Vázquez Ramos que suprimió el apellido Aldana ya que en realidad no era compuesto aunque la mayor parte de los miembros varones de la familia así lo utilizaron propiciando no pocas confusiones por la costumbre añadida de llamarse Antonio casi todos ellos.

Ignacio fue bautizado en la iglesia del convento del Santo Sepulcro, el día 11 de julio de 1748, ceremonia en la que actuó como padrino su tío Pablo Ramos.

Siguiendo la estela de su hermano Antonio, Ignacio fue militar, inició su carrera como cadete en 1766 y estuvo presente en la mayor parte de las acciones de guerra en las que se vio inmerso el ejército español de la época.

En su hoja de servicios consta que en primer lugar estuvo como guarnición en Orán, plaza que había sido reconquistada por España en 1732 y que se mantuvo en la soberanía española hasta 1792.

El siguiente servicio en el que participó fue en la acción de guerra de Gibraltar cuando España intentó, una vez más, su recuperación aprovechando el momento en que Inglaterra había empezado a tener problemas en sus colonias de América del Norte y que los países europeos «garantizaban» una cierta neutralidad, unidas estas dos circunstancias y después de reiterar a Gran Bretaña la afrenta que suponía para España la presencia inglesa en el Peñón y de no recibir respuesta satisfactoria para nuestros intereses, se ordenó que comenzaran a concentrarse en tierra fuerzas en Los Barrios y San Roque hasta un total de doce mil quinientos hombres, mandados por el general Martín Álvarez de Sotomayor, quedando una pequeña flota dirigida por el teniente general don Juan de Lángara a la entrada de la bahía, escuadra de bloqueo en la que Ignacio, con setenta hombres de su regimiento, se embarcó en el navío San Genaro que estaba a las órdenes de dicho general, en esta campaña estuvo siete meses hasta el día del combate, 16 de enero de 1780, y desde allí con el regimiento de Soria, al que pertenecía, y en dicho navío se trasladó con el resto de la flota española a Cádiz después del desastre sufrido en la batalla del cabo de San Vicente.

La complicada política exterior de España hizo que el destino de Ignacio y del regimiento de Soria fuera posteriormente la expedición a América del Norte.

España había declarado la guerra a Inglaterra en el contexto del enfrentamiento que mantenían las Trece Colonias contra su metrópoli, a Ignacio que en esa fecha era teniente le fue confiado el mando de una compañía para el servicio y agregación a la artillería con la que se embarcó en los navíos San Juan Nepomuceno, San Felipe, San Pedro y Dichoso, contribuyendo con personal en la batalla en la que Bernardo Gálvez arrebató Pensacola a los ingleses y manteniéndose de guarnición hasta concluir la guerra por la que los colonos consiguieron su independencia y la formación de un nuevo país, los Estados Unidos de América.

Su siguiente misión consistió en conducir a la ciudad de Lima a los desertores y enfermos de su regimiento y a los del de Extremadura que quedaron en las plazas de La Habana, Portobelo y Panamá, viaje complicado ya que se tuvo que encargar del cuidado de la gente que llevaba sin la ayuda de cabos ni sargentos.

Por si fuera poco doce días después de su salida de La Habana naufragó perdiendo todo su equipaje, pero por suerte pudo arribar a la colonia francesa llamada Muro de San Nicolás y allí, según nos cuenta fue atendido con toda hospitalidad por su Gobernador y General.

Llegado a Lima obtuvo del Superintendente General de la Real Hacienda, con aprobación del virrey don Teodoro de Croix, la comisión de Juez de Recensura de Tierras de la provincia de Cañete.

La provincia de Cañete había sido bautizada con este nombre que sustituía al de «Valle del Guarco» por los españoles en 1556 por ser Cañete, en la provincia de Cuenca, la villa natal del tercer virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, la provincia limitaba al norte con la provincia de Lima y al oeste con el Océano Pacifico donde se encontraba Cerro Azul uno de los puertos más prósperos del virreinato.

Su labor como Juez de Recensura no la pudo concluir porque llegó la orden de que regresara con su regimiento a Europa, orden que debió cumplir con rapidez porque los barcos zarpaban con premura y que le impidió terminar su trabajo y entregar los documentos correspondientes a su gestión.

En 1789 ya se encontraba en la península y a su llegada a Madrid obtuvo el grado de Capitán electo y la noticia de su nombramiento como Caballero de la Orden de Carlos III, el 12 de mayo de 1789, para ello tuvo que hacer las pruebas correspondientes que acreditaran su procedencia y la hidalguía de su familia, con este fin encargó a su hermano Félix, residente en Toro, que realizara los trámites correspondientes en dicha ciudad que consistían en la recogida de testimonios de personas de solvencia acreditada que habían conocido a la familia como don Antonio Ulloa Pereira y Bazán, marqués de Santa Cruz de Aguirre, regidor perpetuo de Toro que testificó que sus padres eran hidalgos y pertenecientes a una de las familia ilustres y esclarecidas que había en la ciudad, también se recogieron las partidas de bautismo y de matrimonio así como los testamentos de sus antepasados y presentado todo ello, el 30 de junio de 1790, Ignacio recibió su nombramiento.

Dos años después se vio en una situación comprometida ya que el Virrey del Perú, don Francisco Gil, mediante una carta dirigida al rey explicaba el descubierto de dos mil sesenta y tres pesos y tres reales que había quedado Vázquez cuando ejerció como Juez de Ventas de Tierras Realengas exigiendo su reposición inmediata y en caso de no tener bienes que se le retuviera la tercera parte de su sueldo hasta saldar la deuda.

Esta situación altamente lesiva para su honor le hizo pedir a Ignacio su regreso a Lima con el fin de poder justificarse ante la autoridad competente y para que su traslado fuera fructífero para él solicitar algún cargo en ese virreinato como el de Gobernador de la provincia de Guarochiri, la Subdelegación de la de Cañete o el Gobierno-Intendencia de Trujillo o Arequipa en Perú.

El año 1791 Ignacio enfermó y tuvo que solicitar tres meses de permiso con el fin de reponerse además su padre se encontraba mal de salud por lo que se trasladó a Toro.

Una vez recuperado no se rindió y mediante una nueva solicitud reiteró su incorporación a la Subdelegación de Cañete argumentando que estando allí o en otro destino más próximo a Lima y por lo tanto más cerca de las oficinas podría justificar su proceder. Además presentó copias de algunos documentos que por la premura en su salida de Perú no pudo aportar y garantizaba que de su buen proceder en Lima darían fe los Consejeros de Indias, el conde de Pozos Dulces, don Jorge Escobedo y el teniente de Ayo del Serenísimo Infante don Carlos, don José Álvarez, con el fin de que su honor resplandeciera.

La respuesta del conde de Lerena, ministro de Hacienda y Guerra, no se hizo esperar y en carta enviada al virrey del Perú se le hizo saber que Vázquez volvería a Lima como capitán «vivo» con el sueldo que tenían los que prestaban servicio allí, con el fin de que se le hicieran los cargos que contra él tuvieran del tiempo que sirvió como Juez de Recensura de Tierras, oyeran su descargo con citación del fiscal y si resultase purificada su conducta se le incorporara para el cargo que anteriormente había sido nombrado y si no fuera así que se incorporara a alguna compañía en el Regimiento Fijo haciéndolo constar en su expediente.

Sin embargo las buenas noticias duraban poco para nuestro Capitán y en un comunicado procedente de Lima, del mes de febrero de 1792, se hacía saber que el puesto en la Subdelegación de Cañete ya había sido ocupado por un periodo de cinco años y que aquel territorio no estaba en condiciones de pagar su salario «porque resultaba gravoso para su erario» por lo que se aconsejaba que se quedara en España hasta encontrarle un nuevo destino.

Vázquez no se desanimó y contraatacó solicitando, desde Aranjuez en 1793, el Gobierno de «Guarochiri» (Huarochiri, provincia del centro del Perú), exponía además que tenía apuros económicos porque había gastado todo el patrimonio de sus padres «y estaba expuesto a la dura situación de la mendicidad».

Esta es la última noticia que tenemos del capitán Vázquez Ramos, no sabemos lo que le depararía el destino pero los acontecimientos que estaban por venir en España creemos que no mejorarían su situación.