Aunque nació en La Bañeza (León), Alberto Acedo mantiene una estrecha vinculación con Toro, una tierra en la que nació su esposa y en la que descubrió el mundo del vino. A pesar de su juventud, 31 años, Acedo es Doctor en Medicina Genética y Aplicaciones Biomédicas y ha recibido importantes reconocimientos por sus trabajos de investigación. El pasado año, fue elegido uno de los diez españoles, menores de 35 años, más innovadores. Junto a Adrián Ferrero, fundó el laboratorio Ac-Gen Reading Life en el que ha desarrollado un test capaz de detectar el cáncer hereditario. En la actualidad, trabaja en Estados Unidos en un novedoso proyecto de investigación basado en identificar el ADN del vino.

-¿Cuándo y por qué decide dedicarse a la investigación en el campo de la genética?

-Me formé en Ciencias Ambientales. Acabé la carrera en León donde descubrí que me gustaba mucho la genética. Empecé trabajando en el departamento de genética de la Universidad de León y dediqué mi tesina a la epigenética del centeno. En León me dijeron que no tenía posibilidad de desarrollar mi tesis doctoral y, cuando se me cerró esa puerta se abrió otra en Valladolid, en el Instituto de Biología Genética Molecular, donde comencé a desarrollar mi tesis sobre un tema muy diferente: la genética en el cáncer hereditario. Durante esos cinco años aprendí muchísimas técnicas y me encantaba mi trabajo, pero cuando me quedaba un año y medio empecé a ver que el futuro era un poco incierto por la crisis. Una persona que se dedique a la investigación y que acaba su tesis tiene dos salidas, emigrar fuera de España o buscar un trabajo en otro sector totalmente diferente.

-¿Qué opción eligió?

-Decidí crear un equipo con mi socio, Adrián Ferrero, y desarrollar una idea que tenía, basada en crear un laboratorio con una nueva tecnología para desarrollar test genéticos más completos. Sometimos la idea a Genoma España, una plataforma de innovadores a nivel nacional y desarrollamos la idea de negocio, un modelo empresarial que gustó mucho.

-¿Esta idea fue el punto de partida para crear el laboratorio Ac-Gen Reading Life?

-Con el reconocimiento que obtuvimos ya teníamos la semilla para empezar a construir lo que es Ac-Gen, un centro de diagnóstico genético. Empezamos a trabajar con la genética humana y enfermedades hereditarias, tales como el cáncer de mama o de colon y, a partir de ahí, la investigación se ha derivado a otro tipo de enfermedades y a las infecciones, tanto víricas como bacterianas. En sí, el concepto es el mismo, ofrecer una medicina personalizada y dar al paciente una solución asociada a unas características concretas.

-¿Qué pasos siguió hasta obtener el test que permite detectar el cáncer hereditario?

-Mi tesis estaba basada en el cáncer de mama hereditario, pero nos dimos cuenta de que la mayoría de los centros públicos y privados ofrecían solo el análisis de dos genes, los genes de predisposición en los que hay mutaciones más frecuentes, pero hay muchos genes asociados a la enfermedad. Decidimos crear un panel de genes, seleccionar unos genes concretos a estudiar y la innovación fue que conseguimos leerlos todos a la vez, mucho más rápido que con las técnicas tradicionales y, en sí, costaba lo mismo analizar 37 genes que dos.

-¿La tecnología que ha desarrollado en su laboratorio se puede aplicar a otras enfermedades?

-Una vez desarrollado el panel de genes, podíamos poner a punto cualquier panel para cualquier enfermedad genética. El problema es que necesitábamos siempre inversión para poner a punto los test, luego lo recuperábamos con el servicio, pero era complicado porque necesitábamos un volumen de muestras aceptable. Por eso empezamos con enfermedades más frecuentes como el cáncer y después derivamos el trabajo a otras como las cardíacas u oftalmológicas. Si lees el ADN puedes obtener muchas firmas y, por ejemplo, podíamos saber la identidad de una persona, pero también podíamos ver huellas genéticas de bacterias o desnudarlas, en definitiva, conocer todo su genoma.

-¿Qué otras aplicaciones puede tener su trabajo de investigación?

-Ahora estamos desarrollando otras aplicaciones. Por ejemplo, si una mujer está embarazada, con una extracción de sangre podemos saber si el bebé tiene alguna alteración genética. También, si una mujer quiere someterse a un proceso de fertilidad in vitro hay que saber si el embrión que se implanta tiene un problema, sobre todo en el caso de personas asociadas a una enfermedad concreta. Esa selección embrionaria se puede hacer analizando el ADN de una única célula del embrión. Nuestro trabajo tiene muchas aplicaciones y estamos buscando nuevos protocolos a desarrollar.

-Sin embargo, no se conformó con desarrollar este test y, en la actualidad, trabaja en otro proyecto de investigación centrado en el genoma del vino.

-La idea surgió en Toro durante una cena en familia. Durante la cena, personas invitadas que trabajan en el sector del vino empezaron a preguntarme a qué me dedicaba en el laboratorio y me explicaron que, aunque los enólogos controlan todo el proceso de elaboración, realmente no saben lo que pasa dentro. Empecé a buscar información y me di cuenta de que había muchos estudios sobre las bacterias típicas y pequeños estudios que empezaban a hablar de que lo que había en el fermentador era algo más complejo. A partir de ahí, lanzamos la idea de cómo aplicar, en lugar de medicina de precisión, lo que llamamos enología de precisión.

-Este proyecto ha sido seleccionado por la mayor compañía de tecnologías genómicas y secuenciación de ADN, la estadounidense Illumina, ¿cómo fue la elección?

-El verano pasado surgió la oportunidad de lanzar nuevas ideas a un programa de emprendedores en genética a nivel mundial y nosotros siempre decimos que hay que intentarlo.

-¿Cuál ha sido el punto de partida de este estudio sobre el vino?

-La elaboración del vino es un proceso de fermentación y, por tanto, tiene que haber una microbiología asociada. Realmente los microorganismos son los que producen el vino y, por eso, había que analizar primero de donde vienen y cómo se articulan para llegar al final al proceso del vino. Una de las preguntas que nos hacíamos era el motivo por el que, partiendo de las mismas uvas o del mismo lugar, se producen vinos muy diferentes. El proceso de elaboración puede estar relacionado pero, incluso, utilizando el mismo proceso, el vino no siempre sale igual. A partir de ahí nos planteamos desarrollar una tecnología que nos permita ver qué microorganismos existen en el proceso de vinificación y además nos aporte información que pueda ser útil para los enólogos. En definitiva, lo que pretendemos es crear una huella genética del vino.

-¿En qué fase se encuentra la investigación?

-El programa de emprendimiento aceptó la idea que gustó mucho en Estados Unidos, pero con la condición de que teníamos que probar que podíamos obtener esa huella. El vino es una muestra compleja porque hay mucha química, muchos polifenoles y alcohol que dificultan nuestro trabajo. Contactamos con veinte bodegas top en España para que nos enviaran muestras y, tras su análisis, empezamos a obtener los primeros resultados.

-¿Qué resultados del trabajo le han sorprendido más?

-Hemos hecho por primera vez un experimento que no se había hecho antes, encontrar ADN en una botella comercial de vino. Abrimos una botella de vino de Toro, cogimos una copa del vino y extrajimos el ADN. Tuvimos que utilizar unas técnicas complejas, pero conseguimos ver que en el vino había ADN de bacterias de la fermentación, pero no sabemos si están vivas o están en estado latente. Este experimento era un paso para ver que había bacterias que han resistido todos los procesos en la bodega.

-¿Qué aplicaciones futuras puede tener la enología de precisión?

-Siempre digo que el vino es un ente vivo porque es una sucesión de microorganismos, de bacterias y levaduras. Si nosotros conocemos la evolución de esa serie microbiana del vino, podremos tener puntos de control para saber si nuestro proceso de producción va bien o mal o si hay un problema en la fermentación. En la enología de precisión, si conocemos la serie microbiana de la que partimos y tenemos una previsión de cómo va a evolucionar, podemos decir al enólogo que cambie o añada determinados parámetros.

-¿Las bodegas serían las principales beneficiadas de esta enología a la carta?

-Ojalá en un futuro podamos conectar no solo con las bodegas sino también con el consumidor final, porque hemos probado vinos de muchos sitios y todos son muy diferentes. A la hora de comprar vinos nos fijamos en el ranking de un crítico enológico o en el precio de la botella. Me encanta poner el ejemplo de vinos de Toro que en Estados Unidos no son nada conocidos, pero cuando la gente los prueba nos dice que son vinos alucinantes pero que nunca los comprarían porque el precio de la botella es muy barato. Lo que intentamos es desarrollar una huella genética y que en un futuro nosotros podamos, a través de una aplicación de móvil u otras tecnologías, ver si hay vinos que se parecen en huella genética a los que nos gustan y poder comprarlos. Para eso, estamos construyendo una base de datos de todo el mundo, analizando el suelo. Es un servicio que ya tenemos disponible on-line. También vamos a construir un geo-mapa de microorganismos que se encuentran en los viñedos porque el origen de los microorganismos fermentadores está en la viña y la viña está en el suelo. Estamos recibiendo muestras de todo el mundo, de Israel, Francia, España o Estados Unidos y estamos viendo que hay huellas genéticas asociadas a microorganismos en cada región. Por ejemplo los microorganismos que encontramos en Toro son muy diferentes de los de la región de Napa, y podemos asociar que los vinos de Toro tienen un sabor específico determinado que siempre vas a relacionar con un vino de Toro, aunque lo elabore un enólogo francés o uno de Rioja.

-¿Cuándo finalizara el trabajo sobre el ADN del vino?

-El programa de aceleració en Estados Unidos finaliza el 20 de noviembre. Hemos creado el portal www.Wineseq.com y la empresa Biome Makers que tiene su sede en San Francisco y, posiblemente, en diciembre se traslade al corazón de la región de Napa. Mi idea es volver a España para crear o instalar el laboratorio de I+D de la empresa americana. Nuestra idea es seguir trabajando en Estados Unidos, porque la industria de vino allí es muy potente, pero también en España. La cuestión es dónde ubicar en España un laboratorio de esas características y ver qué ayudas podemos obtener. Personalmente, me gustaría implantar ese laboratorio en Toro porque estoy muy ligado a esta ciudad. Sin embargo, no es un problema de Toro sino de Castilla y León que no existan ayudas o ventajas para crear este tipo de industria innovadora.