Ocho jóvenes se han visto atraídos este verano por la llamada del teatro y no han querido perderse la oportunidad que les brinda el taller de interpretación que se enmarca dentro de la programación del Verano Cultural.

La toresana Diana Medina es la encargada de impartir las clases que comenzaron ayer y se prolongarán hasta el próximo jueves. Durante estas cuatro sesiones Medina pretende mostrar a sus jóvenes pupilos algunas técnicas de interpretación y, sobre todo, "trabajar con la imaginación y la creatividad".

La actividad principal que los alumnos deberán desarrollar durante el curso es la creación de un texto teatral propio que tendrán que interpretar y para el que ellos mismos deberán inventar los personajes en cuya piel se meterán.

Para Medina, es una satisfacción que los jóvenes se interesen por el teatro y ha asegurado que este taller ayudará a sus alumnos a "hablar en público y perder la vergüenza", además de a sentirse más seguros de sí mismos. Precisamente por eso se han inscrito en este curso de verano Paula Lladó y Marina Romero, dos amigas que aseguran ser muy tímidas y esperan "quitarse la vergüenza, pasárnoslo bien y conocer gente".

Los jóvenes actores amateurs comenzaron su primera clase con técnicas de relajación el cuerpo así como de estiramiento de los músculos porque, según les explicaba su profesora, para un actor es "muy importante" estirar ya que, sobre todo, trabaja con el cuerpo y con la voz.

"Tenemos muy poco tiempo, así que vamos a hacer un poco de todo", ha explicado Diana Medina, quien ha hecho sus pinitos como actriz en algunas obras teatrales y cortos de cine. Además, la toresana también dirigió, durante algunos años, el grupo de teatro local Zarabencia.

Por su parte, otro de los alumnos, Ángel Hernández, tampoco había hecho teatro antes, por lo que ha querido "probar" cómo se siente uno sobre las tablas de un escenario "por si me interesa para el futuro", explicaba. Más tarde, Ángel, junto al resto de sus compañeros, debió pensar en un animal y comenzar a imitarlo. Lo curioso es que todos los pupilos se movían del mismo modo por el suelo de la improvisada aula. Eso sí, no faltaron las carcajadas que dejaban entrever, todavía, algo de pudor.

Tras estas cuatro sesiones del taller, quizás a alguno de ellos le "pique el gusanillo" y quiera pasar de interpretar su papel en el liceo del teatro Carlos Latorre, donde se imparten las clases, a subirse al escenario del edificio.