Un acuerdo extrajudicial con los miembros de una familia gitana ha devuelto la ilusión a Lorenzo Vergel Vasallo, más conocido en Toro por el apodo de «Giselo», que hace 25 años decidió dejar su ciudad y solicitar la excedencia voluntaria como policía municipal, por haber cometido el «delito» de enamorarse de una mujer de etnia gitana. Visiblemente emocionado y consciente de la importancia de este pacto para su futuro y para el de su familia, Vergel, abandonó el lunes el Juzgado de Toro en el que tuvo que comparecer tras interponer una denuncia por amenazas, que finalmente retiró. El juicio tuvo que ser suspendido el pasado jueves después del duro enfrentamiento mantenido entre este policía en excedencia con algunos de los denunciados y sus familiares, que obligó a actuar a la Guardia Civil y a la Policía Local para evitar incidentes más graves y que derivó en un cruce de denuncias entre las partes, que también fueron retiradas el lunes, en señal de acercamiento.

Desde primera hora de la mañana, agentes de la Guardia Civil y de la Policía Local de Toro establecieron un espectacular dispositivo de seguridad en la plaza del Concejo, con el fin de que Vergel y su esposa, pudieran acceder al Juzgado de Toro sin ser nuevamente increpados ni agredidos. como sucediera el pasado jueves. En sede judicial se personaron algunos de los denunciados y dos «mediadores», cuya intervención fue clave para poner fin al enfrentamiento que las partes mantenían desde hace 25 años. De hecho, el juicio no llegó a celebrarse ya que la jueza, para evitar más incidentes, prohibió la audiencia pública y autorizó un «careo» entre las partes que, se prolongó más de una hora y que derivó en un acuerdo extrajudicial, que fue ratificado en el Juzgado, por todos los implicados.

Tras estampar su firma en el documento que recoge este pacto extrajudicial, Vergel, recordó que, hace 25 años, «el único delito que cometí» fue enamorarse, después de divorciarse, de una mujer gitana viuda y madre de dos hijos. «Para evitar problemas», la pareja, que tuvo una hija fruto de su relación, decidió abandonar su ciudad natal, Toro, y trasladarse a vivir a otra ciudad, lejos de sus familiares y amigos, para iniciar una nueva vida en la que él trabaja como jardinero y ella se gana la vida como cocinera. Aunque pensaron que, después del tiempo transcurrido, «el enfrentamiento se había acabado», la decisión del matrimonio de adquirir un terreno en la cercana localidad de Fuentesecas para construir un pequeño «refugio» en el que poder pasar unos días de vacaciones y retirarse cuando se jubile, reabrió viejas heridas. Tras conocer su decisión, los «arregladores» designados por el ex suegro de la esposa de Vergel se personaron en el pueblo de Fuentesecas para comunicarles que «teníamos 24 horas para irnos», advertencia que el ex policía local se negó a acatar porque «siendo español, cualquiera puede vivir en cualquier lugar de España y aunque las leyes gitanas las respeto, soy de Toro, ciudad en la que vive mi familia, y no tengo porque renunciar a volver aquí cuando me jubile».

Por este motivo, Vergel decidió interponer una demanda judicial por amenazas y aunque el juicio debería haberse celebrado el jueves, finalmente fue aplazado ante los graves incidentes ocurridos en las inmediaciones del Juzgado, y todas las partes fueron de nuevo citadas para que se personaran el lunes en sede judicial.

Gracias a la intervención de los «mediadores» y a los agentes de la Guardia Civil y de la Policía Local que, en todo momento, intentaron apaciguar los ánimos para que ambas partes fueran capaces de cerrar viejas heridas y firmar un pacto, ha sido posible poner fin a un enfrentamiento que, para Vergel, se ha prolongado demasiado tiempo. De hecho, tras firmar este documento Vergel ensalzó la intervención de los «patriarcas» porque su mediación en el conflicto ha servido para que él y su hija, puedan visitar Toro siempre que quieran y sin miedo a posibles represalias, mientras que su esposa y los dos hijos que ésta tuvo con su anterior marido, del que enviudó antes de conocer al ex policía local, renunciaron el lunes a regresar a Toro.

Por su parte, los «patriarcas» también consiguieron arrancar a los miembros de la familia gitana implicada en este conflicto el compromiso de que no se personarán en Fuentesecas, ni siquiera como vendedores ambulantes. Además, ambas partes, en señal de buena voluntad, decidieron retirar todas las denuncias interpuestas en el Juzgado de Toro por amenazas y agresiones. Para Vergel este pacto extrajudicial supone una «gran felicidad» porque, aunque «no creemos en el Dios de la buena suerte, este acuerdo es como si nos hubiera tocado la lotería». Por último, agradeció públicamente la gran labor realizada por la Guardia Civil y por la Policía Local que «nos han ayudado mucho» para que fuera posible alcanzar este acuerdo que le ha devuelto la tranquilidad y, sobre todo, la felicidad.

Muchos vecinos de Toro han comentado en los últimos días la triste historia de «Giselo» y de su esposa, una pareja a la que recuerdan porque, como relataron algunos vecinos, «han sufrido mucho», por defender a ultranza unos sentimientos que les llevaron a abandonar su ciudad, a sus familiares y a sus amigos, por miedo a posibles represalias. Aunque la pareja consiguió rehacer su vida lejos de Toro e incluso tuvo una hija, no ha querido renunciar a estar cerca de sus familiares y, al menos Vergel, podrá volver a visitar la ciudad en la que trabajó como policía local y que tuvo que abandonar por amor. El tiempo cierra viejas heridas y, todos los implicados en esta historia, esperan ahora que el «pacto» firmado el lunes sirva para poner el punto y final a 25 años de enfrentamiento.