Toresano de nacimiento y de corazón. Así se presentó ayer, Ernesto Berger Lorenzo, pregonero de la Semana Santa de Toro, en el solemne acto celebrado en La Colegiata. Durante su alocución, reconoció ser consciente de la «responsabilidad» que entraña pregonar la Pasión toresana e invitó a los asistentes a este acto a recorrer, por etapas, algunas de sus vivencias personales, ligadas a esta celebración.

Empezó el pregonero rememorando su infancia, o la «fase de la inocencia», cuando su madre y sus tías le vestían con la túnica negra y el «capuchón» blanco para, de la mano de su tío Julio, comenzar su «andadura procesional», etapa de la que recuerda sus fallidos intentos por conservar encendido el gran cirio que portaba o sus escasas sensaciones relacionadas con el fervor y la devoción. Cuando cumplió 15 años, se trasladó con su familia a vivir a Suiza y, en ese momento, terminó el «primer ciclo» de su Semana Santa ya que, poco a poco, se fue adaptando a una nueva vida y la Pasión «se fue difuminando en mi memoria». En este recorrido por su vida, Berger se detuvo posteriormente en la «fase de la inseguridad» cuando, sus familiares seguían pagando sus cuotas a la Asociación del Santo Sepulcro pero «yo continuaba siendo un cofrade en la distancia». Años más tarde, ya en la «fase de las sensaciones», Berger recibió la noticia de que iba a ser abad y, como confesó, «no lo dudé ni un segundo» y fue entonces cuando se reencontró con la Semana Santa de Toro. El Miércoles Santo del año en el que tuvo el honor de ser abad, para Berger fue «una explosión» ya que, sólo entonces, recordó «lo conmovedora y emocionante que puede llegar a ser la procesión, recorriendo las callejuelas de las Pajarinas, el Puerto de la Magdalena, Tablarredonda?».

En este recorrido, el pregonero volvió a reencontrarse también con el sonido del bombardino, el tañido de la campana, «la voz pausada y firme del sacerdote rezando el Vía Crucis o el canto de «Las cinco llagas». Este reencuentro marcó de tal forma al pregonero que, a partir de entonces, volvió cada año a Toro para la celebrar la Semana Santa. Con el paso del tiempo y «cuando esa euforia de vivencias se ha ido calmando», el pregonero ha llegado a la conclusión de que las procesiones de la Pasión toresana han cambiando y «se han ido adaptando a los requerimientos y a las exigencias de la vida actual». Y es que, como relató, «ahora nuestra Semana Santa ya no es solamente para los toresanos» ya que, ahora, comparten esta celebración con los turistas.

En este punto, se preguntó el pregonero si, en la actualidad, en las procesiones toresanas predomina el «componente turístico», si «se está perdiendo el sentido religioso de la Semana Santa o si «somos más superficiales en nuestras creencias». Estas preguntas han marcado la «fase de las dudas» de Berger porque, como explicó, «habrá quien defienda estas transformaciones y prefiera una Semana Santa más espontánea y sencilla, menos austera y rígida» y, en cambio, «otros buscarán el recogimiento y la devoción y optarán por continuar con sus cultos tradicionales» e incluso «disfrutar de unas vacaciones». Ante estas «dudas», para el pregonero «toda persona debe tener libertad de decisión para escoger la forma de vivir la Semana Santa que más acorde esté con sus principios, con sus ideas». Para Berger, «debemos intentar conocer y comprender los argumentos y las motivaciones de los demás» ya que, a su juicio, «las diferentes maneras de celebrar la Semana Santa deben ser aceptadas, aunque no se compartan». Y es que, como apuntó, «no debemos olvidar que inculcando a nuestros jóvenes el sentido religioso de la Semana Santa, podremos conservar una parte fundamental de nuestras tradiciones». Para cerrar su pregón, Berger apuntó que la tolerancia puede ser «la solución de futuro», para que «cada uno encuentre el camino para vivir su Semana Santa». En el pregón actuaron el Coro Interparroquial y «La Rondalla».