Javier Cuadrado inaugura esta tarde, a las 20.00 horas, su segunda exposición fotográfica en Toro, en la Sala de Exposiciones de la Casa de la Cultura. Esta muestra está compuesta por unas 50 fotografías tomadas durante un viaje a Japón, en las ciudades de Tokio y Kamakura, a las que ha añadido algunas fotos de Toro, para hacer más cercana la muestra a los toresanos que la visiten. Aunque nervioso ante la inauguración, no oculta su satisfacción por volver a exponer en su ciudad.

-¿Cómo es la exposición que se inaugura hoy en Toro?

-Se titula «Retazos de Tokio, Kamakura y Toro», y el grueso de la exposición se compone de unas 50 obras, en dos tamaños, 60x80 y 30x40 centímetros. Las fotos son fruto de un viaje que realicé el año pasado a estas dos ciudades japonesas. Tokio es una megaciudad de unos catorce millones de habitantes, y Kamakura es una ciudad de unos cien mil habitantes, que está a una hora en tren desde Tokio, y contrasta mucho con la gran ciudad que es Tokio.

-¿Son todas en color?

-Sí, todas en color. Siempre las hago en color, aunque personalmente, las exposiciones fotográficas que más me gusta ver casi siempre son en blanco y negro, mucho del neorrealismo italiano de los años 70 y de la fotografía francesa desde los 50. Probablemente ahí están varios de mis autores preferidos, pero yo he llegado a la fotografía en color, siempre he disparado en color, y como sigo sin manipular las fotografías, disparo en color, lo veo en color y así lo muestro. Nunca he trabajado el blanco y negro.

-¿Realiza algún tipo de retoque en sus fotografías?

-El trabajo está realizado en digital por cuestiones de facilidad a la hora de realizar muchísimas imágenes, pero sigo con el viejo espíritu de fotógrafo analógico, el que tenía con la réflex que no era digital. Supongo que con el paso de los años llegaré a modificar las fotos, pero de momento me resisto a ello. A mí lo que realmente me gusta es realizar el trabajo de campo, realizar las fotografías, por lo que para mí el trabajo de ordenador es pasarlas y archivarlas, o seleccionar una parte para una exposición. Todavía estoy contento con lo que sale sin manipular.

-¿Qué supone para usted el exponer en Toro?

-Es volver a casa y es seguir en casa, porque tanto cuando estuve en Salamanca como en los trece años que llevo en Segovia, por cuestiones familiares venimos mucho a Toro, y supongo que nos pasa a la mayor parte de los toresanos, que estamos muy enraizados y volvemos siempre que podemos. Así que volver aquí siempre es un placer. Ésta es mi segunda exposición en Toro, y la primera fue muy gratificante porque no sólo es que vean tus fotografías, sino que también supuso el reencuentro con personas a las que llevaba mucho tiempo sin ver. Además, me siento como en casa porque, de hecho, expongo en la misma calle en la que está la casa de mis padres, y es la biblioteca que yo he visitado desde que se inauguró, así que el espacio físico hace que me sienta doblemente en casa.

-¿El hecho de exponer en Toro le supone un poco más de responsabilidad?

-Sí. Para cualquier fotógrafo que expone, la crítica sincera siempre es muy importante, a veces reafirma una parte de tu trabajo y a veces es todo lo contrario, pero en este caso además coincide que conoces a las personas que valoran tu trabajo, así que sí tiene un plus de responsabilidad. De ahí que haya introducido algunas imágenes de Toro en la exposición.

-¿Qué pretende mostrar en sus fotografías?

-Lo que he intentado plasmar en las fotografías es lo que yo creo que es la esencia de ese viaje. Hay un contraste que vemos todos los que vamos de fuera a Japón, que es el contraste entre la mayor de las modernidades y una serie de ritos ancestrales y basados en la historia, tanto en el país, como en la ciudad, como en cada persona en particular. Es algo que está en la ciudad y en la vivencia de cada uno. Es un contraste que impregna todo, y así, en la calle de los mayores rascacielos te puedes encontrar un santuario sintoísta en una distancia de 20 metros, rodeado de toda la esencia, que la tiene en el 2010 igual que la ha tenido cuatro siglos atrás o dieciocho siglos atrás. Además tienen un carácter muy abierto con el de fuera, o al menos lo fue en mi caso, y te facilitan todo, con el idioma, con los gestos, con la sonrisa... es muy fácil estar con ellos y te sientes muy acogido.

-¿Ese carácter abierto le facilitó la toma de fotografías?

-Sí, facilita el trabajo fotográfico y facilita una parte que es nueva en mis exposiciones, que es el retrato. Hasta ahora yo no había sacado públicamente retratos, y en esta exposición sí. Retrato urbano, no preparado, no de estudio. Al japonés le gusta que le fotografíen, no le incomoda, y si ve que lo estás fotografiando va a sonreír y a hacer un gesto de saludo, lo cual contrasta con otras muchísimas sociedades en las que eso no pasa. Eso es muy gratificante como viajero, y como fotógrafo facilita de forma enorme el trabajo, o la posibilidad de hacer otras cosas que no puedes hacer en otros entornos, en los que a lo mejor acompaña la arquitectura, acompaña la ciudad, pero no las personas.

-¿Qué le llamaba la atención a la hora de tomar las fotografías?

-Generalmente busco los detalles, desde mis inicios, así que no va a haber una imagen panorámica de un templo budista, pero sí va a haber tres imágenes, una de un monje budista escribiendo, y dos de su escritura, que estaba pintando con tinta un proverbio budista. Dentro del entorno, generalmente la cámara siempre busca detalles, que intento que sinteticen el lugar con un breve esbozo. Hay también bodas sintoístas, hay alguna imagen del Tokio más urbano, por ejemplo una imagen nocturna con un fondo de rascacielos en el que se ve el río, y en otras fotografías se ve la vida cotidiana en Kamakura, como la de una chica joven vestida con kimono.

-¿Desde cuándo siente afición por la fotografía?

-Afición siento desde pequeño, siempre me recuerdo con cámaras muy sencillas, como la que me regalaron en la primera Comunión, intentando aprender cosas. Cuando tuve la primera réflex digital es cuando noté un salto cualitativo porque puedes manejar una serie de cuestiones técnicas que te facilitan mucho intentar conseguir aquello que crees que tienes delante. Así ya llevo unos 20 años, disparando mucho, con lo cual el aprendizaje siempre es continuo. Por lo tanto, soy autodidacta, con el método de ensayo-error.

-¿Cómo surge la idea de hacer la primera exposición?

-Ese primer momento partió de una exposición fotográfica que vi en una galería de Zamora, que me gustó, así que reuní el trabajo que consideraba que era lo mejor de lo que había hecho hasta entonces y se lo enseñé al galerista, planteándole la posibilidad, si lo veía apropiado, de exponer en su galería. La idea era compartir mi trabajo con otras personas. Cuando respondió que mi obra le parecía interesante, el exponer en esa galería fue el pistoletazo de salida. Después de la primera pensé que tal vez habría alguna más, pero el primer año expuse en ocho o nueve lugares, y desde entonces ésa es la media que estoy realizando.

-Un fotógrafo, como el resto de artistas, siempre realiza su obra de cara a otras personas, ¿no es así?

-Sí, para que llegue a otros. Hay una necesidad innata que sale de uno mismo, con una sensación que empieza y termina en mí, que es la de querer hacer una fotografía, pero si luego consideras que esa fotografía es lo que tú querías y que puede transmitir algo, lo ideal es que esté colgada en algún sitio donde la pueda ver mucha gente.

-Pero montar una exposición también supone un esfuerzo...

-Sí, porque la producción es muy cara, así que es muy complicado, pero cuando voy vendiendo fotografías, esto me da la oportunidad de sacar producción nueva. Por lo tanto, todos los años no puedo hacer una exposición diferente, tanto por falta de espacio para guardarla, como porque no puedo permitirme el producir mucho si a la vez no puedo darle una salida, no tanto para obtener beneficios económicos, sino para poder sacar otra exposición. Además, cuando vendo algo a alguien que no me conoce, que no tiene ningún compromiso conmigo, es señal de que le gusta la obra, y eso es una forma de reafirmación.

Toro, 13 de septiembre de 1968.

Vivió y estudió en Toro hasta los 18 años, momento en el que fue a estudiar medicina a Salamanca, ciudad en la que permaneció unos ocho años. Posteriormente se trasladó a Segovia, lugar en el que ya lleva viviendo trece años, y desarrollando su labor como médico. En cuanto a su trayectoria fotográfica, hace tres años y medio empezó a exponer en público. La exposición que hoy se inaugura es la vigésimo séptima individual que realiza hasta la fecha. Además, ha participado en otras dos exposiciones colectivas en Madrid.