Ya han comenzado las excavaciones arqueológicas en el entorno del Alcázar, previas a la redacción del proyecto técnico de las obras con las que se pretende dar continuidad al paseo del Espolón en dirección al paseo del Carmen.

La actuación supone la realización de un estudio estratigráfico del terreno y en este sentido de momento se han realizado ya dos sondeos, los cuales han permitido comprobar que la profundidad de la cimentación del edificio no alcanza los 60 centímetros, ya que a esa cota ha aflorado la peña natural existente en la zona, concretamente en las barranqueras sobre las que se asienta a cien metros de altura sobre el nivel del Duero.

Según señaló ayer Manuel Moratinos, responsable de la empresa adjudicataria, Aratikos Arqueólogos, «la peña tiene una consistencia suficiente como para poder soportar el peso del castillo» y de ahí que el basamento no precisase ser más hondo. Así mismo, la cata ha descubierto también una antigua atarjea o desagüe de aguas residuales, que tiene su salida en el portillo del recinto y de la que por ahora se desconoce si data de la época en que fue levantado el castillo o si fue construida cuando el edificio fue utilizado como cárcel comarcal, según señaló Manuel Moratinos. Del otro sondeo realizado, añadió, «ha salido el corte del barranco». La información que se recabe a lo largo del mes que los expertos calculan que durarán los trabajos, será facilitada a los arquitectos del proyecto redactor del paseo y los jardines que albergará la zona, el toresano Claudio Pedrero y el zamorano Ángel Casaseca. En base a esos datos que se obtengan, explicó Moratinos, se determinará si la excavación se hace «extensible» o no en función del «interés» que tengan y, en cualquier caso, permitirán «indicar cuanta cantidad se puede rebajar para realzar la estructura del castillo». según señaló ayer Manuel Moratinos, responsable de la empresa adjudicataria, Aratikos Arqueólogos.

En caso de que las excavaciones se extiendan, los arqueólogos esperan encontrarse el foso de la fortaleza, así como la antemuralla o falsa muralla que lo rodeaba por la parte que actualmente va a dar a la plaza de San Agustín, además de los restos del primer recinto amurallado de Toro, que ascendía desde el puente de piedra y tenía continuidad por el interior de la localidad. Donde los arqueólogos no esperan localizar resto alguno es bajo el antiguo depósito semienterrado que se encuentra situado frente al recinto, ocupando parte de la plaza.

El concejal de Obras, Fernando Caballero, avisaba ayer de que intervención provocará que «en algunos momentos se tenga que cortar el paseo que circunda al Alcázar» y que sirve de mirador hacia la Vega, por lo que pidió «disculpas por las molestias que se puedan ocasionar». Sin embargo, incidió en que se trata de actuaciones «que merecen la pena porque van a aportar datos» sobre el monumento histórico y sobre el desarrollo de la propia ciudad de Toro. La actuación, necesaria por tratarse de un entorno que afecta a un monumento declarado Bien de Interés Cultural, ha sido adjudicada por la Consejería de Fomento de la Junta, que es quien financia el proyecto global del paseo dentro del programa Arquimilenios.