Ni tonta ni loca era Delhy Tejero, sino que fue una de las mujeres que formaron parte del grupo de intelectuales que destacaron en el primer tercio del siglo XX a su paso por Madrid. Por eso ha sido incluida dentro de uno los capítulos del libro "Ni tontas ni locas" -en alusión a la tristemente célebre frase de Jacinto Benavente, además de gran literato, misógino declarado-, en el que se se recupera la memoria de artistas, pensadoras, científicas, pedagogas, etc, que fueron pioneras en las distintas disciplinas del conocimiento durante la República española, y cuyos nombres quisieron ser después borrados de la faz de la intelectualidad.

"Cuando en los años setenta llegamos a la universidad española, echamos de menos la presencia y la voz de las mujeres que nos habían precedido en el mundo académico. No se nos hablaba de ellas ni de sus logros. A nosotras no nos cabía la menor duda de que existían, pero al no saber quiénes eran, no nos resultaba posible rastrear su trabajo. Treinta años después tenemos la satisfacción de poder presentar a algunas de estas mujeres, por sus nombres, apellidos y obra".

Son las palabras con las que comienza el prefacio del libro, coordinado por Paloma Alcalá Cortijo, Capi Corrales Rodríguez y Julia López Giraldez, el cual ha sido presentado recientemente en la Facultad de Ciencias Químicas de Madrid y está editado por la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) con el apoyo del Ministerio de Ciencia e Innovación. Javier Vila, sobrino de la pintora toresana Delhy Tejero es quien se ha encargado de presentar a los medios de comunicación de Toro la obra, en la que su hermana Mª Dolores Vila se encarga de escribir la biografía de la artista, quien tiene, además, una presencia activa en el libro a través de algunos de sus dibujos, pinturas y fotografías, los cuales ilustran varios capítulos.

Clase media ilustrada

El libro es el resultado de la investigación realizada por sus autoras, las cuales descubrieron que no se encontraban ante «unas cuantas personalidades excepcionales, sino ante una red extensa de mujeres que actuaron como grupo de presión capaz de cambiar las circunstancias que hasta ese momento habían sido el destino de su sexo». Se trata de un colectivo de mujeres «de clase media ilustrada que, por primera vez en España, impulsaron ideas, costumbres y cambios sociales que nos acercaron a la modernidad». Pertenecen a las generaciones de 1898, 1914 y 107 y todas ellas «tienen en común el haber sido invisibilizadas y excluidas de los grupos de intelectuales que les correspondían». Con la obra se pretende también hacer un homenaje a las mujeres que hicieron posible la creación en 1907 de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, «considerado el primer proyecto modernizador de la cultura emanado del Estado».

El primer capítulo recoge datos sobre las precursoras del feminismo europeo y americano que, sin duda, « influyeron en la toma de conciencia» de estas mujeres como Mary Wollstonacraft, Emmeline Pankhurst; el segundo describe el contexto histórico y político en el que, junto con el resto de las europeas, consiguieron los derechos de ciudadanía. El tercer capítulo está dedicado a ellas y a las instituciones en que se educaron y trabajaron, mientras que el epílogo «es dramático»: la sublevación militar de Franco, la guerra civil y la posterior represión «cerraron el camino hacia la modernidad emprendido por España. A las muchas mujeres que, al igual que los varones, sufrieron exilio, encarcelamientos o depuraciones, se les arrebató, además, tanto la ciudadanía de pleno derecho como la posibilidad de ejercer las profesiones para las que con tanto esfuerzo se habían formado».

A Delhy Tejero no se la incluye entre las "exiliadas" ni las "depuradas", pero sí entre las mujeres "olvidadas junto a otras como Angela Barnes, Pilar de la Cierva Virtudes, Matilde Landa o Elisa Soriano o Jimena Fernández de la vega, entre otras.

Estudios

La biografía de Adela Tejero Bedate, Delhy (1904-1968), se incluye en el tercer capítulo, "Madrid se abre al mundo", dentro del apartado dedicado a la Residencia de Señoritas y a su fundadora, María de Maeztu, por ser la pintora una de sus residentes. La Residencia de Señoritas constituía el grupo femenino de la Residencia de Estudiantes y fue dirigida por María de Maeztu -mujer excepcional en su tiempo por su vasta formación y su diversa e incansable actividad- por encargo de la Junta de Ampliación de Estudios desde su creación en 1915.

El centro se acogía al ideario y la forma de proceder promovidos por la Institución Libre de Enseñanza y proponía, en palabras de la propia Maeztu, «hacer compatible la elevación intelectual con el mantenimiento de las virtudes morales de la mujer española». Estaba destinada a conseguir la paulatina incorporación de la mujer a estudios diversificados y principalmente de grado universitario. En ella se concedió a las estudiantes una libertad de movimientos inusual en la población n femenina de la época, «aunque hubo normas mucho más rígidas que en el grupo masculino», y uno de los empeños más insistentemente perseguidos por sus responsables fue el de ponerla al alcance de las clases más modestas. Jalonada de una intensa actividad cultural e intelectual, su meta fue, según María de Maeztu, aunar "feminidad" con "feminismo".

Un rostro enigmático y una existencia ligada a la Residencia de Señoritas

Los ojos de Delhy Tejero atraen poderosamente la atención de la foto realizada en su estudio madrileño -con el retrato de su entonces pequeño sobrino Javier Vila al fondo- que ilustra la biografía de la artista en el libro. No es la única, su rostro enigmático, exótico, bello, cierra en formato de "fotogramas" las últimas páginas de la publicación. De su obra se han seleccionado, además, para ilustras otros capítulos un dibujo del estudio, otros dos de la Venus bolchevique, así como dos paisajes en lápiz, pluma, tinta china y aguadas de colores de la serie Nosotros-Ellos (1940-1945) que se encuentran en el Museo Contemporáneo de Madrid.

Los datos biográficos resaltados por su sobrina en el libro dan cuenta de como Delhy fue una mujer adelantada a su tiempo porque supo dar vía libre a sus inquietudes sin autocensurarse por las rígidas normas morales y sociales de la época. Fue ya una avanzada al trasladarse a Madrid desde Toro para preparar su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en la de Artes y Oficios. Lo fue porque supo hacerse con una independencia económica. En 1928, gracias a su colaboración habitual como ilustradora de las mejores revistas de la época, pudo trasladarse a vivir a la Residencia de Señoritas donde permaneció cuatro años. Lo fue porque fue libre en el amor y porque quiso salir al conocer el mundo. Viajó por primera vez en 1931 para trasladarse a Bruselas y París. En 1936 se fue de vacaciones a Africa, donde le sorprendió la Guerra Civil, y aunque pudo regresar a España -se quedó en Toro- con un salvoconducto especial abandonó el país para ampliar estudios de pintura mural en Florencia. Tras un tiempo en Italia y París, en 1939 se instaló en Madrid «en su nuevo estudio-vivienda del Palacio de la Prensa que conservó hasta el final de su vida».

Realizó numerosas exposiciones individuales y colectivas -fue la primera mujer que participó junto a Saura, Miralles, etc, en la primera exposición de arte abstracto de España- y fue artífice de numerosas técnicas experimentales como la delcomanía para su serie "Brujas o Duendines". Murió en Madrid en 1968, «como ella había deseado, en un día sin sol y en plena actividad artística».