"Bajo esta losa funeral se entierra de parientes y amigos el consuelo, mostremos; ay! con lágrimas de duelo todo el pesar que nuestro pecho encierra. Pues á lejar (sic) el mal que al hombre aterra se consagró con rígido desvelo; los frutos alcanzar logre en el cielo del mucho bien que derramó en la tierra. (...)".

Este epitafio laudatorio, inscrito en una lápida de mármol negro, acaparó la atención del toresano Javier Vila cuando inspeccionaba la escombrera de Toro en busca de algún pequeño "tesoro" de los muchos que ha logrado rescatar de la destrucción fruto de la ignorancia, el olvido o la ausencia de sensibilidad. Está dedicada, tal y como figura al final del texto, al doctor José Sebastián Coll, muerto en el año 1849. La losa funeraria procede del antiguo cementerio que existió en Toro en las inmediaciones del lugar dónde ahora se asienta el cuartel de la Guardia Civil, el cual fue construido por el Hospital General, siendo alcalde Ramón Rubio Rodríguez, con motivo de la peste que se desató en la ciudad en 1834 y fue desmontado en los años 30 del siglo XX, de ahí que las lápidas fueran a parar a la escombrera. La rimbombancia del lenguaje y la vehemencia del mensaje, dedicado, sin duda con cariño, por su "amigos Pío Hernández y Ramón Castillo", hizo pensar a Vila que se trataba de un personaje destacado de la época, por lo que mostró la lápida a José Antonio Rodríguez Puertas, antiguo pedíatra de Toro e investigador de Historia, quien ha escrito un libro -prepara actualmente su publicación- sobre el antiguo Hospital General de Toro, los hospitales medievales de la ciudad y la casa de los niños expósitos, con el fin de recabar información. Para alegría de ambos -Rodríguez desconocía la existencia de la losa-, José Sebastián Coll era uno de los médicos catalogados por el investigador en sus trabajos.

Resultó que el fallecido fue un médico homeópata notable y «un gran publicista» de esta disciplina, ya que fue «el que más contribuyó a afianzar los progresos de la Homeopatía en España», además de fundar en Toro uno de los primeros centros homeopáticos del país, según la investigación realizada por el pedíatra. Supieron también que cuatro o cinco años antes un grupo de médicos homeópatas se desplazó a Toro y preguntó en el Ayuntamiento sí se tenía conocimiento de la existencia de Coll, obteniendo una respuesta negativa. Decidieron por todo ello que debía «ponerse en valor la memoria» de «tan ilustre médico para la Academia de Medicina de Valladolid, para Castilla y León y para la ciudad de Toro», por lo que Javier Vila se puso en contacto con una de los miembros de la delegación de la Sociedad Española de Medicina Homeopática, Mª Dolores Tremiño, a quien expusieron el tema, aunque, de momento, la iniciativa no ha fraguado.

José Sebastián Coll nació en la localidad aragonesa de Luna hacia finales de 1777 y, según Rodríguez Puertas, «no se sabe porqué vino a Toro, pero sí que lo hizo como médico titular por concurso presentando sus méritos al Ayuntamiento» y que una de sus obligaciones era asistir al Hospital General.

Su incursión en la Homeopatía fue tardía -comenzó sus estudios sobre la materia cuando tenía 56 años- y entró en contacto con ella tras traducir del francés la obra del homeópata alemán Hahnemam. «Fue su afición al francés lo que le llevó a la Homeopatía», dice el investigador toresano, y «la explicación que le encuentro es que su padre pudo ser un afrancesado y que él fue una persona muy culta».

En el Hospital General de Toro fundó un servicio de Medicina Homeopática «en el que solo atendía a desahuciados o casos raros, y obtuvo grandes éxitos», aunque ello no evitó que la Junta Municipal de Beneficencia lo mandara cerrar. En este tiempo publicó una pequeña obra titulada "Aviso a los amigos y enemigos de la Homeopatía", lo que le valió ser invitado por la Academia de Medicina de Valladolid para exponer en la Universidad la doctrina que practicaba, lo cual hizo en 1840, el mismo año que renunció a su plaza de médico titular de Toro para dedicarse de lleno a la Homeopatía y, sobre todo, a escribir otras tres obras sobre la materia. Las enseñanzas de Coll llevaron también a que precisamente en esa misma fecha el farmacéutico Alejandro Rodríguez Tejedor fundara en Toro una farmacia homeopática completa «como no se conocía entonces en España».

En Valladolid parece que no le toman muy en serio, por lo que se marcha a Madrid, donde la corriente «estaba muy de moda», y allí funda junto a otros dos médicos, uno de ellos su amigo Pío Hernández que le dedicó el epitafio, la Gaceta Homeopática, siendo, además, nombrado presidente de la Sociedad Homeopática de Madrid, la cual fundó. «Las rencillas tan notorias y frecuentes que existían entre los homeópatas», comenta Rodríguez, hicieron que abandonara un año más tarde la sociedad junto a otro médico de Toro, Ricardo López Arcilla, «discípulo aventajado». Según el pedíatra toresano, también «eran terribles las discusiones que se establecían entre homeópatas y alópatas», es decir, los seguidores de la medicina convencional. Se va entonces a Málaga y finalmente a La Coruña, donde fijó su residencia, pero regresa a Toro para que su nuera se recuperara de la tuberculosis que padecía. Con su primera mujer tuvo ocho hijos y tras morir aquella, a los cinco meses de enviudar se casó con una joven doncella toresana, Florentina Fernández. No mucho más tarde se agrava la enfermedad que padecía y muere el 28 de agosto de 1849 a los 72 años de edad. Uno de sus hijos fue concejal en el Ayuntamiento de Toro y la placa funeraria fue reutilizada 29 años después de su muerte en la fosa de otro de ellos, por lo que en su reverso figuran la leyenda "D. Eusebio Coll, falleció el 4 de agosto de 1878, a los 67 años de edad".

Terapia «sin efectos secundarios»

La homeopatía es «un método terapéutico que consiste en dar al paciente como medicamento una muy pequeña cantidad de una sustancia que, en grandes cantidades, es capaz de provocar en una persona sana una enfermedad semejante» Así define la Homeopatía la doctora Mª Dolores Tremiño quien trasladó a «un compañero, a quien le gusta mucho la Historia», la iniciativa planteada por Javier Vila de recuperar la memoria del doctor Coll, según explicó ayer a este diario. Tremiño, no obstante, ha remitido a la doctora Inmaculada González Carvajal, que tiene su consulta en Oviedo -este diario no pudo contactar ayer con ella-, para profundizar en la trayectoria del homeópata de Toro, ya que fue mencionado por ella en un reciente congreso celebrado en Valladolid, dentro de una ponencia en la que se abordaba la historia de este método en Castilla y León. Aprovechó, por otro lado, para resaltar que la homeopatía «es una terapia que debe ser practicada por médicos, es válida para enfermedades graves y comunes, muy eficaz, no tiene efectos secundarios, es compatible con cualquier otra terapéutica y se aplica de manera individualizada y personalizada».