Antolín Millán es palentino, aunque vive en Valencia, tiene 89 años y conserva una excelente memoria. Hace algunas semanas se encontraba viendo la televisión junto a su hijo Mauro y alguien habló de Toro en el programa, lo que le hizo inmediatamente evocar un episodio acontecido en 1938, cuando formaba parte del 2º Tabor de Regulares en el Ejército.

Recordó que un día el batallón paró a descansar en una fuente de Puertollano, en Ciudad Real, y allí coincidieron con una furgoneta que se había averiado y la cual llevaba un macabro cargamento, un grupo de hombres y unas pocas mujeres que habían sido sacados del penal de Almodóvar para llevarlos a fusilar al cementerio de la localidad donde se encontraban. Cuenta Antolín que entre los soldados «se comentó mucho» el caso de una de las pocas mujeres que portaba el vehículo, una joven maestra toresana Y el comentario, al parecer, surgió porque se dio la circunstancia de que el voluntario que solicitaron entre el batallón para que realizara los fusilamientos -«en el Ejercito se pedían voluntarios y si no salía alguno se formaba un pelotón», según aclara Mauro Millán- también procedía de Toro, y lo mismo ocurría con uno de los dos médicos que formaban parte del Tabor, del que Antolín sí recuerda su nombre, Félix Núñez, porque prestaba servicio militar como sanitario junto a él. Tras contar la historia a su hijo Mauro, éste pensó que quizá alguna familia de Toro aún hoy desconocía dónde había sido ejecutada la joven docente. Por eso decidieron hacer pública esta historia, una de las miles que se sucedieron en la Guerra Civil. «Se nos ocurrió que podíamos ayudar y que, con estos datos, alguien podría identificar a la maestra, aunque imaginamos qué habría muchos maestros más que fueron fusilados».

Lo cierto es que no solo fueron muchos, sino que ningún maestro de Toro que estuviera ejerciendo en la localidad fue fusilado, por lo que Cándido Ruiz, profesor de Secundaria que ha elaborado profusos trabajos sobre el tema, piensa que la joven pudiera haber estado ejerciendo en otras provincias o incluso que fuera descendiente de toresanos emigrados a otra región. Tampoco oyó hablar de ella Saturnina Lorenzo, que por entonces era otra joven toresana que se dedicaba a impartir clases particulares.

Sin embargo, si hubo maestros de Toro que represaliados en la postguerra con suspensiones e empleo y sueldo, de la misma manera que Toro fue también el escenario de la ejecución de tres docentes de otras localidades de la provincia, según los datos de que dispone Cándido Ruiz, profesor de Secundaria que ha elaborado profusos trabajos sobre el tema. Los tres forman parte del desgraciado grupo de cuarenta personas que fueron fusiladas a lo largo de 1936 en Toro, al menos según se ha podido demostrar con documentación oficial. Uno de ellos fue Isidoro Ramos Páez, de Rabanales de Aliste; y otro Arístides Pérez Sánchez, natural de Fuentesaúco y que ejercía en Asturias, aunque fue detenido en su localidad natal cuando se encontraba de vacaciones y en un primer momento fue internado en la prisión de Zamora, para luego ser trasladado a Toro. Tenía solo 23 años, estaba afiliado a la FETE y fue fusilado el 13 de septiembre. Su historia forma parte del libro "Maestros de la República", de la periodista Mª Antonia Iglesias, donde se relata la ejecución de Arístides, su hermano Arquímides, también dedicado a la docencia, y su padre, Bernardo Pérez Manteca, maestro de la localidad mencionada. Cándido Ruiz no cree, como se ha llegado a decir, que los restos de uno de los tres cadáveres rescatados de una fosa del cementerio de Toro por parte de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica fueran los de Arístides, «más que nada porque esa misma noche fusilaron a otras nueve personas y en esa fosa solo han aparecido restos de tres».

El tercero fue Amado Hernández Pascual, de 30 años y natural de Argujillo, donde era secretario del PCE. Amado se encontraba estudiando Magisterio en Zamora y según Cándido Ruiz «fue uno de los primeros que detuvieron en la zona», concretamente el día 12 de agosto. Persona «muy conocida» en el lugar, formó parte del grupo de los cuatro detenidos que más tarde consiguieron saltar del camión que los trasladaba para ser fusilados, aunque finalmente solo uno logró sobrevivir, Estanislao de Luis Hernáez, más conocido con el hipocorístico de Tanis, una persona muy popular en Toro y quien precisamente era también maestro y ejercía por entonces en la comarca de Sanabria. Los otros tres, no tuvieron tanta suerte. El médico toresano Manuel Calvo, de 45 años, fue ejecutado al pie del camión, ya que al tirarse del mismo se lesionó una pierna y no pudo avanzar. Atilano de la Torre, también toresano y afiliado al PCE, fue ejecutado tras pasar varios días escondido por tudas y pinares del entorno, y a Amado Hernández lo mataron en el pago de Marialba, aunque «hay varias versiones sobre si estuvo escondido muchos días o si lo cogieron en seguida», aclara Cándido Ruíz. Aunque no viajaba en el tétrico vehículo, la documentación existente prueba que esa misma noche fue fusilado otro toresano, Esmeragdo Lorenzo, de 29 años , afiliado a Juventudes Socialista y hermano, precisamente, de la mencionada más arriba Saturnina Lorenzo.

Esos documentos confirman también, según Ruíz, que a todas estas personas se les aplicaba el «eufemismo» de "trasladados a Zamora". Es decir, se explica, «los sacaban de la cárcel de Toro con la excusa de que los trasladaban a Zamora» y esto se sabe porque constan las pertinentes órdenes del «coronel de la capital, Raimundo Hernández», en este sentido, así como «los "recibí" que firmaron un sargento de la Falange o guardias civiles», formularios que les eran facilitados por el carcelero que hacía entrega de los presos. Esto prueba, según el profesor toresano Cándido Ruíz, que «los fusilamientos respondían a algo perfectamente organizado y establecido y no había un descontrol, como se hizo creer para que las responsabilidades de los asesinos quedaran diluidas; cuando un falangista hacía algo, era por orden militar, aunque esto no quita que se produjeran algunos casos aislados de muertes no planificadas».

La investigación realizada ha llevado, además, a Ruiz a concluir que el asesinato masivo de maestros de la República que hubo durante los años de la contienda civil no obedeció globalmente a cuestiones ideológicas. «Aunque sí hubo maestros que se significaron ideológicamente, también hubo muchas cacicadas, porque muchos de ellos ni siquiera estaba afiliados» a organizaciones de izquierdas. Más bien, puntualiza, era un gremio «conservador, como lo era la sociedad española en general, la mayoría formaban parte de agrupaciones católicas», a la vez que subraya el hecho de que «Zamora fue la última provincia de España en que se creó la FETE», federación de enseñanza, lo cual ocurrió en abril de 1936, pocos meses antes de estallar la guerra. Según el profesor, «la izquierda ha contribuido a crear el mito de que todos los maestros eran rojos». En este sentido alude expresamente al caso de Bernardo Pérez Manteca, el maestro de Fuentesaúco, el cual, afirma, «era conservador católico» -fue fusilado con el crucifijo escondido bajo la chaqueta y se confesó antes de morir, como recuerda Mª Antonio Iglesias en su libro-, «lo que ocurría», prosigue, «es que era republicano y se tiende a pensar que todos los republicanos eran de izquierdas».