A la segunda va la vencida. Un jurado de Vigo (Pontevedra) ha enmendado el veredicto que dictó en su día otro jurado popular, y que absolvía a Jacobo Piñeiro Rial del asesinato de dos hombres, a los que propinó 57 puñaladas e intentó quemar posteriormente, para borrar todas las huellas. El segundo jurado no ha creído la versión de Piñeiro, quien han defendido en todo momento que actuó impulsado por el miedo a ser violado por las víctimas, de orientación homosexual. Esta vez, no han pesado su argumento de la legítima defensa. Ahora espera a que el juez dicte la sentencia correspondiente. Para evitar que pueda escapar, está obligado a comparecer en el juzgado dos veces al día.

El veredicto del primer jurado, el pasado mes de febrero, provocó una ola de indignación en todo el país. El clamor de las familias de las víctimas y de los colectivos de gays y lesbianas fue tal que la administración de Justicia tuvo que recular y declarar nulo el juicio.

El segundo jurado no ha tenido piedad, a tenor de su veredicto, leído anteayer viernes en la sección quinta de la Audiencia de Vigo. Por unanimidad de sus nueve miembros, el jurado considera probado que Piñeiro asestó 57 puñaladas a las víctimas -35 a Isaac Pérez Triviño y 22 a Julio Anderson Luciano-, con el único objeto de causarles la muerte. Pese a que las primeras heridas fueron mortales de necesidad, el acusado siguió acuchillando a las víctimas, lo que aumentó «deliberada e inhumanamente» el dolor de ambos.

También por unanimidad, el jurado sostiene que el asesino no actuó en legítima defensa, ni por un miedo insuperable a ser violado, ni afectado por el alcohol o las drogas, como pedía su defensa como eximentes para que fuera absuelto por segunda vez. Y es que, después de dejar malherida a una de las víctimas, el acusado rompió a golpes la puerta del cuarto en el que se encontraba el otro hombre para destrozarlo a puñaladas.

Todos los argumentos de la defensa quedaron desvirtuados por los informes realizados por los forenses. Como si se tratase del mundo al revés, Piñeiro quiso colar que no había podido apuñalar a las víctimas puesto que tenía dos tendones seccionados, al tratar de defenderse de uno de los asesinados. Los forenses lograron demostrar ante el jurado que las lesiones no eran defensivas, sino todo lo contrario. Se produjeron mientras apuñalaba con saña a las víctimas.