Los mineros chilenos que viven atrapados en el yacimiento San José a 700 metros de profundidad desde el pasado 5 de agosto entonaron ayer al mediodía, acompañados por sus familias desde la superficie, el himno nacional, tal y como se hizo en todas las plazas de Chile para celebrar el Bicentenario de la Independencia. Un canto que sirvió para sacar fuerzas de flaqueza, a la espera de que la máquina T-130 denominada «Plan B» consiga abrir la luz dentro del túnel. La máquina va a buen ritmo, pero todavía queda un trecho para alcanzar los 700 metros de profundidad. Además, también se retomará el lunes la perforación con el «plan C», con un máquina de perforación petrolera.

Relatan los que participaron en el canto de ayer que fue «emocionante ver como los niños de los mineros y todas las familias elevaban su voz en pleno corazón de la selva». La música volvió a hacer resurgir la esperanza.

Y como todos los apoyos son pocos, el ex futbolista brasileño Edson Arantes do Nascimento «Pelé» envió también un mensaje de apoyo y una camiseta con su firma a los 33 mineros atrapados. «Queridos hermanos: estoy rezando por ustedes», escribió Pelé.

Las labores de rescate en el yacimiento San José, en Copiapó, en el norte de Chile, siguen bajo la mirada atenta del pueblo chileno. Los mineros, que han demostrado ser unos auténticos supervivientes, también izaron ayer una bandera en su refugio, mientras en la superficie, arriba, en el suelo, los familiares y representantes de las Fuerzas Armadas, levantaban el emblema patrio, que tenía los nombres de los 33 obreros, uno de ellos boliviano.

A la misma hora, en la plaza de Armas de Santiago, el presidente Sebastián Piñera junto a sus ministros y colaboradores, la ex presidenta Michelle Bachelet y el ex presidente Ricardo Lagos, entonaban la misma canción que los mineros. Un piquete de Carabineros (policía militarizada) rindió honores a la bandera, mientras los demás representantes de las instituciones castrenses saludaban y entonaban el himno junto a las familias de los mineros. Fue un momento para la emoción.

Los mineros soportan temperaturas constantes cercanas a 35 grados y una humedad del 98%, falta la comida, el agua y las fuerzas. Por eso, son los gestos que vienen desde el mundo exterior lo que les ayuda a seguir manteniéndose con vida, como cuando uno de los mineros, Ariel Picona, vio, gracias a la fibra óptica el nacimiento de su hija: Esperanza. Esperanza, el mismo nombre con el que los familiares de los obreros atrapados bautizaron el campamento donde esperan su rescate, ya muy impacientes.

La solidaridad y la ayuda desinteresada de los municipios vecinos han conseguido hacer menos dura la espera de buenas noticias, de definitivas noticias que anuncien la salida de los mineros del agujero.

Los municipios vecinos proporcionan comida y bebidas, y el Ejército, alojamiento en carpas. Para las labores de rescate, encabezadas y financiadas por el Gobierno ante la falta de compromiso de los propietarios de la mina San José, algunas empresas mineras de fuera del país han facilitado sus maquinarias y técnicos para conseguir sacar del pozo a los atrapados. «Los primeros días fueron los más difíciles, pero ahora con más esperanza, sabemos que se está acercando más», asegura Fabiola Araya, una de las esposas de los mineros atrapados.

Ahora todos miran y cruzan los dedos esperando que las máquinas consigan llegar hasta los setecientos metros de profundidad. Parece que el final feliz está cada vez más cerca, la brecha sigue abriéndose y se confía en que en los próximos días se pueda liberar a los mineros. Mientras tanto, la esperanza sigue viva hasta debajo de las piedras, y hasta alza la voz.