Durante la reunión, el papa les entregó un documento reservado, filtrado por la prensa, con duras palabras sobre los vergonzosos comportamientos de los prelados en el llamado "caso Barros".

Barros, nombrado en 2015 obispo de Osorno por Francisco, fue acusado de encubridor por las víctimas de Fernando Karadima, un influyente párroco condenado por la justicia canónica, pero nadie les escuchó durante varios años, incluido el mismo papa, que en su visita a Chile el pasado enero calificó de "calumnias" las acusaciones.

No obstante, Francisco envió después a Chile al arzobispo Charles Scicluna para hablar con las víctimas y tras conocer su informe, citó a los obispos a Roma. Previamente invitó a tres víctimas emblemáticas de Karadima al Vaticano.

El pontífice conversó largamente con Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, los alojó en su casa y les pidió perdón.

Cruz dijo ayer a medios locales sentirse reconfortado por haber apreciado en el documento de Francisco a los obispos parte importante del contenido de esas conversaciones.

"Me impresiona haber visto nuestras conversaciones impresas en el documento (...), me ha gustado ver que terminó en la renuncia de toda esta lacra", sostuvo. Los obispos anunciaron su renuncia en una declaración leída ante la prensa en el Vaticano por el secretario general de la Conferencia Episcopal, Fernando Ramos, y el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, señalando que "ponían sus cargos en manos del santo padre para que libremente decida con respeto a cada uno de nosotros". En el acta de acusación, a la que tuvo acceso la "AFP" a través del Canal 13 de la televisión chilena, el pontífice habla de "hechos delictivos" cometidos por los jerarcas de la iglesia chilena, de "escándalo", de "ir más allá" de la remoción de personas para solucionar la crisis. Uno de los pasajes más fuertes del documento, está en la página 9, en el que cita el informe realizado por monseñor Charles Scicluna y el sacerdote español Jordi Bertomeu. "Mis enviados han podido confirmar que algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral, habrían sido acogidos en otras diócesis e incluso, en modo más que imprudente, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad", escribió Francisco.