En la conspiración, según la familia del líder de los derechos civiles, estaría implicado el gobierno federal. En el momento de su muerte, en 1968, Martin Luther King Jr tenía 39 años pero ya se había convertido en un icono de la lucha pacífica por los derechos civiles en Estados Unidos. Cuatro años antes había recogido el Premio Nobel de la Paz por su defensa a través de medios no violentos de la igualdad racial y la no segregación estadounidense.

"Tengo un sueño: que mis cuatro hijos algún día vivirán en una nación donde no se les juzgará por el color de su piel sino por su carácter", pronunció el 23 de agosto de 1963 el pastor Luther King en una de sus frases (y tuvo muchas) más memorables.

Otra de ellas fue el día antes de morir, en Memphis. "No sé lo que pasará ahora, vienen días difíciles. Pero realmente no me importa porque he estado en la cima de la montaña y he mirado, y he visto la tierra prometida. Puede que no llegue allí con ustedes, pero quiero que sepan que como pueblo llegaremos a la tierra prometida", exclamó.

Medio siglo después, se han dado pasos hacia delante pero todavía dista mucho una verdadera igualdad. "Hoy en día el racismo como tal no existe, lo que hay es otra cosa peor que es el clasismo y la hipocresía, ya que cuando uno es rico y famoso el color ya no importa", señala la congoleña Hortense Ngbapai, presidenta de la Asociación para la Integración y el Desarrollo del Africano (AIDA).

Por ello, considera que existe un "racismo camuflado dependiendo de lo que uno tenga. Lo que no se puede es ser negro o negra, etc. .. y pobre", asegura. Para combatir ese "racismo camuflado", Hortense Ngbapai cree fundamental la educación. "Tenemos que luchar para que los niños estudien y tengan una buena formación. Es lo único que saca y sacará a los inmigrantes y a sus hijos de la discriminación", remarca.

De hecho, la educación es uno de los ámbitos donde se reflejan las desigualdades, ya no solo en cuestión de color sino también de nacionalidad y con especial incidencia en la población inmigrante. "Los inmigrantes están mejor en sus países de orígenes con sus familias.

Abandonar el país por obligación es la peor cosa que puede ocurrir a un ser humano", subraya Hortense, que abandonó el Congo con veinte años y que tras más de treinta años en Vigo se mudó en 2013 a Inglaterra.