Los cuatro ministros cañí del Partido Popular entonando el "Novio de la muerte" en el traslado del Cristo de Mena, en Málaga, han dado mucho juego estos días en los medios proclives a la Cataluña que quiere desengancharse. No me extraña, el desafortunado episodio podría formar parte si alguien se lo propusiera de la leyenda negra que acompaña a este país en algunos de los momentos de su dilatada historia. Cuando menos, de su casposa fecundidad. El portavoz popular en el Congreso, Rafael Hernando, aseguró que él también acostumbra a cantarlo porque se sabe la letra. Dice que le parece un himno "muy respetable" y que forma parte de nuestras tradiciones culturales. ¿Tradiciones culturales? No me parece que forme parte de nada de eso, pero aunque fuera cierto en nombre de la tradición se tolera demasiado casticismo abominable. Y, dependiendo de los casos, auténticas barbaridades, como la cabra que arrojan del campanario. ¿Les parece apropiado cuatro ministros entonando una canción de cuartel que mitifica la muerte al paso de un Cristo durante la Semana Santa? En cuanto a modernidad, europeísmo e ilustración, no es la mejor de las imágenes. El himno, como dice Hernando, puede ser muy "respetable" además de emotivo, pero empezando por la titular de Defensa y acabando por el de Cultura no son los ministros, contagiados de la emoción ni de la devoción, los que deberían ofrecer el espectáculo de cantarlo como si fueran los propios legionarios. Igual ha sucedido otras veces y el desarraigado de las tradiciones culturales de Hernando soy yo, pero nunca había visto cosa semejante. España, así, duele.