El paso del tiempo es inexorable. Las agujas del reloj marcan nuestra existencia. Aunque hemos logrado elevar significativamente nuestra esperanza de vida, esta se nos consume poco a poco sin darnos cuenta. Y lo curioso es que buena parte la consumimos en tareas que se repiten a diario y que apenas nos requieren unos minutos, pero que son indispensables.

Así, según diferentes investigaciones, empleamos tres meses completos de nuestra vida lavándonos los dientes; más de cien días orinando, o dos años defecando. Se trata, por supuesto, de necesidades básicas de las que no podemos prescindir.

Sin embargo, hay otras más prescindibles a las que podríamos dedicar menos tiempo, pero que no lo hacemos. Por ejemplo, a ver la tele. La caja tonta se lleva cinco años de vida, mientras que las redes sociales nos quitan ya hasta 9 años y el teléfono móvil tres años.

Esto contrasta con el poco tiempo que empleamos en actividades que nos resultan placenteras o nos divierten. En algo tan necesario como leer solo se contabiliza 1 año y mucho menos tiempo dedicamos al sexo: 69 días, irónica cifra. La placentera y terapéutica risa suponen dos años de vida, frente a los 50 escasos días que nos fundimos llorando.

Cuando el tiempo se hace eterno

Hay otras ocasiones en el que el tiempo se nos hace eterno. ¿Sabes cuánto pasas haciendo las insufribles colas? Un total de cuatro años. Y sí, la de al lado siempre parece que va más rápido que la nuestra. La jornada laboral también nos da la sensación de que nunca acaba. Nos pasamos trabajando 10 años de vida y en interminables viajes en coche, una media de tres años.

Asimismo resultan sorprendentes los 28 años que dedicamos a dormir, algo que para algunos es un despilfarro de tiempo y para otros un placer; los 30 años que pasamos caminando o los 17 que estamos sentados.

Para saber cuánto tiempo llevas haciendo eso, multiplica por la edad que tengas y divide por 69 cualquiera de los datos señalados.